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Bermúdez el ilusionista

Ramón Afonso

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Dicen quienes saben de taumaturgia que, además de ser experto en las rutinas y los mecanismos técnicos, tres son las habilidades que debe tener un buen ilusionista: una es conocer la reacción del público y predecir su respuesta ante un truco, otra saber presentarlo de manera que los espectadores perciban claramente todos sus detalles y, finalmente, debe ser un buen comunicador que trasmita entusiasmo e ilusión a sus espectadores eligiendo la engañifa que mejor convenga en cada momento para que parezca algo personal y original. Estos códigos de buena praxis mágica fueron llevados al pie de la letra no sólo en la presentación en sociedad del Plan Especial de Las Teresitas, sino en todo el proceso que desencadenó el Caso Mamotreto.

Empecemos por el final. Como en el truco de la carta rota y recompuesta de Arturo de Ascanio, un famosísimo, aunque desconocido por estos lares, mago lagunero que revolucionó la concepción psicológica de la magia, centrando sus estudio en qué tipo de resortes mentales pueden elevar o mermar la potencia del efecto mágico en la mente del espectador, Bermúdez y sus ayudantes Estébanez y Garcinuño – no hay mago que se precie que no los tenga- nos presenta el truco de la playa abandonada y remendada. Pero el pegote encargado a la empresa pública Gestur ha resultado ser un plagio de otra fullería que, con la firma de Miguel Zerolo cuando era el hipnotizador que reinaba en la ciudad, fue desechada en 2009. Sin embargo, esta caterva de nigromantes vocacionales que nos gobierna lo intentan presentar como novedoso para el natural y más que justificado cabreo de su autor.

Mientras el gran mago prepara el truco final, el ayudante Estébanez, con galones de mago de las sombras y vocación de cómico mágico, en una de la tradicionales escaramuzas de distracción lanza los primeros conjuros sobre quienes no se tragan el engaño y prepara pócimas para convertirlos en estatuas de sal. El otro ayudante, Garcinuño, considerado un muggle - persona sin ninguna habilidad mágica- y por lo tanto, sin categoría para tener varita mágica, pero muy entregado a la causa, en otro extremo del escenario blande, como un mandoble Reyes Católicos, el informe de un catedrático maño que por el módico precio de 20.000€ de dinero público le da la oportunidad de amenazar, por enésima vez, con mantener en pie su confesado objeto de deseo, el mamotreto de Las Teresitas.

Finalmente, con una formidable puesta en escena, condición indispensable para un buen truco de magia, Bermúdez hace su aparición, y tras un breve saludo a los presentes, primero comenta las infografías animadas que representan una imaginaria playa de PlayStation, una suerte de trampantojo cibernético en el que amenaza convertir La Teresitas, luego entra en materia y entonces se comprueba que nada ha cambiado en el proyecto original de Zerolo/Perrault salvo que el mamotreto se sigue manteniendo pero será más grande, a los locales comerciales ahora los denominan área comercial que también será más extensa, que el mismo hotel de cinco estrellas no tendrá vistas al mar, cosa inaudita en un hotel de esta categoría, pues no superará la rasante de la montaña que da cobijo a la batería militar.

Como los ilusionistas que programa la actuación de modo que cada efecto sea más sorprendente que el anterior, el alcalde Bermúdez remata el truco afirmando que ésta es la playa que quiere la gente porque eso fue lo que dijeron en aquel simulacro de encuesta en el verano de 2014 –La playa que queremos-. Su desmemoria intencionada y la imperiosa necesidad de hacer que el truco surta los efectos programados le obliga a ignorar que nuestra gente le dijo que no quería ni mamotretos ni hoteles, que la ladera y el frente de playa se dejaran como están, que el paseo no elimine aparcamientos y se dotara a la playa de mejores servicios como duchas, aseos, cambiadores, que se proporcionara a los deportistas que utilizan la playa unas instalaciones apropiadas, que los chiringuitos tengan cobertura legal y mejores establecimientos para satisfacer la demanda de bañistas y visitantes.

Sin embargo, esta playa de diseño futurista que se adivina tras el truco de Bermúdez y sus acólitos es el inicio, Ley del suelo de Clavijo mediante, de un proceso urbanístico que puede convertir San Andrés en una macro urbanización como esas Américas que muy pocos desean. Es la playa que siempre quisieron los empresarios de toda la vida que no pueden permitir que el pueblo disfrute de una playa natural sin que ellos saquen tajada. Esos empresarios que se sentarán en el banquillo de los acusados el día 9 de septiembre por el Caso Las Teresitas, pero son también aquellos otros que acechantes esperan su oportunidad para hacerse con el botín. Es el escenario donde la corrupción ha hecho plaza fuerte con el consentimiento, si no de su impulso, de los sucesivos gobiernos municipales, éste como el que más.

Acabemos por el principio. Funcionarias cesadas de malos modos por no querer ser cómplices de las tropelías orquestadas por el grupo de gobierno, informes y contrainformes de dudoso interés para el caso pagados con dinero público, descomunales campañas mediáticas encaminadas a legalizar el delito, instrumentalización malintencionada de instituciones públicas como la Cotmac o privadas como el Colegio de Arquitectos, ocultar deliberadamente información a la ciudadanía… Estos han sido algunos de los “trucos” más habituales en la vida pública del alcalde Bermúdez y sus acólitos desde el momento mismo que se dictó sentencia en el caso mamotreto. Pero su obra más lograda ha consistido en sabotear la ejecución de la sentencia durante más de un año y medio, obra cumbre de la superchería política por escamoteo felizmente derrotada por “la ilusión de los vencidos”.

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