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El testigo mirón

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Román Delgado

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Con lo que suele fastidiar que no te cojan el teléfono, más si el que llama es autoridad de la Justicia o bien agente de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado... A ello aquel oscuro día se unió que en el interior del búnker tampoco descolgaran el telefonillo para al menos esbozar un... “Diga, ¿quién es...? Ah, sí, pero es que el señor ahora mismo no está. Se halla ausente. Lo siento mucho, de verdad. Le diré, cuando regrese a casa, esto sí, que ustedes lo andan buscando. Por favor..., y ¿de parte de quién le comento que vienen...? Perdón..., pero es que no lo entiendo...”. Y entonces llega el grito áspero: “Del juzgado, señora; que nos manda el juzgado, señora. Somos los mismos que ya lo hemos llamado sin éxito al número de móvil que tuvo la decencia de dejar al juez, el mismo que no coge ni de coña, el mismo que seguro que no paga. Y, por cierto, ¿está usted segura de que el señor, por decirlo sin meter la pata, no está por ahí? ¿Está usted segura..., que le habla la policía, la misma autoridad..., eh?”. “Bueno, señor, que yo acabo de llegar hace nada a esta casa como persona encargada de las actividades domésticas y solo le puedo decir, que ahora usted me ha puesto muy nerviosa, ¡oye!, que eso mismo es lo que él dijo que yo dijera en caso de que alguien llamara a la puerta de la mansión. Y esto es lo que me atrevo a señalar, que ya usted sabe: ‘El señor se halla ausente; en este mismo momento, no se encuentra en casa. Repito”. “O sea... –dijo el policía con tono subido–. ¿Pero está o no está el señor...? ¿No me estará engañando, verdad? Le aseguro que no entro a por él porque no puedo, que, si tuviera orden judicial, ya él vería. Menudo cachondeo se tiene este en el búnker, con persianas bajadas, a oscuras, con los perros atados y sus bozales puestos, y con los coches de lujo escondidos bajo techo. Bueno..., que usted, sin tener culpa alguna, me está hartando y no tengo ganas de descargar toda mi ira en su... Dígale a su querido señor, al que no abre la puerta ni coge el móvil, pese a que lo llama la Justicia, que volveremos pronto...”.

Los policías siguieron tocando el timbre una y otra vez, pero allí solo había silencio. Detrás de la leve abertura de una persiana rota, en el segundo piso, él esperaba a que se fueran.

*Texto publicado en el libro de cuentos llamado PolicromíaPolicromía

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