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'Je suis' Abubukaka

Representación de Abubukaka en el festival Mueca, en Puerto de la Cruz

Camy Domínguez

Desde pequeños mis padres se esmeraron en llevarnos a misa todos los domingos y fiestas de guardar y allí nos manteníamos calladitos durante la celebración, no como otros chiquillos escariotes, que se la pasaban mirando para detrás, hablando y haciendo burlas de todo.

Nos enseñaron a rezar por la noche, aprendimos las oraciones y el catecismo entero, cumplimos los mandamientos casi a rajatabla y recibimos varios sacramentos. Ni por los lazos del demonio se nos hubiera ocurrido ir a comulgar y regresar chascando con la boca abierta la sagrada forma sin el recogimiento debido, porque mi madre allí mismo nos hubiera dado un pellizcón retorcido sin recibir queja alguna por nuestra parte.

No sé si después el hecho de ser estudiados hizo mella en nuestro entendimiento de lo religioso, aunque mis hermanos y yo nos casamos por la Iglesia y bautizamos a todos los niños, pero hemos llegado a un punto de someter a un tamiz casi irreverente todas aquellas cuestiones que de pequeños no se nos hubiera ocurrido cuestionar, ya fuera por el dolor agudo de los pellizcones retorcidos o más bien por eso que llaman el “temor de Dios”. Y nuestra madre sufre en silencio y a veces muestra su disgusto en voz alta: “Tanto que uno luchó por darles una doctrina…” ¡Y hasta nos dice que somos unos herejes y todo!

Pero… estoy segura de que, si en vez de estar aquella tarde desafiando al frío y al vértigo en lo más alto de las gradas de la explanada de Puerto de la Cruz viendo el Caribe Mix 2 de Abubukaka con un amigo hubiera estado con mi madre, esta se habría partido el culo de la risa viendo cómo Cande y Pino competían por ver cuál de ellas sería la patrona de Canarias, no sin antes bendecir la función con algo así como: “¡Mia parái! ¡Fuertes sinvergüenzas!”. También me creo que se habría reído bastante con el sarcástico Cristo crucificado que como nadie interpreta Víctor Hubara en una de sus más recientes puestas en escena criticando algo tan humano como el estado de las listas de espera de Sanidad.

Pues ahora, en pleno siglo XXI, no se le ocurre otra cosa a ciertos sectores tradicionales laguneros que quejarse de lo irreverente que resulta la actuación de Abubukaka en las fiestas del Cristo porque atenta contra los sentimientos religiosos de la población, de toda la población (unos 153.000 habitantes) de una de las ciudades más cosmopolitas de Canarias, que es Patrimonio de la Humanidad.

Creo que es un absoluto retroceso para lo que ha sido hasta el otro día el centro cultural de nuestro archipiélago donde cabían todas las manifestaciones culturales, la envidia de muchas otras ciudades que ya quisieran para sí esta ebullición. No me extrañaría que algún iluminado también saliera a buscar a algún que otro abogado católico para denunciar a uno de los mejores grupos de teatro que existen ahora mismo en Canarias. Así también le pasó ahí más atrás al drag Sethlas, a cuyo diseñador, tal como habíamos previsto cuando surgió la polémica, no han parado de lloverle las ofertas para el próximo carnaval hasta el punto de que hace ya un par de semanas dijo en las redes que no está por recoger más proyectos para el próximo carnaval porque no le va a dar tiempo para tanto y de sus palabras se deduce que continuará en la línea de levantar ampollas a los estamentos más propensos a escandalizarse.

Pues sabido es que este tipo de actuaciones para lo único que sirven es para que cada vez más gente se cuestione en qué nos diferenciamos los católicos por ejemplo de los fundamentalistas que atentaron contra las oficinas de Charlie Hebdo en 2015 para vengarse por las reiteradas caricaturas de Mahoma, lo cual disparó infinitamente las ventas de las ediciones posteriores de la revista.

Lo mismo pasará con Abubukaka, que tendrá más seguidores y en el futuro hará falta ampliar el espacio escénico del Mueca hasta El Peñón, si no hasta Punta Brava, y encima, con la recién creada fiesta del Parking 2017, no me extrañaría que de esta descentralización de escenarios saliera algo que engrandezca más a La Laguna, que, curiosamente, a pesar de tan agrias menudencias, es y sigue siendo la ciudad de los Adelantados…

Si Cuneta Deluxe se representó hace dos semanas nada menos que en un convento de un pequeño pueblecito norteño como es Los Silos, ¿cómo es posible que en La Laguna pasen estas cosas?

¡Vamos, hombre! Señor obispo, señor Alarcó, señor Esclavo Mayor y todos los firmantes que suscriben la petición para que no actúen en las fiestas o simplemente apoyan dicha propuesta, bajen las armas y acérquense por el parking de Las Quinteras para conocer las cosas, para perdonar el gran error -si es que es tan grave, porque más de un cura conozco yo que cuenta chistes irreverentes en sus ratos de ocio-, y sobre todo para desentumecerse y hacer amigos entre los laguneros y visitantes de las fiestas, especialmente entre la juventud que cada vez se aleja más del origen de la celebración.

Observo que, si siguen las cosas como van, en unos cuantos años más, cuando mi madre, que tiene casi 73 y que solo fue un año a la escuela, sea incapaz de visitar la iglesia por su pie, no sé qué voluntarios más jóvenes que ella encontrarán en las parroquias para leer las lecturas y salmos o para ayudar en misa.

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