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Libertad de expresión

Lidia Rodríguez

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Una de las primeras lecciones que te dan en la facultad de periodismo es el valor del derecho a la información y la libertad de expresión. El periodista no va cargado con un arma ni con el código civil o penal debajo del brazo, sino que lo hace con el derecho a la libertad de expresión y de información.

Por esto, cuando se produce el más mínimo conflicto en referencia a este asunto, los periodistas se ponen la capa y lo defienden como si se les fuera la vida en ello, aunque es cierto que a veces les pierde la falta de autocrítica, uno de los pilares que deben regir en la profesión.

La semana pasada unos jóvenes de la Facultad de Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) fueron noticia por no dejar entrar en su facultad al expresidente del Gobierno Felipe González y a Juan Luis Cebrián, director del grupo Prisa. Esto desencadenó una serie de comentarios en contra de los estudiantes por recibir al expresidente con eslóganes poco adecuados. Si Cebrián y González hubiesen dado la charla en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Laguna (ULL), no sé cuál habría sido mi postura, pero, desde luego, no habría sido motivo de orgullo y satisfacción.

Muchos periodistas, como Ignacio Escolar, han señalado que la universidad no es un espacio de censura y que lo adecuado hubiese sido acribillarlos a preguntas. Y estoy más que de acuerdo.

Desde hace un tiempo, sigo una serie llamada Newsroom. Es como Periodistas pero en versión americana. En su primer capítulo, un periodista veterano algo escéptico acude a una facultad de periodismo y le toca responder una pregunta incómoda de una de sus estudiantes: ¿por qué Estados Unidos es el mejor país del mundo? La respuesta provoca que tanto el periodista como el medio que dirige se planteen su forma de hacer periodismo.

Es inevitable preguntarse si esto hubiese sido posible en la UCM y si uno de esos jóvenes hubiese podido cambiar la trágica dirección que está tomando tal grupo de comunicación, que sí representa una amenaza para la libertad de expresión y de información. Cebrián supone una amenaza para la libertad de expresión porque se dedica a silenciar a periodistas como Javier Gallego o Fernando Berlín. Son periodistas incómodos, periodistas que consiguen que te sientas orgullosa de lo que haces.

Canarias

Si los intereses políticos y económicos influyen en medios como El País o la Cadena SER, imaginemos cómo influyen los poderes fácticos en el ámbito regional o en el local. Un ejemplo… Durante los años en los que transcurrió el caso Las Teresitas existía un silencio generalizado y pocos fueron los periodistas que intentaron romperlo.

La explicación de que no se contara lo que ocurría no se debe a la omertá, palabra que utiliza la mafia siciliana para referirse al silencio. La culpa es de los periodistas que se rindieron ante el poder. Quizá debamos aprender algo de los estudiantes de Ciencias Políticas y dejar el ombliguismo.

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