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The Guardian en español

Por qué el conflicto en Yemen va camino de convertirse en otra Siria

Seguidores del movimiento rebelde de los hutíes durante una manifestación de apoyo en Saná, Yemen.

Simon Tisdall

El intento de los rebeldes hutíes de hundir una embarcación estadounidense que patrullaba Yemen y la respuesta de Estados Unidos marcan una escalada potencialmente significativa en un conflicto que ha sido alimentado e ignorado en diferentes momentos por las potencias occidentales. El ataque de los hutíes, cuyo principal apoyo es Irán, coincide con un ataque con misiles sin precedentes 500 kilómetros dentro del territorio de Arabia Saudí e implica que la expansión de una contienda regional podría estar más cerca de lo que se consideraba.

Las revueltas y la insurrección han sido endémicas en Yemen desde principios de este siglo. Pero el conflicto se intensificó en marzo del año pasado cuando Arabia Saudí, el principal enemigo de Irán, lanzó una intervención a gran escala apoyada por una coalición de estados árabes.

Desde entonces, unos 10.000 yemeníes han muerto y muchos más han sido heridos, desplazados o se han enfrentado a la hambruna. Estados Unidos y Reino Unido apoyan a la coalición saudí y han proporcionado apoyo táctico, como el intercambio de información de inteligencia y entrenamiento, aunque en principio habían evitado la participación directa en Yemen. La excepción son los continuos ataques con drones de la CIA, incluidos aquellos contra supuestos terroristas del Estado Islámico y de al-Qaeda en la Península Arábiga, y la respuesta a los ataques hutíes a una embarcación estadounidense.

Estados Unidos contraataca

Estados Unidos lanzó este miércoles su primer ataque contra territorio controlado por las fuerzas hutíes en Yemen como respuesta al ataque a su buque de guerra el pasado fin de semana, convirtiéndose así en un combatiente activo en una guerra brutal liderada por Arabia Saudí, aliado de Washington.

El Pentágono anunció que ha destruido tres zonas de radares controladas por el movimiento rebelde hutí, apoyado por Irán. Según el Pentágono, la zona atacada estaba involucrada en dos ataques con misiles durante los últimos cinco días al destructor estadounidense USS Mason, el cual opera desde el estrecho de Bab al Mandeb entre Yemen y el Este de África.

El Pentágono señaló que el ataque se produjo bajo la directa autorización de Barack Obama y no dio información sobre bajas. “Estos ataques limitados de defensa propia han sido llevados a cabo para proteger a nuestro personal, nuestros barcos y nuestra libertad de navegación”, ha explicado el portavoz del Departamento de Defensa, Peter Cook.

Oficiales estadounidenses han indicado de manera anónima que los lugares atacados están situados en zonas remotas donde el riesgo de muertes civiles era bajo.

Por su parte, un oficial militar hutí negó que los rebeldes hayan disparado contra embarcaciones estadounidenses. “Esas acusaciones no tienen base”, señaló el oficial según la agencia de noticias rebelde Saba.

“Estos ataques injustificados son serios pero no nos disuadirán en nuestra misión. Estamos entrenados y listos para defendernos y responder de forma decisiva”, ha afirmado el almirante John Richardson, director de las operaciones navales estadounidenses.

Siria monopoliza la energía diplomática

Como en Siria, la administración Obama había fomentado hasta el momento una estrategia de manos libres, prefiriendo actuar a través de otros antes que involucrarse directamente. Esta timidez proviene del miedo de Obama a que Estados Unidos sea arrastrado a más guerras en Oriente Próximo. También es producto de su controvertido intento de mejorar sus relaciones con Irán a través del acuerdo nuclear.

La guerra siria ha monopolizado la energía diplomática de Washington en detrimento de Yemen y otros conflictos regionales, como el de Israel y Palestina. El mensaje no intencionado a Teherán y a los hutíes ha sido que Yemen no es una prioridad. En parte, como resultado, los continuos esfuerzos de la ONU para alcanzar algún tipo de acuerdo no han tenido el poder suficiente.

Ahora Estados Unidos corre el riesgo de verse más absorbido en el conflicto. El destructor estadounidense atacado el fin de semana estaba en la zona por un ataque previo de los hutíes a una embarcación de Emiratos Árabes Unidos, que es parte de la coalición liderada por Arabia Saudí. El destructor pertenece a un despliegue de tres buques de guerra en el Golfo del Mar Rojo de la zona de Adén, está armado con misiles crucero Tomahawk y lleva fuerzas especiales estadounidenses.

Por su parte, Riad se ha sobresaltado por el ataque sin precedentes en Taif con misiles balísticos, ciudad bastante adentrada en Arabia Saudí.

Mientras tanto, el bombardeo el pasado fin de semana de un funeral al que asistieron destacados hutíes y que mató a 140 personas, ha alterado todavía más los cálculos estadounidenses. Se considera que los responsables son los aviones de combate de la coalición liderada por Arabia Saudí. Esta fue la última de una lista de atrocidades que afectan a civiles y de las que se acusa a los saudíes.

Estados Unidos condenó el bombardeó y señaló que revisaría su apoyo a las operaciones saudíes. Sus palabras de enfado tensarán aun más las relaciones con Riad. El bombardeo también permite a Rusia e Irán acusar de hipocresía a Estados Unidos en Siria, donde rompió las conversaciones diplomáticas después de otra crueldad: la destrucción el mes pasado de un convoy de ayuda humanitaria de la ONU.

La estrategia de Irán

Percibiendo que quizá se pueda abrir una brecha entre Riad y un avergonzado Washington, Irán ha sido rápido en denunciar ante la ONU el bombardeo del funeral. Para un país culpable de abusos de derechos humanos serios y sistemáticos, esto tiene cierta gracia. Sin embargo, se suma a la aceptación por parte de Occidente de que los Estados árabes bloqueen una investigación completa del Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre las atrocidades en Yemen.

Observando cómo se desarrolla un vacío de poder al tiempo que Obama se acera al final de su mandato, los guardianes de la revolución de Irán más intransigentes aparecen listos para aumentar la tensión no solo en Yemen, sino también en Irak, donde el gobierno chií es un aliado cercano, y en Siria, donde los propios combatientes de Irán y los de Hezbollah están manteniendo a las fuerzas de Bashar al Asad a la ofensiva en Alepo.

Algunos analistas sugieren que un Irán expansionista, como Rusia, está buscando bases militares permanentes en el Mediterráneo a cambio de su ayuda. El comportamiento de Irán decepcionará a aquellos que apoyan la apertura de Obama a Teherán y convencerá a los escépticos, como Israel, de que estaban en lo cierto al predecir que Teherán mantendría su enemistad con Occidente, continuaría buscando el dominio regional y seguiría intentando desestabilizar a la predominantemente suní Arabia Saudí y a sus aliados del Golfo, donde y cuando pudieran.

Abandonado diplomáticamente por Estados Unidos y Europa, decepcionado por los comités de vigilancia de derechos humanos de la ONU, alimentado por la venta de armas de Estados Unidos y de Reino Unido y explotado y manipulado por Irán, el conflicto en Yemen es otra Siria, en una escala más pequeña. Y como Siria, tiene un creciente potencial de estallar en la cara de Occidente.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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