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Aquí yace el Partido Socialista francés

El presidente de Francia, François Hollande y el primer ministro francés, Manuel Valls.

Jorge Verstrynge

Profesor titular de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid —

Estamos asistiendo a la defunción de la social-democracia francesa. Y sus causas son múltiples: agotamiento programático, basculación hacia el social-liberalismo, incapacidad para invertir las tendencias en materia de paro crónico y de inmigración descontrolada... Esto en lo estructural pero también está lo coyuntural: Hollande ha sido el peor presidente de la V República (su valoración más baja no pasó del 11% frente al 29% de Sarkozy y Chirac y el 38% de Mitterrand), un gobernante carente de la más mínima autoridad incluso dentro de su propio partido.

El PS ha desaparecido (pillado por la dinámica de enfrentarse al Frente Nacional unido a la derecha, el famoso e inútil “Frente Republicano”) en regiones enteras, los candidatos más serios de la izquierda (Emmanuel Macron y Jean-Luc Mélenchon) han pasado de unas primarias transformadas en un auténtico fracaso (participaron 1,5 millones de votantes frente a los cuatro millones de las primarias de la derecha).

En definitiva, un Partido Socialista encerrado en una trampa infernal: las expectativas de voto en las próximas presidenciales son pésimas (entre otras causas porque no entusiasma particularmente votar por perdedores) y el candidato del PS no llegará a la segunda vuelta (entre otras causas porque la política de Hollande del mundo árabe y la lucha contra el terrorismo ha espantado a una buena parte de las bases y votantes musulmanes del partido socialista).

Cuando escribo esto, no se sabe de Manuel Valls o de Benoît Hamon, quién ganará la segunda vuelta de estas primarias socialistas. Pero sí puedo certificar, que si gana Hamon, el más izquierdista de los dos candidatos ganadores de la primera vuelta, habrá una estampida de votos socialistas moderados hacia Macron (que encarna el a la derecha o social-liberal del partido socialista y que no encarna al pueblo sino al people –el amarillismo o a la “progresía”–). Y si gana Valls, la estampida resultante entre los que rechazan el social-liberalismo beneficiará a Jean-Luc Mélenchon (más o menos equivalente a un Podemos Galo...).

Esta vez, ningún antifascismo de opereta ni ninguna maniobra de “izquierda castor” frente al Frente Nacional permitirá la recuperación y la regeneración del Partido Socialista Francés. Aún más sabiendo que el Frente Nacional se ha hecho con el programa de François Mitterrand. A nadie debe pues extrañar que desde 2012, 40.000 militantes han abandonado el Partido Socialista y que la cifra de militantes cotizantes haya caído por debajo de los 100.000. Con los 40.000 antes citados se perdió también el voto útil de la izquierda en favor del Partido Socialista.

El Partido Socialista es ya como una rana de laboratorio cuyo sistema nervioso aún responde a los impulsos eléctricos, solo que la rana está muerta. Es el precio pagado por haber abandonado al pueblo llano en beneficio de minorías no muy claramente fieles electoralmente hablando.

Artículo publicado en Dispara Magazine .

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