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The Guardian en español

El asesinato de un estudiante en Pakistán dispara las críticas contra sus leyes sobre blasfemia

Pakistán sale a la calle por el asesinato de Mashal Khan // EFE

Sune Engel Rasmussen | Kabul / Kiyya Baloch / Islamabad

Mashal Khan nunca tuvo miedo a expresar su opinión. El estudiante de periodismo de 23 años era conocido por poner en entredicho a sus compañeros y por hablar abiertamente contra la injusticia y la corrupción. Pero el 13 de abril –unos pocos días después de una acalorada discusión en su universidad en Madan, al noroeste de Pakistán–, una multitud le sacó a la fuerza de su dormitorio. Lo desnudaron y golpearon, y después le dispararon hasta morir.

Las primeras informaciones apuntan a que a Khan le acusaron de ofender al islam. Se trata de una peligrosa acusación en una sociedad en la que la falta de respeto hacia la religión puede encender una furia colectiva muy violenta.

Después del linchamiento, la universidad inició una investigación sobre la supuesta blasfemia del alumno y no sobre su asesinato. Pero, rápidamente el rector dio marcha atrás asegurando que el informe había sido “un error administrativo”.

El caso ha conmocionado al país donde, a menudo, las leyes contra la blasfemia se usan indebidamente para llevar a cabo venganzas o para lograr beneficios personales. Muchos manifestantes se han congregado en todo Pakistán para pedir justicia. En las redes sociales, Khan era como un héroe. El primer ministro Nawaz Sharif condenó el asesinato, aunque tardó dos días en hacerlo. Incluso el principal líder religioso del país, Mufti Naeem, dijo que Khan era un mártir.

Este ha sido un caso raro por el hecho de que amplios sectores de la sociedad pakistaní se han unido para defender a alguien acusado de blasfemia, pero el apoyo a Khan contrasta muchísimo con otros asesinatos en los que las víctimas han sido sometidas a escarnio público mucho tiempo después de sus muertes.

En 2011, Salmaan Taseer, el gobernador de la provincia de Punjab y un crítico de las leyes contra la blasfemia del país, fue asesinado después de expresar su apoyo a Asia Bibi, una mujer cristiana madre de cinco hijos sentenciada a muerte por insultar, supuestamente, al profeta Mahoma.

Incluso después de que el asesino de Taseer, Mumtaz Qadri, fuese ejecutado, la opinión pública siguió cargando duramente contra Taseer y Bibi –que sigue encarcelada. El asesinato de Khan fue el primero en producirse en una universidad pakistaní, y el hecho de que la víctima fuese un musulmán respetado puede explicar la respuesta ciudadana.

Muchos se identifican con este joven

“Mucha gente se puede identificar con él”, comenta el escritor Mohammed Hanif. “Era un estudiante de universidad como otro cualquiera. Y el panorama dentro de la universidad resulta familiar para muchos”.

Una secuencia de imágenes muy explícita del linchamiento muestra a una multitud cabreada golpeando y pisoteando el sangriento cuerpo sin vida de Khan. Tal brutalidad puede que también haya impulsado a la repulsa pública, apunta Hanif. “Los casos anteriores han sido, de alguna manera, maquillados”.

Este asesinato demuestra cómo las leyes contra la blasfemia de Pakistán –diseñadas originalmente bajo el gobierno colonial británico en el siglo XIX– a veces proporcionan un pretexto para la violencia asesina motivada por intereses personales o venganza.

“Acusar a alguien de blasfemia se ha convertido en algo extremadamente fácil”, asegura Tahira Abdullah, una defensora de derechos humanos independiente. “El propio término suscita sentimientos hasta tal punto que la gente toma la justicia por su mano y los mismos grupos de vigilancia se encargan de tomar medidas”.

Desde 1990, al menos 65 personas han sido asesinadas en Pakistán en relación a acusaciones de blasfemia, y la responsabilidad de estos asesinatos extrajudiciales reside, en parte, en la legislación del país, comenta Abdullah. “El estado no ha diseñado penas disuasorias por hacer acusaciones falsas”, asegura.

Uno de los profesores del alumno asesinado asegura que la acusación de blasfemia era en realidad una tapadera para cubrir una “venganza política” después de que el estudiante criticase la gestión institucional. Tres días antes de que fuese asesinado, Khan apareció en la televisión local criticando a la administración de la universidad por su gestión deficiente.

Según un documento que apareció después del asesinato, la universidad había prohibido a Khan y a otros dos estudiantes entrar en el campus mientras que un comité investigaba sus acusaciones de “actividades blasfemas”. Otro de los estudiantes mencionados fue brutalmente golpeado.

“Mashal Khan era el único de ellos que solía criticar esto en los medios locales”, comenta el profesor que prefiere permanecer en el anonimato para evitar represalias. “La acusación de blasfemia se ha utilizado como una herramienta para incendiar a los ciudadanos”.

Tiempo atrás, Khaan había estado en Rusia estudiando ingeniería y tenía su cuarto adornado con carteles del Che Guevara y Karl Marx. “Sé curioso, loco y absurdo”, se podía leer en una de las citas de su pared.

Sus amigos le recuerdan como un curioso y devoto musulmán intelectual. “Soñaba con un sistema en el que cada uno pudiera disfrutar de la justicia y de los mismos derechos. Estaba en contra de la corrupción y de la configuración política corrupta. No me lo puedo imaginar siendo contrario a la religión”, asegura un amigo, Saddam Hussain.

Su padre, Muhammad Iqbal Khan, dijo que, por naturaleza, su hijo no estaba en sintonía con los valores tradicionales de Pakistán. “Era el tipo de persona que la sociedad nunca podría tolerar”, comentó. “Puedes llamarlo un revolucionario, un reformista, un humanista, lo que sea, pero no era una persona conservadora. Mi hijo era una voz para los que no la tienen”.

Hace poco, el gobierno del país intentó restringir el material blasfemo de las redes sociales, pidiendo ayuda a Facebook y Twitter para identificar a los usuarios para poder así procesarlos. Pero ese tipo de medidas solo pueden provocar más violencia, dice Hanif.

“Es lo más estúpido que se puede hacer”, protesta. “Viniendo del gobierno, estás alimentando el fuego, diciéndole a la gente que se ponga a vigilar”. La policía ha arrestado a 33 personas, incluidas seis que forman parte del personal universitario, que tienen conexiones con el asesinato. Sin embargo, no han encontrado pruebas que respalden las acusaciones de blasfemia.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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