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The Guardian en español

Sergey Kislyak, el embajador ruso que hace temblar al Gobierno de Trump

Kislyak fue embajador ante la OTAN desde 1998 y luego ministro de Exteriores adjunto desde 2003. En 2008 fue nombrado embajador en Estados Unidos.

David Smith / Spencer Ackerman

Se ha convertido en el pararrayos de todas las sospechas sobre los lazos de Trump con Rusia. Es el responsable involuntario de la renuncia de uno de los aliados más cercanos al presidente y ahora amenaza a otro.

El embajador Sergey Kislyak, el hombre de Vladimir Putin en Washington, vive sin llamar la atención en una imponente embajada de mármol blanco en la tercera colina más alta de la ciudad —una ubicación que alimentó los temores de que los rusos pudieran interceptar las comunicaciones—, pero ahora se encuentra en el punto de mira.  

Las conversaciones de Kislyak con el exconsejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, obligaron a este último a dimitir el 13 de febrero. Flynn dio explicaciones engañosas al vicepresidente Mike Pence sobre sus contactos con el embajador ruso. El jueves, las reuniones que mantuvo Kislyak con Jeff Sessions forzaron al fiscal general a inhibirse de la investigación sobre la supuesta intervención rusa en las elecciones generales estadounidenses. Ahora Sessions se enfrenta a los que piden su dimisión.

El segundo golpe llegó justo cuando Trump estaba en un buen momento, después de que su primer discurso frente al Congreso tuviera relativamente buena aceptación. Todo parece indicar que Rusia es una nube que ensombrecerá la presidencia de Trump y que no se disipará.

“Kislyak estuvo actuando estratégicamente al vincularse con personas que el Gobierno ruso pensaba que podrían convertirse en aliados clave en el nuevo Gobierno estadounidense”, afirma Alina Polyakova, subdirectora del Consejo Atlántico del Centro Dinu Patriciu de Eurasia en Washington. “Lo sorprendente es lo bien que lo han hecho: Sessions es la segunda persona, después de Flynn, del que sabemos que tuvo encuentros que intentó esconder, así que no me sorprendería si hubiera más”.

Kislyak, de 66 años, estudió ingeniería en Moscú, fue alumno de la Academia de Comercio Exterior de la Unión Soviética y entró en el Ministerio de Relaciones Exteriores en 1977. Su primera misión diplomática en Estados Unidos fue entre 1985 y 1989, justo cuando Mijaíl Gorbachov planeaba la perestroika y la glásnost. Su principal tarea fue el control de armamento.

Reclutador para el servicio de inteligencia ruso

Steven Pifer, antiguo miembro del Departamento de Estado de Estados Unidos y ahora director de control de armas e iniciativas de no proliferación del Instituto Brookings, un think tank de Washington, recuerda: “Trabajaba para mejorar las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética e intentaba avanzar en el control de armamento. No detecté en él, como sí lo hice en otros diplomáticos soviéticos, una aversión visceral contra Estados Unidos”.

“Es inteligente. Habla muy bien inglés. Tiene sentido del humor. Al mismo tiempo sabe dar la cara por su país incluso en situaciones complejas, como por ejemplo con la intervención militar en Ucrania. Es leal a Rusia. Me imagino que ha tenido encuentros con Putin pero no proviene de su círculo de inteligencia más cercano ni de San Petersburgo”.

Kislyak fue embajador ante la OTAN desde 1998 y luego viceministro de Exteriores desde 2003. En 2008 fue nombrado embajador en Estados Unidos, poco antes de que Barack Obama ganara las elecciones. El pasado diciembre, Obama ordenó la expulsión de 35 colegas de Kislyak.

En una inusual rueda de prensa el año pasado, Kislyak aseguró: “Logramos terminar con la Guerra Fría, pero no pudimos construir la paz de la posguerra fría”.

Algunos medios estadounidenses señalan que Kislyak es un importante reclutador para el Servicio de Inteligencia ruso SVR, una acusación que Moscú ha atribuido a la paranoia estadounidense. Pifer, que fue embajador estadounidense en Ucrania desde 1998 a 2000, responde: “Me parecería muy raro. Por todo lo que he visto, siempre se ha comportado como un diplomático”.

Sin embargo, Polyakova no está de acuerdo: “Es absolutamente posible. Se sabe que durante la época de la Unión Soviética, la embajada cumplía esas funciones”. Y añade: “Como diplomático del país que representa, Kislyak es muy astuto. También puede ser muy manipulador y perverso”.

Aquellos que han tenido trato con Kislyak, que está casado y tiene una hija adulta, dicen que es un hombre de voz suave y carismático, pero a la vez muy firme a la hora de defender los intereses rusos en Estados Unidos.

Evelyn Farkas, antigua jefa del departamento sobre Rusia del Pentágono, afirma que respeta a Kislyak por ser una persona “activa, informada e inteligente”. Cuando se enfrentaron por cuestiones políticas, Kislyak fue siempre un caballero pero “no da el brazo a torcer”.

Locuaz y bueno para contar historias, Kislyak quiere hacer carrera como diplomático ruso de larga trayectoria, igual que Anatoly Dobrynin, que estudió y ayudó a dar forma a las relaciones entre Washington y Moscú durante un cuarto de siglo.

Sessions: “De pronto surgió el tema de Ucrania”

Se dice que Kislyak tiene uno de los mejores cocineros de toda la comunidad diplomática de Washington. Le gusta mostrarse orgulloso de sus ancestros ucranianos, ofreciendo a sus invitados vodka a la pimienta como digestivo después de los platos de cocina rusa moderna que se sirven en la embajada. Ha conectado a las compañías de ballet ruso con el Centro Kennedy para las Artes Escénicas y ha ofrecido conciertos en la embajada.

Sessions, en la rueda de prensa que tuvo que dar súbitamente el jueves pasado, recordó que contó a Kislyak que había visitado Rusia con un grupo religioso en 1991. “Él me dijo que no es creyente pero que le parece bien que las personas religiosas visiten Rusia”, le dijo Sessions a los periodistas. “Me pareció un embajador del tipo soviético de la vieja escuela”.

Kislyak presenció el discurso de Trump frente a ambas cámaras del Congreso el martes pasado. El presidente no mencionó a Rusia ni una sola vez. Pero el tema no tardó en volver a convertirse en un problema para el Gobierno.

Trump llegó al poder sin entrar en las redes tradicionales de la política de Washington. Si bien esto le ganó el apoyo de muchos seguidores, la realidad es que el multimillonario es un extraño para una comunidad diplomática que no puede darse el lujo de no conocer bien a un candidato presidencial.

Sessions fue senador durante más de 20 años. Fue el único senador que apoyó a Trump a principios de 2016 y se convirtió en un enlace para que los diplomáticos pudieran conocer mejor al candidato que prometía dar un giro a la tradicional política exterior estadounidense de inclinación prooccidental y antirusa.

Normalmente, cuando embajadores extranjeros se reúnen con senadores a solas es para hablar de cuestiones locales, como por ejemplo la relación comercial con una empresa del Estado que representa el senador o para presentar a un funcionario extranjero de alto rango. Sessions, en la rueda de prensa, aseguró que se reunió con Kislyak en su oficina en el Senado, con sus asistentes presentes, y que “de pronto surgió el tema de Ucrania”.

Farkas afirma que cree que una reunión a solas entre Kislyak y Sessions “es probable porque [Sessions] era asesor de Trump”. Ese tipo de conversaciones se suelen considerar “en general un poco arriesgadas” pero no son ilegales, advierte.

Michael McFaul, embajador estadounidense en Rusia entre 2012 y 2014, tuiteó: “No seamos ingenuos. Es obvio que Kislyak se reunió con Sessions por el lugar que ocupa en el mundo de Trump. Ése es su trabajo”.

Información adicional a cargo de Alec Luhn desde Moscú.

Traducido por Lucía Balducci

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