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The Guardian en español

Donald Trump quiere jugar la 'carta china' de Nixon, pero a la inversa

Wang Yi, ministro de Exteriores chino.

Simon Tisdall

Donald Trump está generando tensión otra vez con China por el tema de Taiwan. Así, el presidente electo de Estados Unidos está introduciendo un peligroso elemento de incertidumbre e imprevisibilidad en las relaciones entre Washington y Pekín, lo contrario a lo que los presidentes estadounidenses intentan hacer en sus relaciones con superpotencias rivales y potencialmente hostiles. 

El cuestionamiento público de Trump a la ya arraigada política de “una sola China”, según la cual Washington acepta que Taiwan es parte de China, es un puñal en el agitado corazón de las relaciones entre Estados Unidos y China, que quedaron establecidas por la famosa apertura a China de Richard Nixon y su reunión con Mao Zedong en 1972, que marcó el rumbo del vínculo entre los dos países.

Mientras por un lado irrita a China, Trump está a la vez fomentando una agitación triangular al fortalecer su vínculo con Rusia. Su elección del amigo de Vladímir Putin y consejero delegado de Exxon Mobil, Rex Tillerson, como secretario de Estado es el último indicio de los tiempos que vienen. Trump está jugando la carta china de Nixon pero a la inversa. Su enfoque podría resumirse de la siguiente forma: hazte amigo de Rusia, hazte el duro con China. 

La intención de Trump de alterar el balance de poder mundial y tirar los dados estratégicos de forma tan radical anticipa una nueva era de incertidumbre en las relaciones internacionales. Podría potencialmente afectar las crisis actuales y los conflictos inminentes, desde Siria y Ucrania hasta el Tíbet y el Ártico, donde las empresas petroleras de Estados Unidos y Rusia comparten intereses.

Tampoco se puede subestimar la importancia simbólica que tiene para los líderes comunistas chinos la reunificación con Taiwan, el último baluarte de los nacionalistas de Chiang Kai-shek durante la guerra civil que sobrevino tras la derrota de Japón en 1945. Para ellos, Taiwan es una provincia renegada y su soberanía no es negociable.

Las declaraciones de Trump del domingo, en las que vincula la aceptación de la política de “una sola China” con otras cuestiones problemáticas, como el comercio y la supuesta manipulación del tipo de cambio de divisas, son alarmantes para Pekín.

En su réplica más dura hasta la fecha, Geng Shuang, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, dijo que “el crecimiento estable y continuo de las relaciones entre Estados Unidos y China sería imposible” si Trump insiste con ese enfoque. “Esperamos que el nuevo gobierno de Estados Unido trate las cuestiones relacionadas con Taiwan de forma apropiada y prudente,” afirmó Geng.

No puede decirse que Trump y la prudencia vayan de la mano. Lejos de calmar los temores de Pekín, luego de tener una llamada telefónica protocolaria a la presidenta de Taiwan, Trump intensificó el conflicto deliberadamente. Quizá Trump estaba intentando justificar su metida de pata anterior, quizás sintió que le herían el orgullo. Comentan que dijo que a él nadie le dice con quién puede o no hablar por teléfono. 

O quizá fue una forma de avisar a China que a menos que se equilibre la balanza de comercio y empleo, Estados Unidos revisaría todos los aspectos de la relación bilateral, incluida la seguridad regional, el desarrollo militar chino y la cooperación ante la amenaza del programa de armas nucleares de Corea del Norte.

“China nos está perjudicando mucho con la devaluación, cobrándonos impuestos cuando nosotros no se los cobramos, construyendo fortalezas gigantes en medio del mar del Sur de China, algo que no deberían estar haciendo, y, francamente, al no ayudarnos en nada con el problema de Corea del Norte,” dijo Trump. “Allí está Corea del Norte con sus armas nucleares, y China podría solucionar ese problema y no nos está ayudando en nada”.

Los líderes chinos, desde el presidente Xi Jinping hacia abajo, aún no han decidido cómo tratar a Trump. Es evidente que los exabruptos de Trump tras ganar las elecciones los han cogido por sorpresa. Los medios de comunicación estatales y los analistas favorables al Gobierno son cada vez más agresivos en sus respuestas. Pero parece que los líderes del partido todavía esperan que las aguas se calmen cuando Trump sea investido.

El tiro por la culata

Pero puede ser que se estén equivocando. Trump ya está metido en una guerra furiosa con sus propios servicios de inteligencia, especialmente la CIA, y con los congresistas demócratas y republicanos moderados. Hay pocas razones para creer que se comportará de forma más comedida con su principal blanco durante la campaña, China, al menos a corto plazo.

Pero en la aparente locura podría haber escondido un método. Al acercarse a Rusia, Trump podría estar queriendo perjudicar a China. Es exactamente la misma estrategia que utilizaron Nixon y Henry Kissinger, su consejero de Seguridad Nacional, para cortar las alas a la Unión Soviética durante la Guerra Fría, pero a la inversa. Según esta lectura, Trump estaría jugando la carta rusa contra Pekín. 

Los riesgos de que le salga el tiro por la culata son enormes. Xi no es un líder que vaya a apaciguar a Trump. China tiene su propia relación pragmática y de negocios con Rusia. No será fácil alejar a estos dos países el uno del otro. Y, en todo caso, China no reconoce los reclamos de Trump respecto de la supuesta manipulación de divisas y presuntos impuestos injustos. Y, además, está Taiwan.

Xi podría decidir combatir el fuego con más fuego. Las amenazantes maniobras militares aéreas de China cerca de Taiwan y las islas Ryukyu durante el fin de semana, las segundas en dos semanas,  provocaron una rápida movilización de las fuerzas aéreas taiwanesas y japonesas. No está probada la conexión entre este episodio y las provocaciones verbales de Trump. Pero podría haber una relación. En esta nueva era de incertidumbre, nadie sabe lo que viene.

Traducción de Lucía Balducci 

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