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The Guardian en español

Donald Trump, el hombre que hizo a China grande de nuevo

El espectacular éxito de la apertura económica china y su parcial relajamiento político llevarían a una sociedad más abierta

Isabel Hilton

Hace dos años, algunos expertos europeos y estadounidenses se reunieron para hablar sobre China en una elegante casa de campo inglesa. El escenario era encantador. El estado de ánimo, sombrío. Tras dos años de mandato de Xi Jinping, la política de China se estaba apartando del camino de liberalización de las últimas tres décadas hacia un nacionalismo duro que incomodaba a sus vecinos más cercanos y a sus aliados occidentales.

China se volvía más poderosa y menos amistosa, sacando a los competidores extranjeros de su mercado doméstico, demostrando quién mandaba en el Mar de la China Meridional, aplastando a la oposición interna y forzando la lealtad hacia el régimen.

Según los expertos, en su mayor parte de ideología liberal, el espectacular éxito de la apertura económica china y su parcial relajamiento político llevarían a una sociedad más abierta, a un Estado de Derecho más amplio y a una mayor inclusión política. Se llevaron una sorpresa cuando descubrieron que la misión de Xi no era conducir a China hacia el pluralismo político y la tolerancia, sino apuntalar al Partido Comunista. Xi había logrado frenar lo que según los expertos era una tendencia inevitable: el empuje hacia la apertura política por parte de la nueva clase media.

Si eso no iba a suceder, el aumento de la influencia china en el mundo hacía inevitable un conflicto entre los sistemas, valores y normas de EEUU, un país pluralista y democrático, y el Partido Comunista en Beijing. Sería desagradable, pero nadie dudaba del resultado: se impondrían los valores de EEUU.

Los expertos debatían un posible éxito de China en la pelea. ¿Qué podría salir mal? ¿China le daría vuelta a la economía mundial y a las disposiciones de seguridad para ponerlas a su favor? ¿Qué podría hacer EEUU para defender sus normas y valores además de terminar el Acuerdo de Asociación Transpacífico TPP (la gran iniciativa de EEUU para fomentar el libre mercado en el Pacífico) y de apuntalar garantías de seguridad política para los aliados regionales más cercanos (Japón, Corea del Sur y Vietnam) y ponerle límite al crecimiento de la influencia china?

EEUU rompió sus propias reglas

Un sólo escenario no se tuvo en cuenta: el de Estados Unidos rompiendo sus propias reglas y dejando el camino libre para que China consolidara su dominio sobre la región Asia-Pacífico y extendiera su influencia global. Nadie imaginó algo tan descabellado. Las medidas de Donald Trump parecen haber tomado por sorpresa a Pekín tanto como han causado preocupación entre los aliados de EEUU. El desafío de China ahora es cómo aprovechar la situación y contener el inevitable daño.

En términos de diplomacia internacional, todo está saliendo bien. Es difícil imaginar a Trump haciendo un pedido de paz y cooperación internacional de 58 minutos de duración con citas de Tucídides, Stephen Hawkins y Herman Hesse, o referencias a la caja de Pandora, la Paz de Westfalia y la espada de Damocles. Un discurso tan bien elaborado, claro homenaje a los valores que EEUU ha promovido desde 1945, podría haber sido pronunciado por otros presidentes estadounidenses pero no por Trump. Pero tampoco fue uno de ellos. Son las palabras del secretario general del Partido Comunista y presidente de China en un foro de las Naciones Unidas de enero en Ginebra. “Construir una comunidad de futuro compartido para la humanidad y lograr un desarrollo compartido y en el que todos ganen”, resumió entonces Xi como la propuesta de China para el mundo.

No hace mucho tiempo, una frase así de Xi habría sido recibida con un amable escepticismo. Hoy la escuchamos casi sin cuestionamientos.

Trump ha acusado a China de “violar” a EEUU, una palabra que él podía haber evitado. El presidente Xi recordó a su auditorio en Ginebra la contribución de China a la estabilidad económica mundial desde la crisis financiera: en promedio, el crecimiento chino representó cada año el 30% del crecimiento global. “En los próximos cinco años”, predijo Xi, “China importará 8 billones de dólares en materias primas, recibirá 600 mil millones de dólares en inversiones extranjeras, invertirá 750 mil millones de dólares en el extranjero, y los turistas chinos harán 700 millones de visitas al exterior”.

El compromiso de Xi con el capitalismo global es convincente, dada la dependencia de China con las exportaciones. Más audaz fue su otro argumento. “Siempre hemos puesto los derechos e intereses del pueblo por sobre todo lo demás y hemos trabajado arduamente para avanzar y defender los derechos humanos”, dijo. En Ginebra ese día no había ninguna organización de Derechos Humanos.

La afirmación de Xi es, como mínimo, discutible. Pero parece poca cosa al lado de las exageraciones, falsas afirmaciones y amenazas de Trump y su entorno.

China puede salir muy beneficiada

En un mundo de crecientes tensiones y cambios habrá pocos ganadores. China no habría elegido este momento para pelear contra EEUU pero podrá anotárselo como un triunfo si logra consolidar su supremacía económica en la región y fuera de ella, utilizando su fuerza económica para obtener réditos diplomáticos y políticos a la vez que se escapa de la condena internacional que hasta ahora provocaba su represión interna.

En el poco tiempo que lleva de presidente, el único logro de Trump ha sido destruir los valores intangibles del poder blando de EEUU y hacer que el régimen de China parezca menos criticable. Antes de Trump, incluso mientras se peleaban por acceder al mercado chino, los países de Occidente miraban a Pekín con escepticismo. ¿Por qué deberíamos creer el mensaje mundial de un régimen que no tolera el desacuerdo o los problemas internos?

Pero esa es una pregunta que debemos empezar a formular a EEUU. Las mentiras oficiales de China parecen simples en comparación con las de un hombre que apenas puede terminar una oración sin pronunciar una mentira. Si Pekín se está preguntando ahora hasta dónde es posible o conveniente reemplazar la influencia de los EEUU, para los aliados de EEUU, la pregunta es otra: ¿hasta dónde queremos que llegue el triunfo de Pekín?

Isabel Hilton es editora de la publicación especializada chinadialogue.net

Traducido por Francisco de Zárate

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