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The Guardian en español

Solo un Gobierno laborista puede acabar con el 'Juego de tronos' británico en Oriente Medio

Theresa May llega a Arabia Saudí para reforzar la lucha antiterrorista

Paul Mason

Fantástico. Justo lo que necesitamos. Nuestro supuesto aliado en la llamada guerra contra el terrorismo, Arabia Saudí, acaba de cerrar su espacio aéreo, los puertos y las fronteras terrestres a otro aliado, Qatar, al que acusa de apoyar a ISIS. ¿Qué está pasando?

Como casi todo lo que sucede en la región, detrás de este movimiento se esconde la política de duplicidad de Occidente, que no ha hecho más que empeorar con el comportamiento estúpido e infantil del presidente de Estados Unidos. ¿Esto tiene implicaciones para los británicos, más allá de los que se puedan quedar atrapados en algún aeropuerto de la región o los expertos obsesionados con los conflictos de Oriente Medio? Sí las tiene.

El apoyo a los movimientos que promueven la ideología suní en la región no es nuevo en Arabia Saudí, Qatar y otras monarquías que integran el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Han apoyado a movimientos que se encuentran no solo en el Reino Unido, sino también en la Nigeria rural, donde he visto cómo el dinero del petróleo servía para convertir a cristianos y alimentar el conflicto religioso que se vive en el país.

Los qataríes siempre han tenido un gran peso en la región y han hecho gala de que saben reaccionar ante los cambios estratégicos, demográficos y culturales que experimenta el mundo árabe.

Fueron los qataríes los que crearon la cadena de televisión Al Jazeera, como contrapeso a los medios de comunicación reaccionarios de Oriente Medio y para cuestionar el derecho de Estados Unidos a dictar el discurso mundial sobre el mundo árabe.

Qatar apoyó al fugaz gobierno de los Hermanos Musulmanes en Egipto [Mohamed Morsi] y todavía apoya y protege al gobierno de Hamás en Gaza. Durante los dos primeros años del conflicto sirio, Qatar dio más de 3.000 millones de dólares a las fuerzas rebeldes; supuestamente también ayudó al Frente Al Nusra, vinculado con Al Qaeda.

Los saudíes también financiaron las operaciones de los insurgentes islamistas. Todos niegan haber financiado al Estado Islámico. ¿Qué es lo que está realmente en juego?

El mayor quebradero de cabeza de la monarquía saudí es Irán. Obama hizo las paces con Irán en 2015. Arabia Saudí e Israel estaban en contra de que Estados Unidos diera este paso. Desde un punto de vista diplomático, Qatar tiene una relación más estrecha con Irán. También ha apoyado (fuera del país) la expansión del islamismo político, es decir, partidos que están dispuestos a operar en el contexto de instituciones democráticas.

En cambio, la estrategia saudí quiere dar por terminado el acuerdo de paz con Irán y frenar en seco el avance del islamismo político.

Donald Trump viajó el mes pasado a Riad para participar en una danza de espadas y hacerse el simpático ante la realeza saudí. Esta visita fue el punto de inflexión de la situación actual.

Los medios de comunicación estatales se habían hecho eco de unas declaraciones del emir de Qatar en las que desaconsejaba una escalada del conflicto con Irán: “Irán tiene un peso en la región y en el mundo islámico que no podemos ignorar y no sería prudente plantarle cara”. Estas declaraciones causaron indignación en Riad y los qataríes indicaron que el emir no las había hecho y que eran obra de un hacker.

Sin embargo, lo cierto es que la visita de Trump sirvió para prender la mecha de un conflicto latente.

La mayoría de los expertos cree que los saudíes han dado este paso con el apoyo de Departamento de Estado estadounidense. Un alto cargo iraní tuiteó que la disputa actual es “la consecuencia de la danza de espadas”.

Arabia Saudí está inmersa en una guerra en Yemen. Los rebeldes cuentan con el apoyo de Irán. Desde que empezaron los bombardeos, los saudíes han comprado armamento a Reino Unido por valor de 3.400 millones de euros. Como agradecimiento por haber obtenido las licencias de exportación, los saudíes se han mostrado muy generosos con los ministros de Theresa May: a Philip Hammond le regalaron un reloj de oro valorado en 2.230 euros cuando visitó el país en 2015. Los asesores del Partido Conservador han hecho mucho dinero aconsejando al gobierno saudí.

El problema de fondo es la responsabilidad de los saudíes, tanto actual como pasada, en lo relativo a la financiación del terrorismo islámico. Tras los atentados del 11 de setiembre en Estados Unidos, la monarquía saudí empezó a luchar contra el terrorismo islámico dentro del país y castigó que se financiara a grupos terroristas. Sin embargo, como evidenciaba un cable diplomático estadounidense publicado por Wikileaks, en 2009 los donantes saudíes todavía eran “la principal fuente de financiación de los grupos terroristas suníes en el mundo”.

Tras la coronación del rey Salmán en enero de 2015, la monarquía saudí ha impulsado un programa para la modernización económica y la reforma política con el objetivo de mostrar su apertura.

Sin embargo, lo cierto es que con el nuevo rey también ha escalado el conflicto en Yemen así como las tensiones con Irán, en especial desde que los saudíes ejecutaran el año pasado a un destacado clérigo chií y a otros 46 miembros de la oposición.

En el Reino Unido, cuando los liberal demócratas en la coalición apoyaron bombardear a ISIS, lo que consiguieron fue que Cameron investigara cómo se financia el terrorismo. Han pasado 18 meses y no se ha producido ningún avance. Como ocurre con la investigación de la Oficina Antifraude para estudiar la corrupción en el seno de la compañía de defensa BAE Systems, no interesa exponer la realidad, ya que quedarían al descubierto las infracciones cometidas por los saudíes.

No sabemos por qué el Reino Unido se ha convertido en el objetivo principal de los terroristas yihadistas: cinco intentos frustrados y tres atentados terribles en 70 días.

Una posible explicación es que con la prolongación de la lucha en Mosul y en Raqqa, los yihadistas que fantasean en habitaciones a lo largo y ancho de Europa han llegado a la conclusión de que su “califato” podría desaparecer.

Si es así, la pregunta es: a) ¿Qué lo reemplazará? Y b) ¿Cómo lidiaremos con los “supervivientes” que intenten hacer daño en Reino Unido?

En ambos casos es esencial que las monarquías del Golfo que apoyan a las fuerzas rebeldes en Siria nos ayuden a encontrar una solución. En estos momentos, dos jugadores clave libran una guerra económica y una agresiva guerra verbal.

En cuanto al resto del mundo, Irán se convierte en el claro vencedor de la disputa. Trump viajó a Riad y la consecuencia ha sido el caos de transporte aéreo en el Golfo. Irán celebró unas elecciones y ganaron los moderados.

Hay una buena noticia. Si Jeremy Corbyn gana las elecciones, pondrá fin al particular Juego de tronos de Reino Unido en el Golfo. La política exterior que el líder laborista explicó en Chatham House [un influyente think tank] termina con la permisibilidad frente al hecho de que los autócratas saudíes financien a los terroristas. Es poco probable que Corbyn siga financiando la base naval de Bahréin.

Reino Unido no puede solucionar la crisis diplomática del Golfo pero sí que puede evitar que empeore. En diciembre, Boris Johnson lo intentó. Afirmó que la guerra de Yemen era una guerra de poder y que había muchos intereses escondidos de terceros Estados. Afirmó que tanto los saudíes como Irán eran unos “titiriteros”. Su acusación fue silenciada.

Solo un gobierno del Partido Laborista podría calmar a la monarquía saudí y dar un giro en las relaciones para que respondieran a los intereses estratégicos del Reino Unido y no de los fabricantes de armas británicos y los consultores de relaciones públicas.

Traducido por Emma Reverter

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