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The Guardian en español

ISIS consigue reclutar seguidores en Kerala, la joya turística de India

Imagen de archivo de un mercado en la ciudad de Munnar, en el estado de Kerala // Sebastian Kahnert

Michael Safi

Padanna —

A los residentes de Kerala les gusta llamar a su exuberante Estado de la India “el país de Dios”. Hafizuddin Hakim no está de acuerdo. Este hombre de 23 años dejó a su esposa y a su familia en junio, diciendo que se iba a Sri Lanka a continuar con sus estudios islámicos. Simultáneamente, otros 16 hombres dejaron el distrito de Kasargod y otros cuatro el vecino Palakkad.

La siguiente noticia que se recibió de los 21 hombres desaparecidos fue un audio encriptado enviado desde un número de teléfono afgano. “Hemos llegado a nuestro destino”, decía. “No tiene sentido contactar a la policía. No tenemos planes de irnos de la morada de Alá”.

Se cree, aunque no está confirmado, que el grupo desaparecido se unió a ISIS. Es uno de los incidentes que han hecho saltar las alarmas en la India. El grupo terrorista está aumentando su actividad en este país que hasta ahora había logrado permanecer indemne.

La población musulmana de India, la tercera más grande del mundo, ha contribuido hasta ahora muy poco a las filas de ISIS: serían menos de 90 personas, según las estimaciones. “El Estado Islámico ha reclutado más personas de Reino Unido, incluso más de las Maldivas, que de India”, asegura Vikram Sood, antiguo jefe de los servicios de inteligencia de India.

Sin embargo, este mes se ha hecho oficial la preocupación por la influencia del grupo, cuando el embajador estadounidense en Delhi emitió la primera alerta relacionada con el ISIS, advirtiendo sobre un “aumento de las amenazas a sitios de India muy frecuentados por occidentales, como por ejemplo templos religiosos, mercados y lugares donde se realizan festivales”.

Pero no es en las tierras secas y duras del norte de India, ni en Cachemira, donde existe una pujante insurgencia islámica, donde ISIS encontró mejor acogida. El inesperado lugar de reclutamiento es Kerala, uno de los estados más ricos, más diversos y con mayor nivel educativo de la India.

En la línea del horizonte de la costa de Malabar en Kerala se intercalan minaretes y palmeras. En esta verde región, los ríos y los arrozales se entretejen entre los poblados. Padanna, al norte del Estado, es el típico pueblo rural: ordenado, con casas grandes y enriquecido gracias al dinero que envían los casi dos millones y medio de emigrantes de Kerala que trabajan en el Golfo Pérsico.

Es de este mismo pueblo del que desapareció una docena de personas en junio, entre ellas Hakim. “Era un chaval sin preocupaciones, de buen trato”, recuerda su tío Abdul Rahim. “Se permitía todo tipo de actividades como fumar, beber. No era muy religioso”.

Hakim trabajó en los Emiratos Árabes durante su adolescencia, y había regresado a Padanna hace dos años. Al estar un poco sin rumbo, terminó relacionándose con un grupo liderado por un empleado de la oficina local de la Escuela Internacional por la Paz, una institución educativa con muchas franquicias partidario de las ideas radicales salafistas (pero que ha negado cualquier participación en la desaparición del grupo).

El salafismo no es algo nuevo en India

“De repente se volvió muy solitario”, dice Rahim. Se dejó crecer la barba, canceló la televisión por cable en su casa y dejó de conducir su coche. “Dijo que lo había comprado con un préstamo, y pedir préstamos es anti-islámico”.

El salafismo no es nuevo en el sur de la India, pero la llegada de dinero proveniente de Arabia Saudí en las últimas décadas, detallada en parte en los cables saudíes revelados por Wikileaks, ha fortalecido al islam más ortodoxo en la región, afirma Ashraf Kaddakal, profesor de la Universidad de Kerala. “Es una ideología muy cerrada, muy estricta y muy reaccionaria,” señala. “Y resulta atractiva a muchos jóvenes, especialmente a muchos estudiantes”.

“Estos jóvenes se han alejado de sus líderes ortodoxos suníes y han comenzado a seguir en Internet los sermones de estos estudiosos saudíes y salafistas,” asegura. “Muchos se han adoctrinado mediante estos sermones en Internet”.

Kadakkal ha intentado aconsejar a docenas de jóvenes, cuyos padres acuden a él atemorizados por los cambios que ven en sus hijos. “He fracasado completamente,” admite. “Siguen a sus líderes de forma ciega. Obtienen sus fatuas en Internet”.

La amenaza de ISIS sobre la India es muy diferente, y probablemente menos urgente, que otra amenaza que preocupa a los agentes de seguridad indios. “Nuestro mayor miedo son los grupos como Lashkar-e-Toiba o Jaish-e-Mohammed,” explica Sood, antiguo jefe de inteligencia. “Allí está la verdadera amenaza organizada y con alto nivel de financiación.”

Por el contrario, las personas arrestadas hasta ahora por supuestos vínculos con ISIS, unas 68 personas, han sido personas que funcionaban por su cuenta y que operaban redes pequeñas e inexpertas. “Y casi todos estaban muy lejos de llegar a concretar algo que siquiera parezca una operación mortal”, relata Praveen Swami, escritor y periodista especialista en asuntos estratégicos.

Aun así, el grupo extremista ha intentado de forma explícita generar fervor entre los indios. Su equipo de propaganda lanzó un vídeo en mayo en el que se entrevistaba a reclutados indios, incluso algunos miembros de un grupo yihadí, los Mujahideen de la India, que se declaraba aliado del EI en 2014.

Según un registro policial emitido en julio por la Agencia Nacional de Inteligencia contra 16 supuestos extremistas, las autoridades además creen que Shafi Armar, un conocido miembro de los Mujahideen de la India que se cree que está en Siria, ha intentado activamente reclutar jóvenes en su India natal.

Además, se cree que Subahani Haja Moideen, uno de los seis miembros de una presunta célula extremista arrestados en el norte de Kerala en octubre, ha regresado a su país después de luchar con ISIS en Irak, donde supuestamente se reunió con algunos presuntos organizadores de los ataques terroristas de París, según agencias de noticias de la India.

Pero si miramos las cifras, igual que sucedió con Al Qaeda, el grupo extremista no ha logrado echar raíces profundas en la India. Kadakkal sugiere que la cultura religiosa idiosincrásica de la India no encaja bien con la ideología ortodoxa de ISIS. “India no es el mejor lugar para este tipo de extremismo”, afirma.

Sood está de acuerdo: “En la India hay mucho laissez faire, mucho más que en las sociedades más ordenadas del mundo moderno. Nosotros dejamos que las cosas fluyan, y por eso nos va fatal con el tráfico, pero para otras cosas tiene su lado positivo.”

Pero la grieta entre hindúes y musulmanes en la India es muy profunda, y el poder simbólico de un ataque exitoso podría tener mucho más peso que el número de víctimas. “Supongo que ese es el verdadero temor,” explica Swami. “Si estas pequeñas células del Estado Islámico lograran llevar a cabo actos de violencia, las consecuencias políticas serían realmente graves”.

Traducido por Lucía Balducci

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