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El agón y el canon, una exposición oficial del Gobierno de Canarias censurada por el Gobierno de Canarias

Maisa Navarro

En el panorama de las exposiciones recientes, la consagrada por el Gobierno de Canarias a la relación entre pintura y poesía como encargo a los profesores Andrés Sánchez Robayna (Literatura) y Fernando Castro Borrego (Historia del Arte) ha creado un peligroso precedente que merece toda atención.

El detonante de la censura, practicada mediante la cancelación de la itinerancia prevista y según parece con la retirada del catálogo, han tenido como causa la reivindicación propiciada por una iniciativa a través de Change.org por una artista (Alba González Fernández) que ha protestado por una supuesta ausencia de representatividad femenina en la exposición, que ha planteado un recorrido temático acerca de los mitos culturales de Canarias expresados en la literatura y a través de la visibilidad proporcionada por el imaginario de los artistas plásticos.

La necesaria actividad de crítica propia del sector artístico aquí se ha convertido en un concepto nuevo que merece atención.

El contenido de una actividad pública tan significativa como esta merece todos los pronunciamientos que permitan debatir acerca del canon creado desde la transición política en los años 1970 hasta la fecha, que en la historia de Canarias ha sido el de mayor continuidad e intensidad por el vínculo que ha establecido de manera intensa entre la producción cultural y los objetivos políticos, o mejor, por la misión que la política autonómica ha asignado a cierta producción cultural.

Lo más sorprendente de todo el acontecimiento es que la reivindicación que dio pie al debate -la diferente presencia femenina en la nómina de artistas presentes en la muestra- cuenta con décadas de debate en el terreno internacional, es decir, no es ninguna novedad, y que su verdadero motivo está en la ausencia de investigación promovida por las instituciones autonómicas, y por la ausencia de interés real en las ya producidas: ¡qué paradoja que la única tesis doctoral realizada en Canarias sobre Mujeres artistas e iconografías femeninas, presentada en 2006 bajo la dirección de Fernando Castro, no lograra nunca publicarse a pesar de haberse presentado por su autora, Yolanda Peralta, a diversos órganos de esa administración incluyendo el Instituto de la Mujer!

El asunto no deja de tener su interés, a pesar de que es objetivo que la presencia femenina en las prácticas artísticas no se puede considerar normalizada, al menos en términos de igualdad de acceso a la formación artística, hasta las dos últimas décadas del siglo veinte. De hecho, a pesar de que fuera posible mencionar algunos nombres que podrían o quizás deberían formar parte de la muestra, no es ese el argumento relevante, a mi juicio, en el problema de la invisibilidad de las artistas femeninas no solo en este caso sino, en general, en los recursos culturales en Canarias y en el contexto general.

Varias consecuencias se derivan de este gesto anómalo del Gobierno de Canarias: la primera y más significativa es una novedad. Esta polémica sometida al altavoz del coro teatral de esta campaña -como el agón del teatro griego que se pronuncia sobre los acontecimientos de la escena juzgándolos en términos morales- es ahora la red y su potencial capacidad de torcer voluntades políticas por el peso de la supuesta legitimidad de las cifras de participación en clave de “me gusta” o “no me gusta” quien asume aquí el papel de único juez del pensamiento colectivo. No es irrelevante la campaña que aquí se ha organizado, ni tampoco deberían dejarse de lado los estados de opinión procedentes de estos medios. Merecen tenerse en cuenta. Sin embargo, la falta de procesos de reflexión en esta clase de fenómenos esconden un profundo problema, ya que sus procesos nada tienen que ver con los debates del sistema de la cultura.

La autonomía de los métodos del comisariado en el sistema de la creación artística y de la producción en los medios creativos quedan así sometidos a campañas en las que es fácil promover sin argumentos o con intereses ajenos a la legítima exigencia de calidad de los productos culturales nada menos que la censura, el secuestro de una edición, la obligación de modificar el contenido de productos culturales... También tendrían cabida fácilmente a medio plazo campañas de revanchismo promovidas por meras discrepancias o cuestiones de gusto.

¿No está muy próxima cierta reivindicación de censurar una exposición, secuestro de la edición del catálogo de los matices propios de los delitos de odio? En cualquier caso, se parece peligrosamente a los acontecimientos vividos por las manifestaciones culturales en los regímenes totalitarios en los que la política supervisaba y vigilaba de cerca obras, autores y actividades.

El resentimiento que implica impide, a mi juicio, analizar intelectualmente una actividad como la que se presentó a través de esta exposición.

Sorprende no solo el gesto: una censura procedente de sectores de la creación. Sorprende además y sobre todo el gesto de un Gobierno de Canarias que responde a la petición promovida en las redes confirmando la censura de una actividad de la que es responsable.

¡Qué oportunidad perdida para debatir en actividades paralelas los contenidos expuestos, incluyendo si fuera el caso una revisión fundamentada de contenidos expositivos, de colecciones o de políticas de museos y centros de arte, y sobre todo, de trabajos de investigación y proyectos que contribuyan al conocimiento de los mitos, creadores o fenómenos no representados en la muestra!

Resulta difícil de comprender cómo una sociedad que ha tenido que luchar durante tantas décadas para conseguir un contexto representativo de una sociedad democrática avanzada asuma con esta naturalidad conductas tan alejadas de la normalidad en términos culturales. El abandono del principal ideal en el que se ha sustentado la creación contemporánea, el de la libertad de pensamiento, aparece aquí seriamente amenazado. El espíritu de la utopía de Ernst Bloch, la obra aparecida no por casualidad en el año 1919 y escrita hace ahora un siglo, durante la Primera Guerra Mundial, debe recordarse. Su reclamación de esperanza en la utopía, cuyo territorio libertario es la creación, se desgranaba tras el análisis del modo en el que las masas habían sido conducidas a la guerra con participación de la propaganda a través de los nuevos medios de masas. Este enfoque crítico y el mismo fundamento de nuestras libertades no debe ser olvidado porque las conductas propiciadas por los medios de masas guardan similitudes con los estados de opinión propiciados ahora con mayor inmediatez por las redes sociales.

No parece que la suspensión de la itinerancia prevista y la retirada del catálogo de la muestra sean una respuesta institucional propia de una colectividad madura, que no teme a los retos de la sociedad contemporánea y que afronta sus actos con coherencia y responsabilidad.

Por el contrario, parece que posibilitar la participación profesional en un tema de tanta relevancia mediante la itinerancia de la muestra programada en todo el territorio de Canarias, y la difusión del catálogo, acompañados de jornadas de estudio y debate, con participación de los sectores profesionales interesados, permitiría convertir la ocasión en un verdadero acontecimiento cultural.

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