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ENTREVISTA | Inmaculada Perdomo

“El feminismo es muy necesario porque no solo no se ha logrado la igualdad, sino que se ha retrocedido”

La doctora Inmaculada Perdomo, frente a la facultad de Filosofía de la ULL

D. J. Hernández

Santa Cruz de Tenerife —

Inmaculada Perdomo Reyes es doctora en Filosofía y profesora de Filosofía de la Ciencia, Historia de la Ciencia, y Ciencia y Género en la sección de Filosofía de la Universidad de La Laguna (ULL); también en varios programas de másteres y doctorado.

Su extenso currículo y amplia experiencia, no solo como docente e investigadora, sino también como ponente en numerosas conferencias sobre mujer y ciencia, la convierten en una experta en el campo de la ciencia y el género, una disciplina que, entre otros asuntos, indaga acerca del sesgo androcéntrico que tiene y ha tenido la ciencia en general a lo largo de la historia. Qué trabas se encuentran actualmente las mujeres que se dedican a la ciencia, cómo se puede combatir la desigualdad de género en el ámbito científico, qué opina sobre movimientos como Femen, qué es el ciberfeminismo o si las investigaciones científicas favorecen por igual a hombres y mujeres son algunas de las cuestiones tratadas en esta entrevista.

¿Puede describir el escenario actual de las mujeres dentro del mundo científico en general y en Canarias en concreto?

Podemos hablar de todas las ramas del conocimiento o centrarnos en aquellas disciplinas donde precisamente las mujeres no están igualmente representadas o no acceden igual a ese tipo de estudios. En general, el acceso de las mujeres a la universidad es muy reciente, porque se produce casi a mitad del siglo XX y no antes. Aquí, en Canarias, al principio fueron muy pocas, sobre todo en las facultades de Farmacia, en los laboratorios científicos, en Química o en Medicina, y en las disciplinas humanísticas, pero ese número se incrementó hasta que en los años 80 del siglo pasado se constata cómo el número de mujeres es cada vez mayor hasta llegar a la cifra actual. Ahora mismo, como media, más del 50% accede a estudios universitarios. Son mayoría en el alumnado. Por disciplinas, y esto llama mucho la atención, está siendo mayoritaria su participación en Ciencias de la Salud. En Medicina, superan ampliamente el 60% y algunos años incluso el 70%. No sucede lo mismo en el campo de las ciencias experimentales, donde se sitúan en torno al 40%. Lo que sí es cierto, y es algo que miramos con preocupación, es que el acceso es aún menor en las ingenierías, donde se sitúan en torno al 30% y en algunas incluso ha descendido, como en Ingeniería Informática, donde los números han caído muchísimo. Es un caso concreto que estudiamos: por qué ha caído tanto ese número. Observamos que hay una traslación a las chicas desde edades muy tempranas de la idea de que ese no es un campo en el que ellas vayan a tener un desarrollo profesional, en el que se vayan a sentirse cómodas o puedan desplegar todas sus capacidades porque son ámbitos de trabajo aún hoy muy masculinizados. Es realmente un problema, porque la demanda de trabajo en el futuro estará muy dirigida a personas que tengan esa formación técnica. Si las mujeres no están apostando por esas carreras, podrá ser un problema en el futuro.

¿Por qué se alejan las mujeres de ese tipo de carreras?

Algunos estudios muestran que en el contexto anglosajón, en EEUU concretamente, las mujeres llegaron en los años 80 a ser casi el 40% del alumnado en las carreras de informática. Pero ese número fue descendiendo progresivamente hasta que hace una década se situó en el 12%. Ahora ha ido creciendo, entre otras cosas porque hay programas activos para fomentar la presencia de las mujeres en el ámbito de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Son varias las razones del descenso, pero la fundamental es que esa es una industria, un campo profesional, en auge y con prestigio social, donde la competitividad es muy alta y se traslada el mensaje de que las mujeres no son buenas para programar, que no tienen las habilidades y capacidades necesarias, que no tienen interés por los ordenadores... Al final acaban reproduciéndose viejos estereotipos acerca de las mujeres que están más presentes que nunca: que las mujeres somos peores para las ingenierías y para las tecnologías, que las mujeres no tienen las mismas habilidades matemáticas y técnicas que los chicos. Y eso es totalmente falso.

¿Son nuevas tecnologías pero con los prejuicios de siempre?

Claro, y eso viene ya desde el siglo XIX, cuando se asoció tecnología con masculinidad porque, si hablamos de Revolución Industrial, las máquinas eran de gran tamaño y requerían de fuerza física. Eso hizo que se asociara claramente al ámbito de lo masculino. Hoy en día, cuando hablamos de tecnología, que no tiene nada que ver con la del pasado, se sigue reproduciendo esa idea de que las tecnologías y los varones tienen una relación casi natural, mientras que con las mujeres esa es una relación extraña.

Esto ocurre de forma general. Pero ¿en Canarias también?

También. Aquí los números indican que en la carrera de Ingeniería Informática el número de alumnas es bastante bajo, en torno al 20% e incluso menos.

¿Qué es el ciberfeminismo?

Es una perspectiva teórica y práctica que situamos dentro del campo de los estudios feministas sobre la ciencia y la tecnología, una postura que plantea que para cambiar esas imágenes sesgadas sobre las mujeres en el campo de la ciencias y las tecnologías hay que apostar radicalmente por estar presentes en las redes y en el ámbito de internet, en las tecnologías de la información y la comunicación. ¿Por qué? Porque ese es un campo de trabajo muy propicio para actuar en la cuestión de la igualdad. Las propias redes configuran una metáfora perfecta de ese trabajo, que es por el que apostamos: en red y colaborativo, no jerarquizado. En el ciberfeminismo inicial se utilizaba incluso el juego retórico de que las mujeres tejen, o han tejido a lo largo de la historia, y ahora tejen las nuevas redes, tejen nuevos conocimientos, experiencias y apuestan por estar en conexión para hacer avanzar el conocimiento de una manera completamente distinta de la tradicional androcéntrica. Por otro lado, dado que es un campo propicio para la creación de nuevos contenidos, narrativas o simbologías (al fin y al cabo las nuevas tecnologías están conformando nuestra cultura mucho más que cualquier otra cosa hoy en día), la propuesta del ciberfeminismo es estar muy presente en las redes creando nuevos contenidos y nuevas narrativas que contribuyan de una manera más potente a la igualdad. Es, por tanto, una estrategia de todo un grupo de feministas que apuestan por estar mucho más presentes en el mundo de la tecnociencia actual, pero apostando por subvertir los conocimientos y prácticas heredadas.

Como por ejemplo...

Cada vez hay más páginas y también más mujeres que optan por transmitir ideas de otra manera. Es decir, si lo que se va a hacer con las nuevas tecnologías es reproducir lo mismo que se ha hecho tradicionalmente a la hora de producir y transmitir los conocimientos, lo que se estará haciendo es reproducir el mismo canon y las mismas ideas, mensajes y estereotipos, pero en distinto formato. El objetivo es subvertir eso, que los relatos y las narrativas sean otros. Incluso se estudian las formas en las que se configura una página web. Si pensamos que gran parte de la industria (Google, Microsoft...) está producida por hombres, lo que vemos es que, cuando crean sus productos dirigidos a las mujeres, reproducen los viejos estereotipos de siempre. Por ejemplo, cuando se fabricaron ordenadores portátiles de color rosa. Al final eso es reproducir los clichés de siempre. El ciberfeminismo lo que pretende es denunciar cómo la red se ha convertido en el espacio perfecto para transmitir los viejos mensajes y encima con una mayor eficacia; por eso, las prácticas y contenidos deben ser otros.

Entonces parece fundamental que las mujeres formen parte también del proceso de creación de esa tecnología. ¿Esto está ocurriendo?

Esa es la apuesta del ciberfeminismo: que más mujeres, y también más hombres, conscientes de todos esos mecanismos, puedan apostar por otros contenidos diferentes, otras narrativas y formas de ver el mundo. Si ellas no están ahí programando, creando videojuegos, por ejemplo, esos productos serán de nuevo un reflejo de los prejuicios de siempre. No es que las mujeres no estén interesadas en los videojuegos o las tecnologías, es que esos contenidos, tal cual están diseñados, hacen que directamente esa industria las esté expulsando y se les transmita constantemente que ese no es un mundo para ellas.

¿Las mujeres son igualmente beneficiarias de los avances de la ciencia?

No. Un ejemplo muy sencillo e ilustrativo: si se le pregunta a cualquiera sobre cuáles son los síntomas de un ataque al corazón te dirá que dolor agudo en el pecho y brazo izquierdo. Pero esos son los síntomas en un hombre, y no en todos. Las mujeres casi nunca presentan esos síntomas, y sin embargo el protocolo para actuar es ese, el de los hombres. Esto, afortunadamente, está cambiando, porque muchas mujeres morían mal diagnosticadas ya que no presentaban los síntomas que se suponía que tenían que presentar. Hoy en día ya se sabe que se debe estudiar el cuerpo de hombres y mujeres de manera diferenciada, porque son diferentes y porque nuestros procesos fisiológicos y hormonales son distintos. Por ejemplo, los fármacos nos afectan de manera diferente. Incorporar esa perspectiva de género al ámbito de la investigación es una ventaja porque produce ciencia de mayor calidad. De hecho, ahora los proyectos de investigación europeos tienen que incorporar ya la perspectiva de género, con lo que los grupos que quieran recibir financiación de la Unión Europea para investigar deben explicar cómo impactan de manera diferenciada en hombres y mujeres los resultados de su investigación.

¿Cuáles son los logros más importantes y recientes de las mujeres en las ciencias?

Destacaría fundamentalmente la incorporación de grandes mujeres en todos los ámbitos del conocimiento y lo relacionaría con la injusticia que es que en el campo de las ciencias no hayan obtenido ningún premio Nobel en los dos últimos años, cuando ha habido candidatas más que suficientes para lograrlo. Si hablamos de astrofísica, el año pasado murió Vera Rubin, responsable de gran parte de la investigación en torno a la materia oscura en el universo, y se ha quedado sin ese premio. También fue merecedora Jocelyn Bell, que descubrió los púlsares en el universo. El Nobel se le da al equipo o al jefe de investigación y ella se queda sin el premio. También destacaría a las mujeres que han avanzado tremendamente en todas las investigaciones que tienen que ver con la edición genética y la técnica CRISPR para evitar enfermedades. Las dos mujeres al frente de esos logros podían haber ganado el Nobel este año. Y si hacemos un repaso a todas las ramas de la ciencia encontraríamos investigaciones muy destacadas lideradas por mujeres. En nuestro país es muy destacable la aportación de María Blasco, al frente del Instituto de Investigaciones Oncológicas, una gran científica que está destacando en sus publicaciones el gran problema que supone la desautorización y la injusticia que es que las mujeres no accedan en una mayor proporción al ámbito de las ciencias, que no ocupen los lugares más altos en la investigación

Entonces, por un lado, en la universidad hay un gran número de mujeres que se han incorporado a los estudios universitarios, pero su incorporación se frena en ese nivel. ¿Es así? ¿Por qué razón?

Sí. La Unidad de Mujeres y Ciencia del Ministerio presentó en marzo de este año el Informe Científicas en Cifras que recoge precisamente esa situación en nuestro país. Lo más destacable de este año (con datos de 2015) es que se confirma que la presencia de las mujeres en los primeros niveles de la academia es de más del 50%, en el nivel de doctorado se ha igualado (50%) y las diferencias empiezan en el acceso al ámbito profesional. En las primeras categorías de profesorado ya se observa la desigualdad, pero la brecha ya es muy significativa si hablamos de personal funcionario, por ejemplo profesores titulares de universidad (37%). Y si hablamos del nivel de catedráticas, la cifra no se ha movido del 21% desde hace muchísimo tiempo. Eso significa que hay un techo de cristal que frena a las mujeres impidiendo que alcancen los niveles más altos de la academia. Por un lado, hay muchas barreras que impiden que las mujeres alcancen esos niveles que, por formación, podrían alcanzar, y ese tipo de barreras tienen que ver con diversos aspectos: falta de apoyos o la dificultad para la conciliación familiar, pero también, y sobre todo, lo que hay es una grave desautorización en general de las mujeres en el ámbito del conocimiento. Existe un viejo prejuicio que sigue actuando. Aunque no se dice explícitamente que “no queremos contratar mujeres”, si la decisión está entre un candidato varón y una candidata mujer con los mismos méritos, se tiende a desvalorizar el currículo de ella y a valorar más el de él. Muchas veces son mecanismos inconscientes, pero que siguen funcionando en las personas que tienen la responsabilidad de elegir. Por eso ha habido un gran esfuerzo desde las políticas de igualdad para que los tribunales sean paritarios, para que exista el mismo número de mujeres que de hombres y corregir esos mecanismos y estereotipos que están actuando. La paridad no significa estar ahí por el hecho de ser mujer, sino porque ellas tienen méritos suficientes para estar y es lo justo, pero el sistema tiende a excluirlas. Se trata de corregir un situación injusta. 

La Ley de Paridad la impulsó Rodríguez Zapatero, pero en este momento ¿se sigue aplicando?

La ley está ahí, pero es curioso porque mucha gente cree que las medidas que contiene son meras recomendaciones, cuando es una ley y, como tal, hay que aplicarla y cumplirla. Casi siempre, a la hora de la verdad, se toma solo como recomendación y siempre hay alguna excusa para no cumplirla. Aun así, se sigue avanzando y, por ejemplo, si un tribunal no es paritario, hay que justificar, y mucho, por qué no lo es. Así que sí que se está actuando. Eso hace que al menos se garantice una cierta objetividad en los procesos, y una corrección de los sesgos al valorar los méritos.

¿Cómo valora las distintas iniciativas que se han puesto en marcha para intentar que las niñas se sientan interesadas por las ciencias?

Muy positivamente. La verdad es que cada vez hay más iniciativas y muchas de ellas parten de las propias científicas, siendo cada vez más conscientes de que ellas mismas pueden actuar como modelos por su experiencia y mostrando que son mujeres que han desarrollado una carrera científica a pesar de las dificultades. Se han desarrollado multitud de programas e iniciativas destinadas sobre todo al alumnado de Secundaria y Bachillerato. Muchas veces es que las niñas ni siquiera tienen referentes de mujeres. Si observamos los libros de texto o hacemos ejercicios sobre qué imágenes mentales tienen sobre qué es ser una persona científica, se constata que el modelo que casi todos tienen en la cabeza es el un hombre, y algo así como un genio tipo Einstein. Romper con esas ideas preestablecidas en la población más joven es fundamental y a eso se han sumado las compañeras científicas y cada vez hay más iniciativas. También desde muchos organismos cada vez hay más programas destinados a fomentar las vocaciones científicas en las chicas.

¿Ha faltado por parte de las propias mujeres algo más de apoyo entre ellas?

Sí. Cada vez son más necesarias las redes de contactos y colaboración, redes que son fundamentales para establecer ese soporte. Muchas mujeres nos transmiten que se sienten solas, no apoyadas, en el campo de la investigación. No hay referentes fuertes, por eso cada vez se habla más de la necesidad de recuperar la labor de mentorazgo, labor de guía, de estar presente y apoyar en todo el proceso de la investigación, no ser tan individualistas en ese sentido y crear muchas redes de colaboración. Aquí, en la ULL, ese es uno de los objetivos del Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres, que agrupa a muchos equipos de investigación de todas las ramas del conocimiento, de muchos departamentos y áreas, y nos dicen que efectivamente ahí se trasmiten esas redes de apoyo, porque pueden compartir sus experiencias, desarrollar estrategias, etcétera. Pero esto no es suficiente. Creemos que, si hablamos de la universidad, es necesario hacer una reforma estructural fuerte para desterrar toda una serie de procesos, costumbres que están establecidas y que actúan como barreras que impiden que se desarrollen las carreras investigadoras de muchas mujeres de una manera más fácil y más justa.

Su carrera está muy enfocada a investigar el papel de la mujer en la ciencia. ¿Cómo le surgió esta inquietud o en qué momento tomó ese rumbo su carrera?

Soy profesora de Historia y Filosofía de la Ciencia. Cuando hablamos de mujer y ciencia pocas veces se entra a hablar de cuándo surgen los estudios de Ciencia y Género, y estos surgen precisamente como consecuencia de un proceso de cambio promovido por la propia filosofía de la ciencia que pone en entredicho la imagen tradicional de la ciencia entendida como conocimiento completamente objetivo, racional y neutral. Eso se debió a autores como Thomas Kuhn o Feyerabend en los años 60-70, y sus trabajos sobre el papel de los valores en la ciencia. La ciencia es una actividad humana y, como tal, puede contener sesgos y prejuicios. Una tarea que impulsaron las primeras filósofas e historiadoras al frente de lo que ahora llamamos estudios de Ciencia y Género fue analizar los contenidos de las teorías científicas. Ellas pusieron sobre la mesa una cantidad de ejemplos importantes de teorías científicas y procedimientos que estaban sesgados desde el punto de vista de género, y mostraron que las teorías científicas no son verdades intocables, sino que son productos humanos que hay que analizar. También se ha trabajado mucho en el ámbito de la Historia de la Ciencia, ya que empezó a mirarse a la historia con una perspectiva de género para tratar de contestar a una pregunta: ¿dónde están las mujeres en la ciencia?, ¿no han contribuido a la ciencia a lo largo de la historia? A diferencia de los relatos oficiales de la ciencia, que la presentan como logros y descubrimientos de grandes hombres geniales, se comienza a reconstruir la historia de la ciencia de una manera completamente distinta. Se trata de entenderla de una manera contextualizada, con perspectiva y atendiendo a la práctica real. Eso hace que veamos que las contribuciones de las mujeres han sido muchísimas. Pero lo que ha pasado es que no tenían acceso a las universidades (se crean en el siglo XIII, pero ellas no acceden hasta el siglo XX) y, por otro lado, las contribuciones de las mujeres han tendido a ser desautorizadas o, como la mayor parte de ellas no podían publicar con su propio nombre, muchas de sus investigaciones acababan formando parte de las contribuciones del marido, el hermano o el padre. También hay casos en los que los nombres de las mujeres fueron masculinizados, con lo que al final acabaron desapareciendo de la historia.

¿Qué figura destacaría en Canarias de alguna mujer a la que le haya pasado algo así o no haya estado suficientemente reconocida?

Podríamos decir muchos nombres... Hace unos años hice un trabajo de investigación sobre María de Betancourt, hermana del gran ingeniero Agustín de Betancourt. Me llamó la atención saber que ella colaboró con su hermano en el diseño de la famosa máquina epicilíndrica, una máquina que permitía hilar y entorchar los hilos de seda. Ella trabajaba también para lograr más calidad en los tintes de la seda, cuando esa industria era muy importante en la isla y fueron destacadas sus recetas de tintes. Su contribución fue, en primer lugar, el de una de las pocas mujeres interesadas por el progreso de la sericultura en Canarias y la aplicación de los conocimientos de la ciencia y la ingeniería para el progreso económico y social en las islas. Es uno de los hitos que quedan un poco enterrados y que pasa a la historia como “la hermana de”. En ese contexto, cuando surgen las sociedades económicas de amigos del país, hubo más mujeres ilustradas. En Humanidades, más recientemente, nosotras destacamos siempre a una, que además es la única doctora honoris causa por la ULL (a ver si resolvemos esto cuanto antes), que es María Rosa Alonso, profesora, filóloga y ensayista muy conocida.

Ya en el presente, ¿por qué algunas mujeres ven el feminismo como algo obsoleto?

Eso es un problema, porque se tiende a pensar, de manera equivocada, que la igualdad está lograda, que las mujeres hoy en día tienen libertad para hacer y decidir, lo cual no es cierto. Las desigualdades de trato y valoración persisten en una cultura y sociedad que siguen siendo claramente androcéntricas. De nada nos sirve batallar para que las mujeres estén presentes en la cultura, la educación, la ciencia y la política si al final van a ser desautorizadas en esos puestos de trabajo y ámbitos de decisión por el hecho de ser mujeres. Lo que hay que hacer es tratarlas como personas con igual capacidad y habilidades que un hombre en ese ejercicio profesional. El feminismo es muy necesario, y es necesario atender también sus propuestas de cambio de la sociedad, como también son necesarios los estudios con perspectiva de género, porque no solo no se ha logrado la igualdad real (que es lo que interesa), sino que incluso vemos claros retrocesos, como en la violencia, que ha aumentado. Ver a las feministas como unas radicales es precisamente una manera de desautorizar a todo el movimiento por la igualdad.

En este sentido, un movimiento como Femen ¿ayuda?

Es complicado, porque se trata de un movimiento arriesgado que tiene sus aspectos positivos y negativos, pero los positivos solo se ven si eres consciente de qué es lo que están tratando de hacer. De la misma manera que cuando hemos hablado de ciberfeminismo hemos dicho que intenta trastocar y poner en entredicho lo que consideramos normal, Femen intenta eso cuando enseñan los pechos en ámbitos en los que está prohibido o es un escándalo. Usan su cuerpo como un instrumento político para reivindicar derechos de las mujeres, cuando son puestos en entredicho. ¿Por qué escandaliza la desnudez en el Congreso, pero no cuando abres internet y puedes encontrar la mayor oferta en pornografía, o cada día en los periódicos? Está autorizado en unos ámbitos, aquellos de interés para los hombres, y claramente desautorizado si eso supone una osadía al retar lo establecido. Por eso es tan escandaloso ver los pechos desnudos en el Congreso pero no nos escandalizamos si los vemos en una página de un periódico o en un vídeo de una estrella del pop. Han decidido por nosotras dónde la desnudez está bien y dónde está mal. Lo que Femen intenta es precisamente subvertir esas ideas, llamar la atención desestabilizando tu conjunto de ideas normalizadas. Desde ese punto de vista, Femen buscaba el escándalo, pero para lograr que la gente se planteara qué ve como normal y qué no, y por qué. Por otro lado, los medios de comunicación las tratan de locas y no se sabe qué están haciendo. Creo que no se ha entendido o no se ha hecho un esfuerzo por entender qué significa ese movimiento, y se las ha desautorizado injustamente, aunque no se comparta si era apropiado o no hacer lo que han hecho, o si han logrado o no su objetivo.

¿Lo han conseguido?

En gran medida han chocado con unos medios de comunicación que no han transmitido del todo bien qué pretendían ellas con eso, y cada vez se las ve menos. Además, tiene un gran coste personal para ellas, y más si no se logra el objetivo. Pero el mensaje de utilizar el cuerpo como herramienta política es una práctica que no se debe tirar a la basura así como así, sino que hay que analizarla y ver que lo que hay detrás es una propuesta radical de cambio de mentalidades y que no sean siempre los hombres quienes dicten qué podemos hacer o no con nuestros cuerpos. Eso lo decidimos nosotras.

Muchos hombres, y también mujeres, repiten aquello de que la peor enemiga de una mujer es otra mujer. ¿Hasta qué punto son responsables las mujeres de esta situación de desigualdad?

Si miramos los hechos y el papel de las mujeres a lo largo de la historia, creo que a las últimas a las que hay que responsabilizar de esto es a las mujeres, aunque sí es cierto que muchas lo que hacen es repetir el esquema machista. Eso forma parte de la cultura androcéntrica, porque ¿qué hace a las mujeres más poderosas?, que estén unidas. Por eso se llama tanto a las redes de colaboración, que no somos enemigas unas de otras. Tenemos que colaborar, compartir nuestras experiencias, hacerlas visibles y luchar por lo que consideramos justo. Por supuesto, los hombres deben incorporarse al proyecto. Es necesario que cada vez más hombres sean conscientes de que la igualdad es una ventaja para todos, hombres y mujeres. Ellos también sufren de la cultura androcéntrica: tienen que ser fuertes, solucionar los problemas del mundo, protegernos y, encima, no deben disfrutar de sus emociones de forma abierta porque es poco masculino. Si la mujer sufre de esta cultura androcéntrica, los hombres también, solo que ellos tienen el poder, y nadie cambia una situación de poder a no ser que vea alguna ventaja en ello. Así que la cuestión está en tratar de convencerlos de que la igualdad también tiene alguna ventaja para ellos, entre otras cosas, que pueden ser más felices y justos.

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