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The Guardian en español

Familiares de mercenarios rusos piden al Kremlin que reconozca que murieron luchando en Siria

Soldados rusos en la base aérea de Hmeimym en la provincia de Latakia (Siria), en 2016.

Marc Bennetts

Moscú —

Igor Kosotorov no era un miembro en activo del Ejército ruso. Sin embargo, la familia de este hombre de 45 años, propietario de una tienda de comestibles, cree que es uno de los ciudadanos rusos que fallecieron este mes en un ataque aéreo de las fuerzas lideradas por Estados Unidos cerca de Deir al-Zour, una zona rica en petróleo situada en el este de Siria.

Aunque en un inició lo negó, el Ministerio de Asuntos Exteriores del Gobierno ruso reconoció este jueves que probablemente cinco rusos murieron el 7 de febrero en los bombardeos mientras luchaban junto a fuerzas sirias partidarias del régimen. Lo cierto es que según otras informaciones, en el ataque aéreo podrían haber muerto hasta 200 rusos. De confirmarse, se trataría del enfrentamiento entre Estados Unidos y Rusia que ha causado más muertes desde el final de la Guerra Fría.

Si bien se desconoce la cifra exacta de muertos, sí está aflorando más información sobre algunos de los que fallecieron. Algunos de ellos eran curtidos veteranos de la guerra que ha librado Moscú en el este de Ucrania, y decidieron ir a Siria por patriotismo o por un creciente sentimiento de nacionalismo ruso. Otros, simplemente esperaban cobrar por los servicios prestados.

Contratados por Wagner Group

Según distintas fuentes, todos habían sido contratados por el Grupo Wagner, un oscuro contratista militar privado y cercano al Kremlin. Sus detractores aseguran que Moscú utiliza mercenarios de Wagner para que la tasa oficial de muertes de soldados sea baja. El año pasado, la cifra oficial fue de 16 soldados muertos, si bien se cree que murieron decenas de mercenarios.

“Igor era un exfrancotirador del Ejército. Fue a Siria porque era un patriota. Creía que si no conseguíamos frenar al Estado Islámico en Siria, este vendría a Rusia”, explica a The Guardian Nadezhda Kosotorova, su exesposa, en una entrevista telefónica desde su casa en Asbest, en la región de los Urales: “Me dijo que si no iban a la guerra hombres como él, las autoridades mandarían a chicos jóvenes que apenas tienen experiencia”.

A pesar del divorcio, ella y Kosotorov tenían una relación estrecha pero él nunca le dijo quién hizo las gestiones para que pudiera ir a Siria. Va conociendo detalles de su muerte a través de canales no oficiales.

“Voy recabando piezas de información de distintas fuentes para intentar averiguar dónde puede estar su cadáver”, indica. Sobre por qué las autoridades rusas no han contactado con ella, suspira e indica que “se trata de un juego político que no entiendo”.

Se trata de la primera vez que Estados Unidos mata a rusos en Siria desde que en 2015 el Kremlin intervino directamente en el conflicto a favor del presidente Bashar el Asad, y consiguió dar un giro de 180 grados a esta guerra con múltiples frentes y situar al régimen en una situación de ventaja.

Mikhail Polynkov, un bloguero nacionalista, ha publicado que ha podido hablar con hombres que fueron heridos en el ataque y que se encuentran en un hospital de Rusia: “Mis fuentes afirman que unos 200 rusos han muerto y solo estamos hablando de una unidad”.

Sin embargo, la semana pasada el Kremlin optó por permanecer en silencio mientras las redes sociales se hacían eco de estas muertes.

Dmitry Peskov, portavoz de Vladímir Putin, ha indicado que es probable que algunos rusos se encontraran en Siria en el momento de los ataques aéreos pero que el Kremlin solo tenía información relativa a los soldados. El jueves, Maria Zakharova, portavoz del Ministerio de Exteriores, indicó que las informaciones sobre una cifra de muertos superior a cinco soldados eran “la clásica desinformación”.

“En las zonas en conflicto hay personas de todas las nacionalidades, incluyendo la rusa. Es muy difícil hacer un seguimiento y saber qué están haciendo en todo momento”, ha afirmado Zakharova.

Además de Kosotorov, varios informes señalan que se cree que en los últimos meses al menos otros nueve hombres viajaron a Siria desde Asbest y las regiones vecinas para luchar bajo las órdenes de Wagner.

“Fueron sin protección”

“Los lanzaron al campo de batalla como si fueran ganado”, señala Yelena Matveyeva, la viuda de Stanislav Matveyev, un mercenario de 38 años de Asbest que también podrá haber muerto en el bombardeo.

“Donde fuera que los mandaron, fueron sin protección”, afirmó Matveyeva en una entrevista en RFE/RL. También indicó que las autoridades rusas deberían reconocer a los hombres que mueren luchando en Siria y, cuando sea posible, ayudar a repatriar los cuerpos. “Debería organizarse algún tipo de acto en memoria de los muertos para que sus viudas no se avergüencen de ellos y sus hijos puedan sentirse orgullosos”.

Situado a unos 1.800 kilómetros de Moscú y con una población de 70.000 habitantes, Asbest tiene la mina de amianto al aire libre más grande del mundo. El salario medio oficial es de unos 350 euros mensuales y los habitantes tienen muchos problemas de salud.

En cambio, según Ruslan Leviev, fundador del Conflict Intelligence Team, un grupo que investiga las muertes de ciudadanos rusos en Siria, el salario mensual de un trabajador de Wagner en Siria oscila entre los cerca de 1.300 euros para un combatiente raso hasta los más de 3.500 euros para un especialista militar.

Los detractores del Kremlin señalan que su reticencia a reconocer estas muertes, y ya no digamos a homenajear a los rusos que han muerto mientras luchaban contra la coalición liderada por Estados Unidos, contrasta con el funeral celebrado el mes pasado en honor a Roman Filipov, un piloto de la fuerza aérea cuya avión fue derribado en Siria, y al que se le ha dado tratamiento de héroe.

“Algunos reciben medallas y homenajes mientras que otros son enterrados sin más y luego olvidados por todos”, lamenta Nadezhda en una conversación con The Guardian por Internet. Asegura que su marido murió en octubre mientras luchaba como mercenario en Siria.

Entre los rusos que podrían haber muerto en el ataque de febrero se encuentra Kirill Ananyev, miembro del partido de izquierdas Otra Rusia. “Fue a Siria porque le gustaba luchar, los rusos saben hacerlo”, indica Alexander Averin, un portavoz del movimiento.

Pese a la indignación de los familiares de los muertos en combate, algunos defienden la renuencia de Putin a reconocer estas muertes.

“Las autoridades tienen derecho a silenciar información en interés del país”, afirma Alexander Prokhanov, un escritor nacionalista que se considera cercano a altos cargos de los servicios de seguridad rusos: “A los rusos que han muerto en Siria se les informó antes de ir que no recibirían honores militares si morían”.

Traducido por Emma Reverter

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