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The Guardian en español

Obama nos recuerda que la esperanza puede vencer al odio

Obama denuncia la retórica "del miedo" republicana.

Anne Perkins

En su último discurso sobre el Estado de la Unión el presidente Obama demostró que a pesar de sus canas conserva muchos de los ideales que defendía hace una década cuando era un activista.

Su tono moderado no deja de sorprender, si tenemos en cuenta las numerosas teorías conspirativas y los falsos y dañinos rumores sobre su persona. Del primer presidente negro de la historia de los Estados Unidos se ha dicho que era musulmán, un impostor e incluso que no había nacido en Estados Unidos. Cuando Obama habla sobre los peligros de la confrontación, sabe perfectamente a qué se refiere.

Sin embargo, sus mensajes sobre política racial y de credo nunca habían sido tan necesarios. “Nuestro mundo no es más seguro cuando los políticos insultan a los musulmanes, cuando una mezquita es atacada o se acosa a un niño”, dijo: “Así no explicamos la verdad, es un error y daña nuestra credibilidad en el mundo”.

Se dirigía a los estadounidenses, en parte con el propósito de favorecer al Partido Demócrata. Sin embargo, su aplomo nunca había sido tan necesario en el mundo, especialmente en un ambiente enfermizo de una Europa que todavía no sabe cómo abordar el posible encubrimiento por parte de la policía de los abusos sexuales contra mujeres cometidos por parte de grupos de chicos, probablemente refugiados y procedentes de países musulmanes.

Los hechos ocurrieron en Colonia y en otras ciudades de Alemania en Nochevieja. También ha salido a la luz, curiosamente coincidiendo con el auge de la extrema derecha sueca, que se cometieron abusos sexuales contra mujeres en un festival de la juventud en Suecia dos veranos atrás. Las mujeres que sufrieron las agresiones son las principales víctimas. Sin embargo, estos hechos también dañan la cohesión social en un mundo dual en el que las diferencias culturales pueden ser despedazadas sin piedad por aquellos internautas que se dedican a difundir mensajes de odio en Twitter.

Se trata de un campo minado para todos los que habitamos en un mundo complejo que admite los matices. La única conclusión fácil es la más evidente: los abusos sexuales son inadmisibles. Sin embargo, podemos dar otras explicaciones.

En todos estos actos estuvieron involucrados grupos de jóvenes. La suma de juventud, masculinidad y grandes multitudes atrae el conflicto, en cualquier lugar del mundo. Si a esto se le añade un sentimiento compartido de ser extranjero, la oscuridad de la noche y la sensación de permisibilidad característica de la Nochevieja, tal vez lo más sorprendente es que la policía alemana no lo hubiese previsto. 

Estos ataques guardan relación con una agenda completamente distinta.

De hecho, la horrible experiencia de estas mujeres no ha sido la principal preocupación del público desde que se conoció la noticia. La clave se encuentra en el tiempo que pasó hasta que la verdad salió a la luz.

Se da por sentado que hubo una conspiración liberal para encubrir los hechos y esquivar la fractura social que la generosa actitud de Alemania frente a los refugiados está provocando en algunos sectores. Esto podría parecer razonable, pero lo cierto es que unos pocos refugiados han cometido un delito y la gran mayoría no lo ha hecho. En un contexto en el que la cohesión social se tambalea, muchas personas sensatas podrían pensar que es prudente no señalar a nadie con el dedo.

Hay otras explicaciones posibles. Por ejemplo, en vez de una conspiración liberal, ¿podría tratarse de una emoción básica del ser humano cuando se equivoca? La negación.

Sin exonerar a los autores, parece probable que la situación escaló debido a la falta de control policial y que la actitud de las autoridades de Colonia, con un alcalde y un jefe de policía (en un inicio afirmó que se trataba de una noche apacible y llegó a insinuar que lo sucedido era culpa de las víctimas por estar allí) que se han visto obligados a dimitir, fuera un factor decisivo.

Probablemente hay otras suposiciones que deben tenerse en cuenta, basadas en la percepción del Islam como una religión misógina que alienta a los jóvenes musulmanes (en grupo) a pensar que si ven a una joven, que va sola y no va cubierta, pueden tomarla (mejor no compararlo con la afirmación “lo estaba pidiendo a gritos”, utilizada como justificación por muchos acusados de violación ante tribunales europeos).

Personalmente creo que el Islam a menudo puede parecer misógino. No soporto llevar pañuelo cuando viajo a un país musulmán con leyes estrictas. Sin embargo, no creo que lo sucedido tenga nada que ver con la fe: se trata simplemente de un comportamiento criminal repugnante. Los autores deben ser llevados ante la justicia. Y debe tenerse en cuenta el contexto en que ocurrieron los hechos.

Todos los que nos sentimos orgullosos de nuestra autoridad moral tenemos una importante obligación y es la siguiente: si queremos proteger a todos aquellos que huyen de la violencia debemos asumir que esto tiene un coste social y económico. Y a no ser que estemos dispuestos a pagarlo, caeremos en el error que señalaba el presidente Obama en su discurso: pensar que si rechazamos los cambios de la sociedad podremos volver a épocas gloriosas del pasado.

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