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Motivos para no estar orgullosos de CEPSA

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David Cuesta

Suele ocurrir que los medios de comunicación entrevisten a directivos de grandes empresas. Es habitual que los altos cargos aprovechen estos encuentros para difundir las bondades de la entidad privada a la que representan. Si el invitado se siente cómodo, si no tiene que enfrentarse a sus contradicciones, lo normal es que termine por distorsionar la realidad. En estos casos, el ejercicio periodístico se transforma en una publicidad encubierta que el consumidor se traga con la nariz tapada.

Con la nariz tapada hay que leer la entrevista a José Manuel Fernández Sabugo, uno de los jefazos de CEPSA en Canarias, que el pasado 31 de mayo publicó Diario de Avisos. Y eso que los antecedentes prometían un desenlace distinto. El periódico que más ha informado de la contaminación de la refinería de Santa Cruz de Tenerife pregunta a uno de los máximos responsables de la petrolera. Contra todo pronóstico, el resultado es un paseo por un mundo paralelo donde nunca huele a azufre y los ciudadanos tenemos que dar palmas a la pata coja ante las constantes muestras de generosidad de la empresa. El titular es todo un acierto porque resume lo que nos vamos a encontrar si seguimos con la lectura: “CEPSA debería ser motivo de orgullo para los ciudadanos”. 

Es importante que nos adentremos en la profundidad del relato que nos brinda el entrevistado. A Fernández Sabugo le llama la atención que exista un rechazo social a la actividad de su empresa, aunque se esfuerza en asegurar que es menor de lo que puede parecer. A nadie se le escapa que una refinería en medio de una ciudad no es un generador de felicidad. CEPSA siempre lo ha sabido. Por eso ha hecho un esfuerzo ingente durante años en publicitar cualquier acto de masas. Desde patrocinar a un equipo de fútbol a ser la marca puntera del Carnaval. Es la única manera de intentar disfrazar el daño que su actividad causa al medio ambiente, patrimonio de todos, y a la salud de los seres vivos que habitan en sus alrededores. Pero la publicidad engañosa, incluidas las numerosas campañas en los medios de comunicación, no deja de ser eso, un disfraz.

No es cierto que CEPSA se plantee abandonar la capital tinerfeña porque hay un Gobierno autonómico muy malo que persigue a la compañía. Al contrario, la petrolera debería estar eternamente agradecida por el hecho de que el Ejecutivo regional históricamente haya mirado para otro lado ante los continuos incumplimientos de la refinería, que en varias ocasiones ha superado los límites legales a partir de los cuales la contaminación comienza a tener una afección directa en la salud de las personas. La Administración estaba obligada a avisar a la población, pero nunca lo hizo.

Si el Gobierno de Canarias decidió un día cerrar el puño ante CEPSA fue porque vio los dientes a los juzgados. Una denuncia de los exconcejales Guillermo Guigou y Ángel Isidro Guimerá, de Ciudadanos de Santa Cruz, desencadenó que la Fiscalía Provincial hiciera lo propio y provocase la apertura de una causa penal en la que se investiga un supuesto delito sobre el medio ambiente, con efectos en la salud humana, a raíz de las emisiones de la refinería. El miedo se instaló en el seno de la Consejería, que se puso las pilas y sacó adelante un plan para exigir a la compañía que redujese el dióxido de azufre que salía por sus chimeneas. 

Después de años de impunidad, CEPSA se enfrentó a una situación para la que no estaba preparada. La reacción de la petrolera fue echar un pulso al Gobierno, bajo el pretexto de que sus exigencias eran imposibles de cumplir, y cesó la actividad de refino, principal motivo de la contaminación. La realidad es que la empresa, si quisiera, podría cumplir la nueva normativa. Para ello solo tendría que invertir en la renovación de sus instalaciones, que se han quedado obsoletas. No olvidemos que la refinería de Tenerife fue la primera planta de estas características que la entidad puso en marcha en España, hace ya 87 años. Ha llovido mucho azufre desde entonces. Tanto como para colocar a Santa Cruz de Tenerife en el mapa de las ciudades más contaminadas de Europa.  

Fernández Sabugo reconoce parte de esta realidad cuando admite que, si encienden la maquinaria, incumplirían la normativa, algo que en el pasado no les importó mucho. Acierta también en que se ha recurrido la decisión y la cosa está pendiente de que falle la Justicia. Es llamativa la capacidad que tenemos las personas para acordarnos solo de la parte que nos interesa de una historia. Al directivo de CEPSA, por ejemplo, le resulta muy fácil hablar del contencioso abierto, pero guarda un sospechoso silencio sobre el procedimiento penal, aunque también es verdad que nadie se lo recuerda.

Tampoco es cierto que el tráfico contamine más que la refinería, a pesar de que esta afirmación se repite tanto en la pregunta como en la respuesta de Fernández Sabugo. “Si nosotros ponemos todos los coches en una esquina y la refinería en otra, yo no le tengo que decir hacia dónde se inclinaría la balanza”, afirma el entrevistado. La respuesta también está en la hemeroteca: un estudio achaca a CEPSA el 78% del azufre que respira Santa Cruz. La balanza casi tocaría el suelo por el lado de la refinería. Si le queda alguna duda al directivo de la empresa de la que todos deberíamos estar orgullosos, con la nariz tapada, la realidad demuestra que, en los dos años en que la instalación ha dejado de refinar, las emisiones de este contaminante se han reducido en el 50%.

Claro que siempre es más fácil culpar al ciudadano de la contaminación, que obviamente tiene su parte de responsabilidad, antes que cuestionar a una gran empresa que invierte mucho dinero en publicidad. Y que genera empleo estable, otro de los principales argumentos de los que intentan tapar las vergüenzas de la petrolera bajo la riqueza de su actividad. Es incuestionable que CEPSA ha sido la principal industria de Tenerife y uno de los motores del desarrollo económico de la capital. Pero hay cosas que el dinero no puede comprar.

Varios estudios científicos vinculan la contaminación de la refinería con daños a la salud de las personas, como el aumento de la mortalidad por enfermedades cardiorrespiratorias. Es muy cruel obviar este hecho, pero resulta peor el intento de enfrentar a los trabajadores con los ciudadanos que se preocupan por los efectos que provoca una actividad contaminante. No podemos vivir con la nariz tapada para evitar que el azufre se cuele en nuestro organismo.

CEPSA ha superado en numerosas ocasiones el límite horario de dióxido de azufre que se considera dañino para la salud. La barrera de por sí es bastante conservadora si se compara con las recomendaciones de la OMS, mucho más exigentes. Lo ha hecho con la complicidad de las administraciones públicas y nunca ha sido capaz de reconocer sus excesos. Las responsabilidades penales, si las hay, tendrán que ser asumidas por la petrolera ante la Justicia, pero la falta de sensibilidad social que ha demostrado la compañía es imperdonable. No, por mucho que le pese al señor Fernández Sabugo, no tenemos ningún motivo para estar orgullosos de la refinería. Por muchos equipos de fútbol y galas del Carnaval que patrocine.

De lo que debemos sentirnos orgullosos los ciudadanos es de que hayan existido políticos capaces de llevar a un gigante de la publicidad como CEPSa ante los tribunales. O de una fiscal como Inmaculada Violán, que denunció la contaminación de la refinería y se mantuvo firme cuando el juzgado archivó la causa sin haber practicado ni una sola prueba. La Audiencia Provincial aceptó su recurso y ha obligado, tras tirarle de las orejas a la jueza de turno, a que se investigue hasta el fondo el posible delito cometido por la petrolera. O de periodistas y directores de medios que rompieron la censura que rodeaba a la industria para informar de lo que era un asunto tabú. Esaú Hernández y Vicente Pérez hicieron sudar la gota gorda durante años a técnicos y asesores de comunicación de CEPSA. 

Vicente Pérez, por cierto, firma todas las noticias que he enlazado en este artículo. Todas menos la entrevista a Fernández Sabugo. Cuando Diario de Avisos, el periódico en el que trabaja, publicó las declaraciones del directivo de CEPSA, colgó en su perfil de Facebook un comentario en el que desmonta con elegancia todas las mentiras sobre la refinería. Hay compañeros que saben dónde termina su responsabilidad con la empresa que les paga y dónde empieza su deber con la sociedad que los necesita. 

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