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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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Falta derribo

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Indra Kishinchand López

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Ni tú eras para tanto

ni yo soy para ti

Joaquín Sabina

Definitivamente los domingos son las noches de las pesadillas eternas, de las carreras sin retorno, de la angustia injustificada. Otro domingo más me vi atrapada y sin aliento entre dos cuerpos iguales que terminaron por lanzarme a la muerte. Tras el intento de salvar a uno de ellos, este me confesó, entre risas, que, de nuevo, había caído en la trampa. Que me había arriesgado por quien no debía y que ahora no solo sería yo el cadáver, sino que arrastraría conmigo a quien había querido socorrer. Lloré mientras me empujaba por unas escaleras impolutas en las que solo quedaba el rastro de mi sangre y le pedí una oportunidad más para la maldad. Hasta que desperté.

Hay otros días que no son domingos, como los martes y los jueves, por ejemplo, que no recuerdo lo que sueño y que únicamente me despierto de madrugada cada hora con una sensación de ausencia. Es como la huella de todas las aspiraciones que me atormentan y de todos los errores que me persiguen. También hay noches, normalmente los miércoles y los viernes, que me despierto después de seis horas de sueño y dudo durante unos instantes si mi felicidad casi in(finita) fue merecida o si simplemente se me premia de la única forma que sabría asumirlo: efímera y fugazmente.

Muchas veces cavilo sobre los sueños mientras estoy despierta e imagino cómo sería escribir cartas sin destinatario ni remitente. Yo simplemente me dirigiría a quien no le dije todo lo que hubiera querido, o a quien no se lo dije de la manera en que debía, y echaría al buzón sobres con la promesa de volver a por mis letras. Aseguran en The Handmaid's Tale que lo normal es solo aquello a lo que se está acostumbrado, y con el tiempo lo habitual pasa a ser anormal. Puede que eso suceda con las palabras ausentes y las cartas trotamundos.

Puede además que ellos hicieran referencia a la capacidad que tiene el poder de darle la vuelta a la vida a través del miedo. Del talento de la autoridad para poner la verdad del revés y convertir en desierto todo lo que un día fue poema. Tal vez ellos solo hablaban del pánico que produce el abandono forzado o la falta de amor, las mentiras previas al dolor y la muerte que produce la desconfianza. Puede que solo exclamaran con pánico que ellos son como nosotros. Hasta que despierten; hasta que dejen de serlo.

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