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The Guardian en español

Un juez mexicano libera a un agresor sexual porque “no disfrutó” del acto

Diego Cruz, el mexicano de 21 años miembro de "Los Porkys de Costa de Oro", fue extraditado de España a su país y ahora ha sido liberado.

David Agren

Ciudad de México —

Un juez mexicano ha puesto en libertad a un joven acusado de secuestrar y agredir sexualmente a una estudiante con el argumento de que no disfrutó durante el acto.

Diego Cruz, de 21 años, es uno de los cuatro jóvenes –hijos de familias ricas del estado costero de Veracruz, que se hacían llamar 'Los Porkys' en las redes sociales–, que fueron acusados de abusar de una de sus compañeras de clase. Todos iban a una escuela de élite y los hechos sucedieron durante una fiesta de Año Nuevo, el 1 de enero de 2015.

En una sentencia que se hizo pública este lunes, el juez Aunar González determinó que aunque Cruz fue acusado de tocar los pechos de la víctima y de penetrarla con sus dedos, actuó sin “intenciones carnales” y por lo tanto no era culpable de agresión sexual.

González también determinó que aunque la víctima, que tenía 17 años en aquel momento, fue violada dentro del coche de uno de sus supuestos atacantes, la chica nunca estuvo “indefensa”. Dos de los otros tres sospechosos están acusados de penetrar a la víctima.

Los jóvenes aparecen en un vídeo en el que admiten los hechos y piden perdón a la adolescente, cuyos padres han denunciado la inacción y complicidad de la justicia mexicana. 

La liberación de Cruz, que había huido a España, pero fue extraditado de regreso a su país, ha provocado indignación entre los activistas de derechos humanos y ha reforzado la percepción social de que las personas con dinero y conexiones políticas en México están por encima de la ley.

“¿La manoseó, la tocó de una forma abiertamente sexual, pero porque no lo disfrutó, no es abuso sexual?”, se pregunta con ironía Estefanía Vela Barba, activista en temas de género.

“El juez entiende que como no había placer en el acto, entonces buscaban causar humillación. Está claro que ellos la estaban molestando, pero según el juez, si la intención no era el placer, entonces no es una agresión sexual”, explica Vela, que trabaja en el departamento de estudios jurídicos del Centro de Enseñanza e Investigación en Economía.

“No soy yo una loca que va diciendo esto. Estas palabras han salido de la boca del juez, que afirma que si te tocan contra tu voluntad, puede que no sea abuso”, remata Vela.

El caso de Los Porkys ha provocado una indignación generalizada en México, sobre todo porque tuvo lugar en Veracruz. Este estado costero se ha convertido en los últimos meses en un símbolo del fracaso del Estado mexicano para garantizar incluso una apariencia de estado de derecho.

Miles de mujeres han desaparecido en el fragor de una creciente batalla entre facciones rivales del crimen organizado. A principios de este mes se descubrieron más de 250 cráneos humanos en lo que se supone que es un cementerio clandestino de cárteles. Mientras tanto, el exgobernador del estado, Javier Duarte, sigue prófugo tras ser acusado de robar grandes cantidades de dinero público.

El caso de Los Porkys es también un símbolo. El del desenfreno y la impunidad de los hijos de la élite mexicana. Quince meses después del ataque, la víctima describió su calvario públicamente en Facebook, en un aparente intento de avergonzar a las autoridades y prersionarlas para que tomaran medidas.

“No tengo nada que arrepentirme –escribió la joven–. He bebido. He ido a fiestas. He usado faldas cortas como muchas chicas de mi edad… ¿Voy a ser juzgada por eso?, ¿Por eso me merecía lo que pasó?”.

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