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El privilegio de estudiar

Lidia

Lidia Rodríguez

Me disponía a hacer el artículo de esta semana, y ya tenía toda la artillería preparada para que Fernando Clavijo pasara por La guillotina como consecuencia de los últimos datos obtenidos por la sanidad pública en Canarias, cuando me encontré con un reportaje publicado en este mismo medio titulado Cuando estudiar se convierte en un privilegio.

Samuel Martel es uno de los tantos chicos que han tenido que abandonar la carrera porque los números no le salían. Martel es de Gran Canaria pero estudiaba el grado de Periodismo en la Universidad de La Laguna, en la pirámide. Los padres de este estudiante se dedican a la zafra y cuentan con una propiedad heredada y un garaje. Un escándalo lo de este chico… Cómo se atreve a pedir una beca si supera el umbral de renta. Ojalá Samuel fuera el único al que le he escuchado esta historia. En ese momento, el chico presenta la beca, pero se la deniegan, y justo sus padres se quedan en paro. Quedarse en paro es algo tan poco frecuente en Canarias como que la vicepresidenta del Gobierno español compre ropa en Primark, pero va y pasa.

Y así está Samuel, que no le llega para estudiar Periodismo. Le hacen falta entre mil y mil quinientos euros. Lo sé porque yo también he hecho esos cálculos, alrededor de ochocientos euros de matrícula, a lo que añades el transporte, que suma unos doscientos o trescientos euros al año. Y suma a esto los gastos de residencia por vivir en otra isla, unos cien o doscientos euros al mes. Y no te olvides de los viajes en barco entre islas.

No conozco personalmente a Samuel Martel, aunque quizás me haya cruzado con él por los pasillos de la facultad de Periodismo, en la cafetería o en la biblioteca. O quizás, paseando por La Laguna. Pero hoy Samuel Martel se merecía pasar por La guillotina mucho más que Fernando Clavijo. Samuel merece saber que lo que le ha ocurrido es muy frecuente, y que buscar trabajillos en los que te pagan en negro para poder estudiar una carrera en este país, lamentablemente, es el pan de cada día.

Samuel debe saber que entendemos su frustración y su enfado, y que tiene todo el derecho a estarlo, que lo entendemos y lo compartimos. Samuel debe saber que le costará pagarse la carrera sangre, sudor y lágrimas, pero que, si es lo que desea, lo conseguirá tarde o temprano. Me pongo en su situación y pienso en lo que habrá sufrido al presentarse a los primeros exámenes de convocatoria con la presión de llegar a la nota media. De nuevo lo sé por experiencia propia. Las náuseas y los nervios no desaparecen hasta el último examen de la carrera.

Dos de los profesores de Bachillerato de Samuel han llevado a cabo una propuesta crowfunding para que pueda seguir estudiando. En ella se explica con detalle dónde irá a parar el dinero aportado. Pero el caso de Samuel no es un caso aislado en Canarias. En 2015 casi 3.000 estudiantes tuvieron que dejar la Universidad de La Laguna (ULL) por no poder hacer frente a la matrícula.

Ahora que comienza la Navidad, época en la que gastamos, compramos y tiramos por encima de nuestras posibilidades, no estaría mal que Samuel Martel pudiese recibir un regalo de los Reyes Magos, uno de esos que te iluminan la cara, más por lo que significan que por el regalo en sí. Un regalo con el único propósito de que estudiar no se convierta en un privilegio.

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