4.000 kilómetros de fiordos, islas y ciudades de madera por las costas salvajes de Noruega

Uno de los barcos de la empresa naviera Hurtigruten durante la travesía. Håvard Myklebust - Visitnorway.com

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Entre las ciudades de Bergen y Kirkenes median los 4.000 kilómetros de costa más salvajes de Europa. Noruega y el mar tienen una relación especial. La configuración geográfica del país nórdico, que no es otra cosa que una sucesión de montañas que se precipitan casi en vertical hacia el océano, y el clima extremo del invierno boreal convirtió al agua en la única posibilidad de conectar las principales ciudades del país entre sí y a la nación con sus vecinas. Sólo en torno a Oslo, la tierra da descanso a un pueblo acostumbrado a lidiar con las dificultades que impone esta topografía de extremos. Los fiordos, esos tajos de mar creados por los hielos glaciares que dibujan bahías de contornos imposibles, conforman un tramo costero espectacular en el que se refugian las ciudades del norte. Ya desde tiempos de vikingos, el barco era la única manera de moverse por estas latitudes, por lo que no extraña que la ruta marítima hacia el norte sea una de las autopistas más transitadas del país.

Los locales la conocen como el Expreso del Litoral. Un trasiego constante de barcos que, en siete jornadas, recorre toda la costa del país conectando 35 ciudades y pueblos. Para los noruegos es la vía más rápida y cómoda para salvar la distancia entre localidades alejadas, pero para los viajeros y viajeras es la mejor posibilidad para conocer desde dentro la cultura de los fiordos más allá de su belleza paisajística emulando a los grandes exploradores noruegos. Los barcos parten cada jornada desde la ciudad de Bergen (a las 20.00 horas entre el 1 de junio y el 31 de octubre y a las 23.00 el resto del año) y permiten compartir con el pasaje local el tránsito lento hasta el norte extremo noruego; a escasos kilómetros de las fronteras con Finlandia y Rusia.

La travesía se inicia en la que, para muchos, es la ciudad más bonita de Noruega. Bergen fue, durante siglos, la capital del país y principal punto de partida de las rutas que conectaban el reino con el resto del mundo. El pequeño poblado vikingo se convirtió, allá por finales del siglo XIII, en uno de los puertos más activos de la Liga Hanseática gracias a los ricos caladeros de bacalao. De aquellos primeros tiempos quedan importantes restos como la Iglesia de Santa María (una de las más antiguas del país), la Fortaleza de Bergenhus (sede de la corona noruega durante siglos), la Catedral de San Olav o la configuración del Bryggen (viejo puerto), un coqueto centro histórico donde destacan las casitas de madera pintadas de colores alegres. El viejo mercado de pescado o el funicular que sube al monte Floyen son otros de los atractivos de una ciudad que bien merece un par de días de estadía. Es un adelanto de lo que nos espera en nuestro camino hacia el norte.

Cada fiordo es una sorpresa. Algunos guardan pequeños pueblecitos como Flam (Fiordo de los Sueños) u Olden (en Nordfjord), en el que se vive el día a día de las poblaciones rurales. La primera es el punto de partida del Tren Flamsbana (presumen de ser el recorrido ferroviario más bonito del mundo) y la última permite acceder al Glaciar Briksdal, uno de los más impresionantes de la costa noruega. En otras ocasiones, los muros verticales de piedra guardan ciudades de importancia como Trondheim, Bodo o Tromso. Lugares modestos o verdaderas maravillas como el Fiordo Geiranger (declarada Patrimonio de la Humanidad) o la preciosa ciudad de Stavanger, donde las tradicionales casas de madera alcanzan un nivel que supera, incluso, a las de Bergen. Desde aquí se puede subir hasta el Preikestolen (El Púlpito) la impresionante plataforma de piedra suspendida a casi 800 metros de altura sobre las aguas del Fiordo Lysefjord. Otro punto culminante del viaje es caminar sobre la Lengua del Troll (Trolltunga) el que para muchos es el mejor mirador del país (se accede desde el Hardangerfjorden).

En ruta hacia el norte, el viajero entrará y saldrá de estas grietas prodigiosas sorprendiéndose por las montañas nevadas, los glaciares que casi llegan a orillas del mar (como el Folgefonna) o las cascadas que caen a pico desde los acantilados sobre las aguas saladas. Y por encima del Círculo Polar Ártico están las Islas Lofoten, una especie de milagro natural gracias a las corrientes cálidas que llegan desde el lejano Golfo de México. Es este un lugar especial que merece ser explorado con calma. Los amantes de la naturaleza alucinarán con la abundancia de aves marinas (el archipiélago es un santuario de águilas marinas, por ejemplo) y bichos acuáticos de toda ralea como focas, u orcas. Para los amantes de la historia quedan lugares como el Museo de Lofotr (Dirección: Prestegårdsveien, 59 –Bøstad- Tel: (+47) 47 76 15 40 00; Horario: LD 10:00 – 19:00; E-mail: vikingmuseet@lofotr.no), lugar donde se ha encontrado uno de los mayores yacimientos de época vikinga del país. La mayor parte de los viajeros y viajeras que surcan estas aguas eligen los cálidos tiempos de verano; aún así es posible ver alguna aurora boreal, más intensas y frecuentes en los fríos y oscuros meses de invierno.

Los barcos del Expreso del Litoral siguen travesía mapa arriba hacia el extremo norte del continente europeo. Tromso es la puerta de entrada de la Noruega más extrema. Una gran ciudad que repite los paisajes urbanos que nos acompañan desde que salimos y que, entre sus curiosidades, presume de contar con la catedral de madera más grande del país o de un gusto por el arte contemporáneo que se pone de manifiesto en sus museos, galerías y festivales para todos los gustos y sensibilidades. De aquí hacia el norte, puro ártico. A espaldas de la ciudad los Alpes de Lyngen escalan hasta los 1.800 metros; escenario dramático de nieve y hielo ideal para la práctica de deportes de invierno incluso en verano.

Cabo Norte es el extremo septentrional del continente europeo y, también, punto culminante de la travesía que ya va tocando su fin. Estamos en plena Laponia noruega, hogar del pueblo Sami, una de las escasas etnias europeas que aún mantienen vivas sus tradiciones. Es el lugar ideal para encontrarse con la imagen prototípica del extremo nórdico; bosques interminables, lagos, campos de nieve en los que pasear en trineos tirados por perros, enormes rebaños de renos y todo el misticismo de la Altiplanicie de Finnmarksvidda, hogar de los Sami y uno de los lugares más hermosos de un país que ya de por sí es hermoso. Desde Kirkenes, en el fin de la ruta, el sol de medianoche marca un verano de luz perpetua. Desde aquí sólo caben dos posibilidades; o tomar el barco de vuelta o el avión para bajar a Oslo.

GUÍA PRÁCTICA:

Cómo hacer la travesía: Hay multitud de cruceros que recorren los fiordos noruegos pero la mejor manera de explorar la costa noruega es a través de la flota de barcos de la empresa naviera Hurtigruten que comunica las 33 poblaciones más importantes que median entre Bergen y Kirkenes. Hay salidas todos los días y el trayecto dura siete días. Si quieres volver en barco, el recorrido a la inversa para en los lugares que se pasaron de noche a la ida (descargar folleto informativo 2015). El precio por persona va desde los 1.430 euros de las cabinas interiores a los 15.000 de las mejores suites. La otra ventaja de esta vía es poder planear el viaje para pasar varios días en los lugares más espectaculares o para planear excursiones hacia el interior del país.

Cuándo ir: Si lo que queremos es disfrutar de días largos y temperaturas suaves, la mejor época para ir es en verano. Las temperaturas promedian los 15 grados con máximas que no sobrepasan los 25 grados y mínimas que rara vez bajan de los siete u ocho grados. También es la época en la que menos llueve. Entre los meses de abril y julio, la media de precipitaciones apenas sobrepasa los 120-140 milímetros, mientras que en otoño, estas medias pueden triplicarse. En invierno, las mínimas pueden alcanzar los -10 en Bergen y los -20 en Kirkenes con medias por debajo de cero durante todo el día. Eso sí, es la mejor época para ver auroras boreales.

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