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Las estrellas de hip hop, nuevas víctimas del autoritarismo en China

Xi Jinping protagoniza titurales en los principales medios en plena campaña represiva

The Guardian

Jamie Fullerton – Pekín —

Chen Haoran sabía que no era muy querido por las autoridades. Como miembro fundador de la banda de música más prohibida de China –el grupo de hip hop In3–, Chen se había convertido en objeto de la vigilancia de la policía y de los servicios de inteligencia del país.

Sus canciones han sido etiquetadas reiteradamente de amenaza moral. De la lista de 120 temas censurados el año pasado por el Ministerio de Cultura –por sus “proclamas obscenas, violencia, crimen o daño a la integridad social”– 17 estaban firmados por In3. Pero ni aún así Chen podía imaginar lo que le ocurrió junto a su compañero de banda Jia Wei en septiembre.

Después de una intensa cruzada contra el arte disidente encabezada por el presidente Xi Jinping desde su llegada al poder en 2012, la policía ha impedido gran parte de las actuaciones de In3, presionando a las salas de conciertos para que cancelaran sus reservas. Sin embargo, el grupo consiguió tocar en la provincia de Yunan, al suroeste de China, justo antes de que su avión fuese asaltado por policías paisanos cuando aterrizaba de vuelta en Pekín.

Chen y Jia fueron esposados mientras les colocaban unas bolsas negras sobre la cabeza y eran sacados a la fuerza del avión. “Pensaba que si me movía podía morir, así que me mantuve erguido sin pronunciar una palabra”, cuenta Chen. “Me dije: lo único que puedes hacer es esperar”. Los dos artistas fueron conducidos durante tres horas hasta un centro de detención.

“Nos llevaron a una habitación donde había muchos otros sentados en sillas, mirando a la pared y con las manos esposadas a la espalda”, relata el joven. “Según decían su nombre en alto, eran llevados a la sala de interrogatorio. Olía como una manada de elefantes”.

Las preguntas de los policías a los miembros de la banda se centraron en el uso de drogas, y Chen admitió que había fumado cannabis en Yunan. “Les conté que esa es nuestra cultura: fumar y tomar alguna copa, pero sin causar problemas”, explica. “El policía se volvió loco: '¿Cómo te atreves a decir que es una cultura, acaso no quieres seguir cantando en el futuro?', me advirtió”.

Chen cuenta que, después, lo separaron de Jia y lo metieron en una celda con al menos otras 20 personas. Dejaban encendida una intensa luz durante todo el día. Un cartel colgado en la pared recordaba que los detenidos tienen permitidas dos horas de ejercicio al aire libre, pero ninguno era lo suficientemente valiente para exigirlas. “Los últimos prisioneros en llegar dormían al lado de los retretes, pero si pareces demasiado blando puedes terminar durmiendo allí siempre”, describe Chen. “No nos permitían dormir boca abajo o de lado porque los policías temían que nos suicidásemos de alguna manera”.

El líder del grupo comprendió rápidamente que el uso de marihuana no era la razón de su arresto. “La policía reveló que nos habían estado observando durante mucho tiempo y que si no nos habían detenido antes era porque no habíamos dado ningún concierto hasta entonces”, explica. Ambos fueron puestos en libertad sin cargos después de cinco días.

La censura como bandera de Xi

La historia de Chen es especialmente relevante porque ha visto la luz gracias a la posición que ocupa su banda dentro del ámbito cultural de China. De hecho, el cantante solo es la última víctima de una batalla impulsada por el Gobierno contra la inmoralidad y aquellos que puedan amenazar la hegemonía del Partido Comunista. Desde su ascenso al poder, Xi ha puesto el foco sobre activistas, abogados por los derechos humanos, periodistas, académicos, publicistas y artistas.

A diferencia del actual ambiente crispado, las letras ligeramente antagonistas de In3 fueron aceptadas bajo el mandato del predecesor de Xi, Hu Jintao. El escenario ha cambiado radicalmente para las artes después de que Xi se hiciese con el gobierno del país, ya que la estrategia del presidente se ha basado en consolidar su poder y silenciar a los disidentes.

En octubre de 2012, el presidente trazó su hoja de ruta de las artes, para horror del gremio de artistas chinos, cuando hizo un llamamiento para difundir “energía positiva” y los “valores fundamentales del socialismo” con sus obras. El alcance de la susceptibilidad por parte de las autoridades hacia la disensión artística quedó patente en mayo, cuando Dai Jianyong fue detenido por repartir unas divertidas fotografías del presidente con bigote. Además, las ediciones anuales del festival de cine independiente de Pekín están siendo canceladas con regularidad.

Las canciones de la discordia

In3, que lanzó su álbum debut Unknown Artists en 2008 y después su segundo, Born to be Rappers, en 2013, notaron la persecución en los dos años previos a su detención. “Acordábamos actuaciones con ciertas compañías, y poco después recibían un documento que obligaba a cancelar los conciertos porque nuestras letras difundían una energía negativa”, cuenta Chen. “La policía acudía a las salas con nuestras letras rodeadas en color rojo alegando que no podíamos tocar. Cada vez recibíamos menos invitaciones. No estábamos asustados, solo perplejos”.

Lo que convierte la detención de In3 en un suceso confuso para el público extranjero es la falta de polémica en su música. Su canción Hello Teacher, que encabeza la lista negra del Ministerio, incluye palabrotas y una letra que habla de escupir en el vaso de un profesor y dibujar penes en los libros de texto. Beijing Evening News, otra canción censurada, dice: “Algunos duermen en los túneles del metro, otros comen a costa del Gobierno”. Puede considerarse un poco antisistema, pero sin alcanzar el nivel del Fuck Tha Police de N.W.A.

Pero a Chen, desconcertado por la dura campaña que está liderando la policía contra su banda, la presión le ha empezado a pasar factura. In3 no tiene pensado volver a hacer un directo y Jia se ha refugiado en el extranjero.

La banda había grabado nuevo material en Atlanta en el estudio que dirige el rapero de Outkast, Big Boi. Sin embargo, Chen ha declarado que se va a centrar en un tipo de música instrumental “más madura” desde ahora para evitarse conflictos con las autoridades. Con una joven familia que cuidar, no quiere meterse en problemas.

Desde agosto ha surgido un creciente interés por la banda en la red, pero solo como resultado de unos cuantos curiosos buscando información sobre el grupo que el Ministerio considera tan inmoral. El contenido de canciones antiguas, muchas de las cuales fueron lanzadas hace una década, sigue perjudicando a Chen. “Escribimos esos temas hace mucho. Éramos como un espejo que reflejaba la sociedad. Escribimos ese tipo de letras motivados por la presión, si no, no hubiésemos compuesto música revolucionaria en absoluto”, afirma el rapero.

“Estoy en shock, si fuera un mal estudiante, sería comprensible que el profesor me odiase. Si fuera un criminal, sería comprensible que la policía me odiase. No sé por qué la gente busca vengarse de nosotros. Ya no somos adolescentes cabreados. Y aunque lo fuésemos, no queremos causar problemas, así que vamos a expresarnos de forma más inteligente. Si las autoridades encuentran algo inconveniente en nuestras letras, lo cambiaremos”.

Si In3 continúa, será en una versión acobardada, lanzando temas autocensurados y controlando sus directos por temor a ser detenidos de nuevo. Ya que la cruzada contra las artes no presenta señales de abatimiento, Chen ve pocas posibilidades de volver a la lucha. “Incluso aunque la prohibición sea desmesurada, nadie se atreve a contradecirla”, admite. “Si intento justificarme, la policía me dirá que nos ahorremos tiempo y que lo discutamos en el calabozo”.

Traducción de Mónica Zas

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