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The Guardian en español

Trump forja una alianza con los fanáticos de la NRA

Donald Trump y Wayne LaPierre se sonríen durante un encuentro en la Casa Blanca

Lois Beckett

Hace cuatro años, la cara de Wayne LaPierre apareció en todas las primeras planas de los periódicos tabloides de Nueva York. Le llamaban “loco por las armas” y “chiflado”. Cuando se negó a reconocer que las leyes sobre armas tuvieron algo que ver con la masacre de la escuela Sandy Hook, LaPierre se ganó el título de “el hombre más loco del planeta”.

En la actualidad, LaPierre se sienta a la izquierda del presidente. Trump está ansioso por alabar al vicepresidente ejecutivo y director general de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), el grupo que se convirtió en uno de sus más leales defensores con más de 30 millones de dólares de fondos aportados a su candidatura.

En su segunda semana como presidente, Trump citó a LaPierre en la Casa Blanca para una reunión especial de líderes conservadores. En la última elección presidencial estadounidense, la prioridad número uno de la NRA era conseguir un candidato al Tribunal Suprema favorable a los derechos para llevar armas. Trump acababa de hacer realidad el sueño.

El presidente pidió a LaPierre que se presentara formalmente. “Wayne, yo diría que te conocen”, dijo Trump, haciendo referencia al grupo de líderes conservadores. “Tal vez te conozcan mejor de lo que me conocen a mí”. LaPierre y el resto de presentes en la sala se rieron. “Lo dudo”, dijo LaPierre.

Los grupos para prevenir la violencia con armas ya están recaudando fondos usando la fotografía en que LaPierre y Trump se miran: el presidente con una penetrante mirada benévola y LaPierre con una amplia sonrisa.

¿Qué pasará con las leyes sobre armas?

Trump prometió apoyar una agenda proarmas y la NRA comunicó a sus miembros que ya era hora de que el grupo “pasara a la ofensiva”. Pero la ascensión de LaPierre significa algo más que un cambio hacia leyes más laxas de tenencia de armas. Es un triunfo para la estrategia política perfeccionada por LaPierre, muchas veces caricaturizada como extrema y paranoica.

Trump ganó la Casa Blanca y ahora gobierna el país utilizando las mismas estrategias de LaPierre: siempre al ataque, nunca pidiendo disculpas y tratando a los medios de comunicación como si fueran el partido de la oposición.

“Si quieren entender algo del enfoque y la personalidad de Donald Trump, creo que deberían ver lo que Wayne LaPierre ha estado haciendo desde hace tiempo. LaPierre es un poco el piloto de pruebas de lo que ha estado haciendo Trump”, dice Arkadi Gerney, miembro experimentado del Center for American Progress (CAP) y defensor del control de armas desde hace años.

“La mentira” es, en opinión de Gerney, lo que Trump y LaPierre tienen más en común.

El portavoz de LaPierre, Andrew Arulanandam, se negó a hacer comentarios. La Casa Blanca tampoco respondió a las preguntas sobre la relación del presidente con la NRA.

El movimiento que pide un mayor control de las armas se ha impuesto objetivos cada vez más modestos, pero LaPierre y otros líderes de la NRA sostienen desde hace tiempo que la verdadera meta de los demócratas es confiscar las armas de los estadounidenses. Según LaPierre, la pequeña ampliación de las leyes de comprobación de antecedentes (para comprar un arma) implantada tras la masacre de Sandy Hook se convertiría en un registro nacional de propietarios de armas. Eso está prohibido por una ley federal, y esa legislación de control de antecedentes decía expresamente que eso no ocurriría.

“El lobby de las armas y sus aliados mintieron deliberadamente acerca del proyecto de ley”, dijo un furioso Barack Obama tras el fallido avance de la legislación en el Senado. “Afirman que el proyecto crearía una especie de registro de armas al estilo ‘Gran Hermano’, a pesar de que proyecto de ley hizo todo lo contrario. De hecho, esta legislación derogaba cualquier registro. Estaba escrito, simple y claro. Pero no importó”.

A LaPierre no le gustan los medios

El enfrentamiento de LaPierre con los principales medios y políticos progresistas tiene algunos fundamentos. La información relacionada con el debate sobre las armas de EEUU está, por momentos, marcada por el desdén y la ignorancia hacia los propietarios de armas. Por otro lado, los demócratas han seguido defendiendo medidas antiarmas cuya eficacia no está probada, como la prohibición de las armas de asalto, una medida simbólica que no era probable que salvara muchas vidas, según admitieron fuentes de la Administración de Obama.

Pero LaPierre también ha impulsado durante décadas una apocalíptica visión de EEUU bajo el asedio constante de terroristas y criminales violentos. Trump y su Administración han adoptado una visión tenebrosa similar, “la matanza estadounidense”, en contra de las estadísticas de delitos, donde se muestran décadas de un incremento en la seguridad y disminución de la violencia.

Trump ha sacado partido del reciente y real repunte en los homicidios para convertirlo en un acontecimiento devastador. Para sorpresa de los expertos estadounidenses en crimen, el nuevo fiscal general de Trump, Jeff Sessions, sugirió esta semana que detrás de este auge había una “tendencia peligrosa y permanente”.

Igual que a Trump, los progresistas critican a LaPierre por ser un tipo poderoso que amasa millones esparciendo el miedo y despotricando contra el establishment. La izquierda los describe a los dos como manipuladores que no representan los verdaderos intereses de sus propios partidarios, aunque su popularidad parece desmentir esa creencia.

Cuando le preguntan por el lado oscuro de la cultura de las armas, LaPierre pasa a la ofensiva. Días después del tiroteo de Sandy Hook en diciembre de 2012 (26 personas muertas, entre estudiantes y profesores), LaPierre dio una combativa conferencia de prensa en favor de las armas que luego fue descrita como algo fuera de la realidad y de los sentimientos provocados por las muertes.

¿La culpa es de Hollywood?

Cuando un joven desquiciado con un rifle militar asesinó a balazos a 20 niños de primer grado, LaPierre negó que las armas fueran el problema. “Lo único que detiene a uno de los malos con un arma es uno de los buenos con un arma”, dijo en una sala repleta de periodistas. También criticó “la negativa de EEUU a crear una base de datos nacional actualizada de enfermos mentales” y responsabilizó de los tiroteos a la violencia de los videojuegos y a las películas de Hollywood, pero no al fácil acceso a las armas que tienen los jóvenes trastornados. Para solucionar el problema de los tiroteos masivos, LaPierre propuso un programa de policías armados en todas las escuelas de EEUU.

LaPierre casi desafió a los periodistas en la sala a responder a su discurso con “titulares impactantes”. Así lo hicieron. “Muy preocupante y muy inquietante”, dijo un analista republicano sobre el discurso. “No creo necesariamente que tener un guardia armado en la puerta de todas las aulas contribuya a un ambiente de enseñanza positivo”, dijo Chris Christie, gobernador republicano y entonces candidato potencial a la presidencia. El multimillonario y defensor del control de armas Michael Bloomberg también criticó a LaPierre por su “visión paranoica y distópica de un EEUU más violento y peligroso, en el que todo el mundo está armado y ningún lugar es seguro”.

A pesar del discurso, la NRA terminó ganando la batalla para bloquear nuevas leyes federales de control de armas tras la masacre de Sandy Hook, una victoria que consolidó la influencia política del grupo y su estatus como una de las organizaciones más odiadas por la izquierda.

Durante los años siguientes, y pese a los tiroteos masivos que se sucedieron, el Congreso se negó a aprobar más leyes de control de armas. Obama continuó acusando a la NRA de “conspirar” y de crear una “ficción en la que Obama intenta quitarles las armas”. En una debate entre autoridades y ciudadanos organizada por la CNN en 2016, Obama dijo que había invitado a la NRA a conversar con él en varias ocasiones, “pero que la conversación tendría que estar basada en hechos y en la verdad”. La NRA simplemente se negó a participar en un debate televisado sobre las armas en Estados Unidos.

En otras presidencias republicanas la Casa Blanca vio con buenos ojos a la NRA. En el año 2000, un alto cargo de la NRA afirmó que el grupo era tan cercano a George W. Bush que si ganaba, “tendríamos un presidente con el que trabajar desde su misma oficina… serán unas relaciones increíblemente amistosas”.

Pero la feroz retórica antigubernamental de LaPierre ha alejado, por momentos, a los líderes republicanos. En 1995, LaPierre envió una carta para recaudar fondos por la amenaza que representaban los “abusivos matones del gobierno”. La carta fue enviada poco antes del ataque terrorista por parte de extremistas antigubernamentales en la ciudad de Oklahoma. Como respuesta, el expresidente George H. W. Bush renunció públicamente a seguir siendo miembro de la NRA.

“El exabrupto de LaPierre contra los agentes federales ofende profundamente mi propio sentido de decencia y honor; y ofende el concepto que tengo de servicio al país”, escribió entonces Bush padre. “Es una difamación indirecta a una gran cantidad de agentes de policía del gobierno que trabajan día y noche, y que ponen en riesgo su vida por todos nosotros”.

LaPierre luego se disculpó y dijo que sus palabras habían sido malinterpretadas.

Con Trump, la NRA se encuentra celebrando una vez más estar entre los aliados clave de la Casa Blanca. Trump llegó a la campaña presidencial casi sin antecedentes en la defensa de las armas (una vez incluso apoyó la prohibición de las armas de asalto).

Pero los líderes de la NRA lo respaldaron desde el principio y se mantuvieron junto a él a lo largo de una campaña con frases de Trump como aquella de que “la gente de la Segunda Enmienda” (los poseedores de armas) podría impedir que Hillary Clinton designara jueces del Tribunal Supremo en caso de ser elegida, un comentario de pasada interpretado por muchos como una amenaza de asesinato.

“Vimos más allá del engaño de los medios y lo reconocimos (a Trump) por quien realmente era: el candidato presidencial más abiertamente a favor de la Segunda Enmienda de la historia”, dijo LaPierre en un vídeo reciente para miembros de la NRA.

“Apostaron por un candidato extremista, y les salió rentable”, dijo Gerney.

Los que piden un mayor control de armas están usando ahora la fotografía de LaPierre en la Casa Blanca para sumar apoyos en la próxima lucha contra leyes de armas más permisivas. Después de la masacre de Sandy Hook, LaPierre “mintió en la cara al afligido pueblo estadounidense y trató de convencerlo de que la única forma de mantenerse a salvo era con un arma”, dijo en un comunicado Chris Murphy, senador demócrata por Connecticut y una de las voces por el control de armas que más se hace escuchar en el Congreso. “Eso nunca ha sido cierto y nunca lo será”.

Según el veterano defensor del control de armas Arkadi Gerney, la estrategia de exagerar, engañar, difundir el miedo, profundizar las creencias erróneas y dividir a la gente puede imponerse sobre una mayoría mejor informada si está desorganizada: “Pero, en algún momento, si se crea una coalición mayoritaria y diversa, entonces acabas desacreditado y ya no puedes participar en la negociación”.

Traducido por Francisco de Zárate

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