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Un español busca en Europa apoyo para los insurgentes sirios

Los grupos insurgentes luchan contra las fuerzas de Bachar al Asad.

The Guardian

Marga Zambrana/ Emma Graham-Harrison/ Shiv Malik - Estambul/Londres —

Un ciudadano español que estudió en Birmingham y dirigió una compañía tecnológica con sede en las afueras de Londres lidera los esfuerzos por mejorar la imagen de uno de los grupos armados islamistas de la oposición más importantes de Siria.

Labib al-Nahhas es el “ministro de Asuntos Exteriores” de Ahrar al-Sham, un grupo que se ha aliado con la rama de Al-Qaeda en Siria y que quiere instituir una teocracia suní en el país. Uno de sus fundadores conocía personalmente a Osama bin Laden.

Su trabajo lo obliga a viajar por las capitales de Occidente explicando que su grupo es ultraconservador pero un miembro legítimo de la oposición. Utiliza sus raíces europeas para intentar reducir la desconfianza de algunos diplomáticos hacia la historia y la ideología del grupo.

“Desde un punto de vista ideológico, soy islamista, eso es evidente; de lo contrario no formaría parte de este movimiento. Sin embargo, el hecho de que entienda ambos mundos me permite hacer mejor mi trabajo y no solo desde un punto de vista teórico”, explica durante una entrevista en la que habla del papel que desempeña en el grupo y del nuevo posicionamiento de éste.

Nahhas nació en Madrid. Su padre es sirio y musulmán y su madre es española y católica. The Guardian ha confirmado que pasó los primeros años de su vida en Madrid. Sin embargo, cuando tenía cuatro años, sus padres fallecieron en un accidente de coche y el niño se mudó a Siria para vivir con su familia paterna.

Él mismo cuenta que su abuela argentino-libanesa lo ayudó a conservar su español, si bien tiene recuerdos borrosos de su infancia. Donde fuera que estudiara, aprendió un inglés lo suficientemente bueno como para ser admitido en la Universidad de Birmingham y en 1999 se licenció en ingeniería de telecomunicaciones.

Tras licenciarse vivió en Francia, Holanda y Estados Unidos, también en el Reino Unido. Según documentos oficiales, dirigió una compañía en un suburbio del oeste de Londres. En 2010 regresó a Siria y encontró un trabajo en el sector de las telecomunicaciones.

“Siempre he sentido una gran afinidad hacia Siria, y en especial hacia la ciudad de Homs. Es la ciudad de mi padre y también es donde yo crecí, es mi hogar. He vivido en las mejores ciudades del mundo pero no conseguí echar raíces en ninguna de ellas”, asegura: “Me mudaba a menudo porque nunca encontré la paz interior que me proporciona Homs”.

No hacía mucho que había llegado a Siria cuando estalló la Primavera Árabe en la región y participó en las primeras manifestaciones callejeras. En 2011, él y su hermano, que ahora integra el consejo de la Sharia de Ahrar al-Sham, fueron detenidos por las fuerzas de seguridad del gobierno durante una manifestación.

Un diplomático occidental consiguió que fueran liberados. Los jóvenes dejaron de participar en las manifestaciones pacíficas y se unieron a un grupo rebelde que más tarde se fusionó con Ahrar al-Sham. “Esta transformación se produjo porque no nos quedó otra opción, ante la pasividad de la comunidad internacional no tuvimos más remedio que defendernos”, explica. En 2014 renunció a su puesto de trabajo en una compañía británica para centrarse en la guerra civil siria.

“Cuando cada manifestación se convierte en un asunto de vida o muerte, apuestas por lo que te permita seguir viviendo o por lo que vale la pena morir, en nuestro caso es la fe y la idea de libertad y dignidad que nos une”, afirma. Nahhas adquirió un mayor protagonismo tras la muerte de los líderes más destacados del grupo en un ataque que nadie reivindicó. En ese momento, parecía que las fuerzas de Bashar al-Asad les pisaban los talones y tuvieron que reorganizarse.

Muchos analistas daban por hecho que el grupo se iba a disolver. Sin embargo, los líderes que sobrevivieron al ataque lograron organizarse, mantener sus posiciones en el campo de batalla, reforzar las alianzas con simpatizantes en Turquía y en Qatar y, más recientemente, lanzar una campaña para lograr el reconocimiento de Occidente, en el contexto de los esfuerzos de Asad y de Rusia por presentar al grupo como terroristas para que no puedan participar en las negociaciones de paz.

Nahhas se encuentra en el epicentro de estos esfuerzos, recorriendo miles de millas aéreas para convencer a los diplomáticos europeos y estadounidenses de que el grupo es ultraconservador pero no extremista, un miembro legítimo de la alianza rebelde. También les quieren transmitir que el grupo tiene un sólido apoyo, y no quiere exportar la yihad a Europa ni fomentar el sectarismo en Siria.

Un cambio de estrategia en duda

Se presenta a la entrevista vestido con una chaqueta de aviador de piel y luciendo una barba impecable. Sin duda, su encantadora sonrisa y su afabilidad son armas que ha utilizado durante sus decenas de encuentros con diplomáticos. “El año pasado tuvimos muchas reuniones con diplomáticos occidentales y de nuestra región”, explica. “Estos encuentros nos permitieron explicar sin intermediarios nuestras opiniones y la realidad en el terreno”. El verano pasado incluso publicó una columna de opinión en varios periódicos británicos y estadounidenses para pedir a ambos países que actuaran, algo bastante inusual para un grupo salafista.

Los analistas todavía no saben a ciencia cierta si Ahrar al-Sham ha dejado de ser un grupo radical o está gestionando una campaña de relaciones públicas. Nahhas explica que en el grupo conviven personas de ideología muy diferente.

Ali el-Yassir, un analista que sigue el grupo de cerca afirma que “todavía no se sabe si sus gestos más recientes se deben a un cambio de estrategia o representan un cambio real. Lo que sí está claro es que dentro del grupo se está produciendo un debate en torno a la ideología y al futuro de la organización”.

Nahhas entiende que las opiniones del grupo sobre la democracia, las mujeres y las minorías no sean del agrado de Occidente pero cree no son lo suficientemente extremas como para descartarlo como socio. Son partidarios de una democracia limitada, que se rija por la sharia. No creemos que (la sharia) sea incompatible con los mecanismos que se utilizan en democracia al elegir a los representantes y a los líderes, es un principio claro del Islam que la nación tiene el derecho a elegir a sus líderes“, defiende.

Un aliado incómodo o ninguno

Según Nahhas, Ahrar al-Sham también se ha comprometido a proteger a las minorías. Si bien varios informes, incluyendo uno de Human Rights Watch, han documentado algunos casos de vulneración de los derechos humanos, Nahhas niega que sean responsabilidad del grupo y afirma que se trata de acciones de personas que actuaban por su cuenta. Un reportaje de la BBC emitido recientemente afirmaba que los combatientes de Ahrar al-Sham impidieron una masacre por parte del Frente Al-Nusra (una organización terrorista asociada a Al Qaeda).

“Somos, por encima de todo, un movimiento popular que representa los valores y la identidad de la mayoría suní en Siria pero que, al mismo tiempo, quiere incluir al resto de la población”, afirma Nahhas, que también añade que el grupo es demasiado importante como para que Occidente lo ignore si realmente quiere apoyar a la oposición. “Los intentos por etiquetarnos como organización terrorista no conseguirán cambiar el hecho de que somos un movimiento popular muy resistente. Entrar en el juego de las descalificaciones es contraproducente para todos”.

El exembajador de Estados Unidos en Siria, Robert Ford, opina lo mismo. El verano pasado urgió a la Casa Blanca a “dialogar con Ahrar al-Sham”. En un artículo que coescribió con Yassir, los describió como “probablemente el grupo de la oposición más importante en Siria”.

El hecho de que el grupo haya logrado el apoyo de personas como Ford refleja el dilema estratégico al que se enfrenta Occidente, ya que la oposición a Asad se está fragmentando y radicalizando. En el pasado Washington, que se ha alineado con grupos “moderados” de la oposición, nunca se hubiera planteado apoyar a un grupo como Ahrar. Sin embargo, en un contexto en el que Rusia ha intensificado su apoyo a Asad, Estados Unidos se ve obligado a escoger entre tener aliados incómodos o no tenerlos.

“Nuestra negativa a dialogar con grupos como Ahrar reduce todavía más la influencia que tenemos en Siria”, afirman Ford y Yassir en su artículo: “El gobierno quiere liderar la oposición desde el patio trasero y todavía tiene la esperanza de que un grupo rebelde intachable aparezca en el horizonte. Pero lo cierto es que grupos islamistas como Ahrar desempeñan un papel importante en la toma de decisiones sobre el destino de Siria y si les da la espalda, Washington se quedará atrás”.

 Traducción de Emma Reverter

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