'La puertita del mamotreto'

Son muchos los que consideran al mamotreto como un símbolo de una época que hay que dar por superada.

Noé Ramón

Santa Cruz de Tenerife —

“El mamotreto es ilegal e ilegalizable. Pero bueno, se puede mantener como algo excepcional. Es un ejemplo clarísimo de corrupción urbanística. Aunque siempre es posible no derribarlo si así se decide. No puede haber una conducta más deshonesta que la de sus responsables. Pero sería absurdo tirarlo para volver a construirlo otra vez”. Lo que acaban de leer no es un diálogo consigo mismo de Gollum, el personaje de El señor de los anillos, ni una discusión entre Epi y Blas. Es el contenido de la sentencia dada a conocer esta semana en la que la Audiencia desplegaba un impagable espectáculo de acrobacia aérea para intentar satisfacer a todos y no contentar a nadie.

En el fallo no se ahorra en fuegos artificiales. Se quema en la hoguera de la inquisición urbanística a los exconcejales y extécnicos, tres de los cuales entran en prisión. Hay adjetivos despectivos de sobra para satisfacer a los más críticos con el mamotreto. Y como regalo se echa al abogado, Eligio Hernández a los leones por su muy cuestionada defensa de dos de los condenados y sus críticas a la juez de primera instancia. Lo más sorprendente es que sus señorías abren una puertita, pequeña, discreta, casi invisible pero por la que cabe un elefante. Es la que salva directamente al mamotreto del derribo. Una moneda de oro que los dirigentes de Coalición Canaria (CC) se han encontrado en el camino para mantener el edificio en pie.

Los nacionalistas y también los populares, están más cerca que nunca de salvar su particular meca a la que cada tarde dirigen sus plegarias atendidas.

La puertita está llena de juegos de palabras, de jeroglíficos, dobles sentidos y adivinanzas. Una vez descifrado el oráculo es posible embarcarse en un viaje parecido al de los argonautas. La puertita intenta decirnos algo pero no lo acaba de decir claramente. Hay que acercar el oído para escuchar lo que parece un murmullo. Sabe muy bien medir sus palabras. Marca un camino para que quienes sepan descifrarla puedan tomar nota.

La puertita, en definitiva, tiene retranca aunque en todo momento lo disimule. Descifrado el mensaje, es fácil leerlo con claridad: “Bastaría con tirar la parte del edificio que está en dominio público de Costas, apenas 400 metros cuadrados y mantener en pie todo o parte de los restantes 10.000 metros cuadrados. Para ello sería suficiente un acuerdo institucional y un cambio de planeamiento”.

Cuando la sentencia salió a la luz, una primera, segunda y hasta tercera lectura parecía indicar que la Audiencia hacía suyos los argumentos del contundente fallo inicial. Sin embargo, poco después apareció la puertita y algunos tuvieron la sensación de que podían estar ante una broma a lo Mortadelo y Filemón.

El alcalde, José Manuel Bermúdez que primero dijo que iba a estudiar concienzudamente el fallo, apenas un día después ya había encontrado en la puertita su salvación.

Pero el mensaje tiene truco. No se dice, que la fórmula de cambio de planeamiento ya fue utilizada sin éxito en la biblioteca municipal de Las Palmas de Gran Canaria. El Supremo sentenció que no se puede utilizar un Plan General para legalizar lo que es ilegalizable e ilegal. Pero da igual, algunos han visto la luz y se niegan a caerse del caballo.

Los opositores al mamotreto pasaron el día en el que se hizo público el fallo judicial, de la euforia a la indigación. Las penas de cárcel serán sin duda justas pero no es exactamente lo que quería esta parte de la ciudadanía. Ellos buscaban una playa sin esa mole de hormigón varada en la arena. El alcalde entonces empezó a hablar de posibles usos. Por ejemplo, una piscina cubierta, locales para mayores o para murgas. Cualquier cosa con tal de no decir la palabra mágica: aparcamientos.

José Ángel Martín Bethecourt se decanta del derribo total pero en este entramado sólo resultaría creíble el ruido de las palas. En privado habla de posible ruptura del pacto y en público reitera la obligación de que los condenados paguen de su bolsillo los diez millones de euros que hasta ahora ha costado el mamotreto. Otra puertita que deja abierta la sentencia. Entre las medidas de presión que se plantean está la convocatoria de una concentración el próximo día 6 de diciembre en el mamotreto, una manifestación a principios de año y todo tipo de movilizaciones. Para ello se ha creado ya una Plataforma. El concejal de Ciudadanos de Santa Cruz, Guillermo Guigou, también ha presentado una moción para que sea debatida en el pleno en la que pocas posibilidades quedará para que cada uno evitar retratarse. Excusas aparte.

La sentencia comenzó haciendo un repaso histórico del sueño del exalcalde, Miguel Zerolo para la playa de Las Teresitas que se inicia en 2001 y a partir de aquí se desarrolla de la forma destartalada que ya es conocida en la historia universal de los disparates. La obsesión de Zerolo se daba golpes una y otra vez con el dominio público de Costas que quería estirar y encoger como si de un chicle se tratara.

El organismo estatal accedió a firmar un convenio pero finalmente se echó para atrás: primero porque la compra de los terrenos sobre los que iba a trabajar había quedado anulada. Y segundo porque el alcalde se había lanzado a hacer las obras sin persignarse antes. Zerolo demostró una sospechosa prisa, difícil de entender si no era para recurrir a los hechos consumados. Pero hay más, mientras se estaba delimitando el deslinde era imposible hacer trabajo alguno.

El proyecto de Dominique Perrault nunca contó con permiso de ninguna clase. Ni siquiera del Gobierno de Canarias. Si esto lo hace cualquier hijo de vecino acaba en la cárcel directamente, por más años y por muchos menos metros cuadrados. Las prisas dieron lugar a que no se cumplieran con los trámites estipulados. Desde el acta de replanteo a la disposición del dinero. Sin embargo, los informes firmados por técnicos y concejales decían todo lo contrario. Lo difícil sería encontrar algo que estuviera bien hecho en este expediente.

La sentencia, no gusta a nadie. Los que están a favor del mamotreto creen desproporcionadas las penas de cárcel y los que están en contra se lamentan de la segunda oportunidad que se le brinda en bandeja de plata al edificio. Por ello, los primeros lanzan sus proclamas desde los medios de comunicación y los segundos trabajan en la organización de movilizaciones o en desmenuzar las posibilidades judiciales que se abrirían en la ejecución de sentencia.

Probablemente el futuro del edificio sea similar al de otras construcciones que encontramos abandonadas por la costa cayéndose a pedazos. Probablemente ésta sea otra batalla que no ganará nadie. Lo que no parece tan probable es que algún día sepamos qué es lo que en realidad se esconde debajo del mamotreto que ha dado lugar a que haya sido defendido a capa y espada por parte de algunos políticos.

Para los opositores al mamotreto debe ser derribado no tanto por su legalidad, sino por lo que significa. Porque es el símbolo de una época que hay que dar por definitivamente superada.

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