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The Guardian en español

La paz permite a las combatientes de las FARC empezar a tener hijos

Muchas no quisieron tener hijos porque estaba mal visto y porque les era imposible poder criarlos

Sibylla Brodzinsky

San Miguel (Colombia) —

La primera vez que Margot se quedó embarazada, abortó. Según dijo, criar un niño era incompatible con su vida de guerrillera en el enfrentamiento más largo de América Latina: “¿Cómo se puede combatir al enemigo y escapar de los ataques aéreos con seis meses de embarazo?”.

Pero esa guerra por fin terminó. En diciembre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) firmaron un acuerdo de paz con el gobierno y ahora Margot tiene una hija de tres semanas, Ashley Yareli.

“Ya no será un problema criarla por nuestra cuenta”, explicó Margot en un campamento de la jungla en la provincia de Guaviare, al sureste del país. Unos días después se mudaba con su bebé y con Dairo, su pareja, a una zona especial de desmovilización.

Ashley forma parte de un inesperado beneficio que ha tenido la paz para las FARC: con la lucha terminada, en el ejército rebelde se multiplican los embarazos.

Durante los 52 años que duró la guerra, las mujeres rebeldes (alrededor del 33% de las FARC) eran obligadas a utilizar métodos anticonceptivos. Las que quedaban embarazadas eran obligadas a dejar a sus bebés con sus familiares o abortar, incluso en el octavo mes de embarazo.

Una “enfermera” de las FARC fue arrestada en España en 2015, donde está a la espera de su extradición a Colombia para enfrentarse a la acusación de homicidio, tentativa de homicidio y abortos sin consentimiento por los presuntos 150 abortos que practicó a las guerrilleras entre 1998 y 2000. El aborto sólo es legal en Colombia en casos de violación, cuando la vida de la mujer embarazada corre peligro o ante malformaciones en el feto.

Estaba mal visto estar embarazada

Las FARC han negado que forzaran a las mujeres a abortar. Todas las entrevistadas para este artículo dijeron haber interrumpido sus embarazos por voluntad propia, aunque también admitieron que era mal visto quedarse embarazada.

Según Mauricio Jaramillo, médico y miembro del secretariado regente de las FARC, los comandantes rebeldes decidieron reducir las restricciones sobre los embarazos hace ya unos tres años.

Una vez que se levantó la prohibición, las mujeres y parejas dieron rienda suelta al reprimido deseo de convertirse en padres. Alrededor de 60 bebés nacieron durante el proceso de paz y casi otras 80 mujeres de las FARC están hoy esperando un bebé.

El trabajo de Richard Mejía cambió por completo. Como médico de las FARC, se considera un especialista en traumatismos y medicina interna, aunque jamás había recibido preparación médica formal. En tiendas de campaña improvisadas para las cirugías en el fragor de la lucha, Mejía aprendió a extirpar esquirlas de metralla de los camaradas heridos en combate.

Ahora eso se acabó. “Hace dos años que no veo ninguna lesión provocada por la guerra”, cuenta mientras examina a Eric Andrés y a Andrea Thalia, un par de mellizos de cinco meses, que duermen en hamacas del campamento de rebeldes. “Ahora trato sarpullidos”.

La madre de los mellizos, Edith, se siente afortunada por haber tenido dos bebés al mismo tiempo. “Quería tener bebés desde hace un tiempo pero, en la guerra, no se puede”, dijo. Aunque Edith y el padre de sus hijos se separaron en el segundo mes de embarazo, Edith dice que recibió su apoyo y el de su nueva pareja, que cuidan a los mellizos algunos días de la semana en su tienda de campaña, dentro del campamento rebelde.

Las FARC corren ahora con los gastos

Su comandante envió a Edith a la ciudad para que tuviera a los bebés en una clínica privada. Las FARC pagaron la cuenta. “La organización nos da todo a las madres primerizas: cunas, pañales, juguetes, medicamentos”, contó Edith.

Katerina (31) es una de las pocas guerrilleras a las que se le permitió dar a luz durante la guerra. Su hijo Brayan nació en 2003, justo cuando el gobierno del expresidente Álvaro Uribe lanzaba una feroz ofensiva contra las guerrilleras. “Me permitieron tenerlo porque no había nadie que pudiera hacerme un aborto donde estábamos”, dijo. Cuando su bebé tenía cinco meses, se lo dio a su madre. Desde entonces, Katerina ha visto a su hijo solo tres veces: a los 4 años, a los 7, y a los 14.

No será igual con su segundo hijo, Johan. Nacido en septiembre de 2016, se arrulla en una cuna cubierta con un mosquitero durante la entrevista. Katerina comparte la tienda de campaña con Johan y Fardey, su novio de 25 años. “No pude estar con mi otro hijo como voy a poder estar con este”, explicó. “Esta vez, puedo criarlo yo y en paz”.

Pero no todas están preparadas para la maternidad. La guerrillera Francelli (32), miembro de las FARC desde sus 14 años, dijo entender pero no compartir el deseo de ser madre de sus camaradas. “Mi pareja y yo decidimos esperar para ver cómo va a ser esta transición hacia la paz”, explica mientras pela peras en una cocina del campamento.

“No quiero tener la carga de criar hijos apenas empezamos una nueva vida”, dijo. “Una vez que sepamos cómo va a ser esa vida, entonces puede ser”.

Traducido por Francisco de Zárate

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