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Paz, alegría y amor, mejor con un regalo

José Miguel González Hernández

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Lo que era una celebración meramente religiosa ha traspasado determinadas barreras hasta convertirse en una fiesta, con todo lo que significa el término. Lo que era una temporada para la reunión familiar que tenía como finalidad no olvidar las raíces y tejer fuertemente los vínculos se ha convertido en un tit for tat (o lo que es lo mismo, pero en otro idioma, un toma y daca) de regalos y excesos generando culto a la fiesta a través del consumo, uniendo la onomástica al placer que origina una acción de consumo.

Ahora bien, si todo comenzó con la celebración de un cumpleaños, ¿por qué nos regalamos el resto? Bromas aparte, se ve, se siente, que ya estamos en medio de las fiestas. Los grados de alcohol comienzan a subir al mismo ritmo que lo hacen los kilos provenientes de los langostinos de diversas tallas, patas de jamón e innumerables tipos de dulces navideños. Lo cierto es que la reunión, la sonrisa perpetua (en muchos casos hipócrita) o el hecho sentirse bondadoso con el prójimo se convierten en la excusa perfecta para que la sociedad de consumo ponga mucho de su parte a la hora de generar rentabilidades poco conocidas el resto del año. Comienzan quince días, aproximadamente, en los que las tarjetas de crédito se esconden entre los diferentes departamentos de las carteras con el fin de evitar que se les origine un agujero.

Pero eso no siempre ha pasado. Cuando las cosas comenzaron a ir mal, allá por el tercer trimestre de 2007, y empezó la tasa de paro a incrementarse de forma continua, el consumo cayó y se gestionó el denominado ahorro precaucional, de tal forma que las buenas cifras con las que se espera cerrar el año no tendrán una total actitud compensadora respecto a lo que ya ha pasado.

De esta forma, el consumo privado ha caído casi el 13% desde 2008, y se ha centrando la caída en los bienes duraderos, al haber menos renovación en estos, y en los no esenciales, destinando la renta supérstite a los gastos inelásticos (alimentación, vivienda, sanidad y educación).

En el escenario actual, estando en medio de la manida y mencionada recuperación de la economía, se ha llegado a una cifra de repunte del consumo que casi alcanza el 5% de forma acumulada, en la que el comercio online toma cierto protagonismo junto al tradicional calzado y al textil. Como no podía ser de otra manera, también los juguetes. Dicho repunte ha permitido que el empleo crezca, aunque con más cantidad que con calidad.

Por ello, seamos optimistas, pero que la locura no invada nuestro destino porque está bien generar economía, pero sin hipotecar la nuestra.

José Miguel González Hernández

Economista

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