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¡Hola, hola!... tenemos un problema

Carlos Castañosa

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Empezaron como un juguete, pero la voracidad y premura de la evolución tecnológica han convertido los drones en motivo de alarma por el riesgo potencial que conllevan sus múltiples opciones y posibilidades de utilización.

No se sabe bien el porqué, pero casi todos los avances de la humanidad terminan siendo útiles de guerra. El hacha de sílex, la rueda, el fuego, aperos de labranza como la hoz o instrumentos de trabajo como el martillo… Todo termina siempre en armas ofensivas o defensivas como símbolos de que todo progreso también puede matar mucho.

No parece creíble que los hermanos Wright relacionasen la gloria del primer vuelo de un aparato más pesado que el aire con las bombas de Hirosima y Nagasaki de medio siglo después. Ni que la máquina de vapor de Watt supusiera un primer paso de la locomoción armada para sustituir los caballos de batalla por infernales máquinas sobre ruedas. O que los éxitos aeroespaciales sirvieran para perfeccionar sistemas de misiles a niveles de ficción.

Tampoco era previsible que la industria armamentística se constituyera en el motor de la economía global, con el tráfico con armas en connivencia con el de drogas y el de personas. Un trípode para sustentar el poder financiero del mundo y controlar el blanqueo de conciencias políticas.

La gran paradoja estriba en que la degeneración del progreso hacia el belicismo siempre redunda en beneficios posteriores para la vida civil; porque en plena guerra se perfecciona la técnica de los artilugios pensados para matar, y luego resulta que los logros tecnológicos desarrollados en campaña se convierten en negocio para vender seguridad, comodidad y bienestar… a buen precio…

Asistimos en la actualidad, sin percatarnos apenas, de que estamos iniciando una nueva era dentro del contexto aquí descrito, cuyo protagonista es el dron (RPAS); pues el desarrollo técnico y la versatilidad de sus funciones producen cierto vértigo. Hemos pasado en un par de años de un avioncito de juguete teledirigido -regalo estrella en Reyes para niños- a un obsequio sustitutivo de cesta de navidad, o presente cual ramo de flores entre parejas enamoradas, o en lugar del anillo de pedida, a un dron con piedrecitas engarzadas en las aspas.

Pero si saltamos al plano del emprendimiento empresarial, las opciones son infinitas. Desde los sistemas de vigilancia, privada u oficial, a la sustitución de los aviones tripulados de calibración para radioayudas y servidumbres para la fase de aproximación en aeropuertos -en proceso experimental (Canard)-, así como la filmación aérea de eventos y acontecimientos desde una perspectiva inalcanzable desde los medios convencionales. ¿Nos imaginamos un taxi-dron no tripulado para cuatro personas y equipaje? Pues está a punto de inaugurarse en Dubai.

Se presentan unas expectativas inquietantes. Sobre todo si nos centramos en los posibles ejercicios de investigación y en aplicaciones militares.

¿Pero qué sucede con la seguridad aérea? Para España, el Real Decreto 8/2014, de julio de 2014, establece el marco jurídico, como normativa temporal, donde se regula la operación de RPAS de hasta 150 kilogramos. Es responsabilidad de AESA (Agencia Española de Seguridad Aérea) la formación y certificación de pilotos, inspección y habilitación de operadores. Para aeronaves no tripuladas de más de dicho peso, es la Agencia Europea (EASA) la que controla la seguridad operativa.

Parece una burocracia demasiado provisional, como corresponde a una intensa progresión técnica cuyo desarrollo se marca por meses. Es por lo que puede causar inquietud en los profesionales del medio aéreo. Por ejemplo: en aproximación a Tenerife Sur un comandante informa de la presencia de un dron en su senda. La respuesta de AENA es que se trata de un globo de helio de los usados en Meteo (que tampoco debía estar ahí). Pero lo grotesco del caso es que, al día siguiente, aparece en las redes (FB) la filmación del dron con la película del avión denunciante en vuelo.

Lo más delicado de comentar en este análisis es la alarmante noticia sobre la final de la Champions League de 2017 de que “la UEFA baraja desplegar el techo retráctil en la final del 3 de junio para proteger el Millenium Stadium de posibles ataques terroristas con drones y con bombas” (sic). Si esto es así, aparte de una imprudencia temeraria por “dar pistas”, parece increíble dejar indefensos y en un posible punto de mira a todos los sintecho.

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