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The Guardian en español

¿Ángel o “nazi de los condones”? Un activista de la lucha contra el sida se enfrenta a la industria del porno

Michael Weinstein, el responsable de la Aids Healthcare Foundation.

Alastair Gee

San Francisco —

En la Fundación de Atención Médica para el sida (Aids Healthcare Foundation) uno de los trabajadores lleva una camiseta roja con el logo “los condones son guais”. El despacho de Michael Weinstein se encuentra al final del pasillo. Es el responsable de una organización sin ánimo de lucro que gestiona miles de millones de dólares. También es el primero en reconocer que muchos lo ven como un “nazi de los condones”.

“¿Por qué el tema de los preservativos causa tanto revuelo?”, se pregunta, sentado frente a una ventana de su despacho, situado en el piso 21, con unas vistas panorámicas de la ciudad de Los Angeles y decorado con fotografías de famosos como la actriz Whoopi Goldberg y la cantante Alicia Keys: “No consigo comprender por qué su uso supone un sacrificio tan enorme”. 

No todos comparten esta opinión. Weinstein es uno de los impulsores de una iniciativa que los ciudadanos de California tendrán que votar en noviembre. Tendrán que decidir si los actores de las películas porno tienen que estar obligados por contrato a ponerse un condón. A la industria esta iniciativa no le ha gustado nada.

“Creo que este tipo es un fanático de Jesús”, asegura Larry Flynt, el todopoderoso responsable del imperio Hustler. Cuando se le recuerda que Weinstein es judío, rectifica: “Entonces tal vez es un judío que apoya a Jesús”.

Las motivaciones de Weinstein no son religiosas. Es un reconocido activista de la lucha contra el sida y su organización financia cientos de clínicas en todo el mundo. También gestiona la cadena de objetos de segunda mano Out of the Closet (Salir del armario) y durante todo el año impulsa campañas que pueden verse en las vallas publicitarias de la ciudad para promover la prevención y las revisiones periódicas para detectar enfermedades de transmisión sexual. En estos momentos, tiene una que, haciéndose eco de uno de los lemas de la campaña del candidato demócrata Bernie Sanders, pregunta: ¿Sientes como arde?

Sin embargo, es vilipendiado por algunos sectores. “Algunas personas son capaces de compartimentar y deciden que los servicios que ofrecemos son estupendos pero yo soy un demonio”.

Weinstein tiene un estilo directo y duro de hacer política. Él lo define como una forma de “exigir responsabilidades morales” o “hacer presión política sobre aquellos puntos más vulnerables”. No cree que el activismo deba limitarse a organizar manifestaciones. “Cuando comentan que somos pleitistas siempre pienso ¿Y no es precisamente así como deberíamos ser?”. Sin ir más lejos, recientemente han demandado al condado de Los Angeles, la ciudad de Los Angeles y a la farmacéutica Gilead.

Campañas polémicas

Lo cierto es que la Fundación tiene cierta tendencia a promover campañas algo provocadoras. El año pasado, difundieron unos anuncios en los que los usuarios de las aplicaciones de citas Tinder y Grindr intentaban ligar con la gonorrea y la clamidia.

Y todavía levanta más polémica la opinión de Weinstein sobre una píldora que debe ser tomada a diario y que es conocida con el nombre de Prep (profilaxis pre exposición). Este medicamento se ha presentado como un gran avance en la prevención del VIH y los centros para el control de enfermedades recomiendan que su consumo vaya acompañado del uso de preservativos y señalan que esta píldora reduce en más de un 90% el riesgo de contagio.

Weinstein lo considera “una fiesta con drogas” y señala que está demostrado que algunas personas no se toman todas las dosis y que además el consumo de esta píldora podría socavar la “cultura del preservativo”.

Sus detractores le recuerdan que algunas personas también prescinden del preservativo en algunas ocasiones. James Loduca, el vicepresidente de la Fundación de la Lucha contra el sida de San Francisco (San Francisco Aids Foundation), señala que la Fundación de Weinstein es el “Tea Party” de la lucha contra esta enfermedad. 

“Yo no lo veo como un demonio, lo veo como un ángel salvador”, señala Cynthia Davis, la presidenta de la junta directiva de la fundación que dirige Weinstein: “Con su liderazgo y gestión hemos conseguido salvar cientos de miles de vidas”. 

Uñas y Bernie

Weinstein tiene 63 años y vive en la zona de Hollywood Hills, una parte de Los Angeles rodeada de palmeras y desde la que se divisa toda la ciudad y también, aunque de forma más borrosa, el edificio de la Fundación. De aspecto serio, está casado con el hombre que ha sido su pareja durante los últimos 18 años y son propietarios de un salón de uñas. “Somos un símbolo de compatibilidad”, me explica: “Lo llamo Dr. Diversión”. 

Weinstein apoya a Bernie Sanders y con los años se ha ido escorando hacia la izquierda más radical. Durante su juventud integró distintos movimientos en contra de la guerra y a favor de los derechos civiles, y fue uno de los líderes de la Lavender and Red Union, un grupo fundado en 1974 y que partía de la premisa de que “la liberación gay no era posible sin la revolución socialista”. 

Weinstein alcanzó notoriedad durante la epidemia del sida. En 1986, un político marginal llamado Lyndon LaRouche impulsó una campaña con la intención de obligar a los enfermos de sida de California a cumplir cuarentena en centros.

Torie Osborn, defensor de los derechos de las minorías sexuales desde hace muchos años, recuerda que Weinstein se unió a la lucha contra el político y centró sus esfuerzos en crear un movimiento de base integrado por voluntarios y que se centraron en LaRouche y en resaltar sus ideas descabelladas. Organizaron una marcha con antorchas y crearon unos carteles con el siguiente lema: “Luchemos contra los campos de concentración del sida”. LaRouche fue derrotado estrepitosamente. 

Tras esta victoria, Weinstein y otros activistas fundador un centro para enfermos de sida en Los Angeles, el Elysian Park. Cada dos semanas celebraban una ceremonia en la que soltaban un globo por cada paciente que había fallecido. Weinstein calcula que unas 4.000 personas fallecieron en el centro. “Michael fue un visionario”, indica Phil Wilson, el presidente de un instituto centrado en la lucha contra el sida en la comunidad afroamericana (Black Aids Institute). Su pareja fue uno de los cofundadores de la clínica y falleció poco después de su inauguración. Weinstein “fue el que tuvo la idea. Él creía en el proyecto y nos convenció”.

Weinstein empezó a utilizar condones de forma habitual en 1984: “Creo que si no hubiese sido tan estricto ahora sería seropositivo”, afirma. Después de que varios actores de películas pornográficas dieran positivo en la prueba de VIH empezó a reflexionar sobre el papel que deben desempeñar los preservativos en esta industria. 

Las autoridades de California señalan que en la actualidad el uso de preservativos ya es obligatorio en virtud de varias normas que protegen a los trabajadores de los patógenos transmitidos por la sangre. La industria del porno está intentando cambiar esta normativa por considerar que ha quedado obsoleta. La medida que ahora propone Weinstein tiene todavía más fuerza ya que permite que cualquier ciudadano de California pueda demandar a los productores, a los distribuidores y a los agentes de los artistas. Su objetivo es evitar que los actores tengan enfermedades de transmisión sexual y que además puedan servir de ejemplo a los espectadores.

Los enemigos de esta medida se encuentran en el Valle de San Fernando, donde se concentra la industria de las películas porno. La Coalición para la Libertad de Expresión tiene una anodina oficina en la que trabajan tres personas en un edificio que también alberga un restaurante chino y un optometrista. En una placa pegada a una puerta se puede leer: “Los actores tienen la libertad de escoger. Es su cuerpo, no el de Weinstein”.

Los actores aseguran que esta medida hace peligrar sus puestos de trabajo y que si se aprueba las compañías podrían optar por mudarse y el Estado dejaría de recaudar millones de dólares. “Me gano la vida rodando en casa con mi pareja”, explica Ella Nova, una actriz con aspecto de elfo. Elogió el sistema de revisiones voluntario impulsado por la industria: “Para mí es importante, estas personas hacen cosas que a mí me encantan, ¿por qué iba a poner en peligro su salud?”.

“La industria porno no es una clase de educación sexual para los ciudadanos de Estados Unidos”, puntualiza Eric Paul Leue, por teléfono. Este alemán defiende la libertad de los trabajadores de la industria. Tiene una complexión fuerte, luce una barba rubia y fue coronado Míster Cuero Los Angeles 2014. Utilizando como ejemplo al director del filme El día de la Independencia, señaló que “Roland Emmerich no intentó aleccionarnos sobre cómo debemos defendernos de los extraterrestres”. 

Lo que tal vez resulte más sorprendente es que la propuesta de Weinstein también ha sido criticada por grupos como Aids Project Los Angeles, que indica que la medida conseguirá que los actores tomen mayores precauciones pero también hará que aumenten los rodajes clandestinos en el Estado o que los rodajes se lleven a cabo en otros sitios con una normativa menos estricta. Flynt señala que Hustler ya está rodando fuera de California; concretamente, en Nevada y en México. 

Flynt considera que a los espectadores “no les pone” que los actores lleven condones: “No sé los motivos de esta barrera psicológica, es como ponerse guantes para hacerse una paja, ¿sabes lo que quiero decir?”. 

Weinstein se muestra optimista y cree que logrará impulsar la medida. Los que han seguido su carrera se preguntan cuál es su motivación. 

Wilson cree que tal vez Weinstein ha quedado marcado por “la revolución sexual de los años setenta, que para muchos tuvo mucho que ver con la epidemia de sida entre los hombres homosexuales”. ¿Weinstein teme que la historia se vuelva repetir?

“A todos nos gustaría tener relaciones sexuales desenfrenadas y espontáneas; la magia del sexo en estado puro. Sin embargo, esto tiene consecuencias”, indica Weinstein. Le preocupa que la gente tenga “amnesia” y no recuerde las duras lecciones de la epidemia del sida: “A veces la gente piensa que yo y otros que piensan igual somos como dinosaurios de la década de los ochenta. Y lo cierto es que he contribuido a que tengan esta percepción. Mi perspectiva ha cambiado porque fui testigo del horror más absoluto”.

Traducción de Emma Reverter

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