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Partidos partidos

Asier Antona

Camy Domínguez

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A lo largo de los últimos meses hemos asistido atónitos al espectáculo de cómo se partían en pedazos los diferentes partidos políticos de uno y otro flanco, como si fueran los cascarones de endebles barquillas en medio de una tempestad.

Primero vimos cómo se repetían las elecciones generales, con todo el pastón que eso supone, porque no se ponían de acuerdo unos y otros para formar gobierno. Más tarde Pedro Sánchez decidió marcharse y ahí mismo sucedió lo nunca visto: el PSOE se plegó para permitir que gobernara el PP, lo cual dejó la entredicha unidad de los socialistas en puro papel mojado.

Pedro, con el rabo entre las patas, decidió darse una vuelta por todos los pueblos de España buscando recuperar la confianza perdida de los afiliados para ver si en el próximo asalto puede ganarle a Patxi López o tal vez a Susana Díaz. En nuestro archipiélago fue tal la debilidad y el encaprichamiento en el que se sumieron los socialistas canarios, que el presidente Clavijo se vio obligado a cesar a los que habían sido sus compañeros de viaje y pensar que por el momento más valía solo que mal acompañado.

Después, los de Podemos, que siempre supimos que eran un batiburrillo de gentes llegadas de todas las rebeldías cosechadas en diferentes ámbitos políticos, civiles y militares y que perseguían diferentes objetivos y, por esas mismas razones, ahí los hemos tenido a unos y otros dimitiendo en bloque por varios puntos de la geografía, mientras en el escenario principal veíamos cómo Superpablo fagocitaba a Errejón. Eso sí, con toda la deportividad que son capaces de exhibir de cara a la galería estos dos compañeritos de pupitre.

Pero hay una cosa en la que yo no había reparado. El PP también está partido y repartido y yo ni me había enterado porque Rajoy nos tiene muy entretenidos contándonos sus cada vez más asombrosos enredamientos lingüísticos, más apropiados para un demente que piensa en voz alta en el patio de algún internado de salud mental que para el discurso de un presidente de un país del primer mundo como es el nuestro (recordemos especialmente ese en el que afirmaba muy convencido que la factura de la electricidad iba a bajar debido a que iba a llover). A esto sumamos la estampida de José Manuel Soria, descabezado de todo lo político por sus ambiciosas incursiones en historias de paraísos fiscales, por lo que ha dejado como sucesor impuesto en Canarias a Asier Antona, que dicen las malas lenguas que tiene aspiraciones de reyezuelo por lo que ahí mismo le ha salido una respuesta inmediata: a punto de celebrar su congreso al PP de Antona le han salido una jauría de competidores a ver si pueden llevarse por delante esta tiranía de quien no permite que nadie le haga sombra.

Así pues, lo que estoy viendo es que la mayoría de los partidos está dividida (seguro que alguien dirá que “el mío más”) y cada uno de los segmentos, interesado en “jalar el ascua pa’ su sardina”; que la mayor parte de los gobiernos está debilitada de modo que muchas instituciones están siendo gobernadas con minorías o con pactos recelosos nada saludables para la democracia. Por tanto, por una vez no le voy a dar la razón al refranero. Aquí no vale lo de “divide y vencerás”; no parece que dividiéndonos vayamos a vencer en nada; aquí no vale el poner la ambiciosa individualidad de cada político por encima del interés de la ciudadanía. Lo que interesa es crear solidez y gastar energía en echar para delante el país y no en estar cultivando el ego de tanta ave carroñera de la cosa pública. Si no nos unimos, cualesquiera que sean los colores, poniendo a un lado las aspiraciones individuales, para sacar este país del cada vez mayor atraso en el que nos hemos sumido, vamos de culo y sin frenos.

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