Valparaíso: la ciudad del mar y los cerros lindos

Los tejados de chapa y los colores de los cerros contrastan con las torres de la Valparaíso moderna. VA

Viajar Ahora

Un paseo por el ‘Plan’ no dice gran cosa, la verdad. Aquí, a pocos metros sobre el nivel del Pacífico, la ciudad es como cualquier otra de estas latitudes: con sus catedrales de antes de ayer, sus palacios, sus edificios administrativos. Sólo en las inmediaciones del Muelle Prat, uno puede asomarse al mar sin la barrera que supone la línea férrea que corre en paralelo a la costa. El viejo Mercado Municipal, a pocos metros del muelle, ofrece esas estampas condensada en olores de cualquier ciudad portuaria del mundo con puestos dónde los pescaderos se afanan en dejar listo un género tan fresco que parece que va a saltar de un momento a otro.

Y están las plazas; como Bernardo O’Higgins que sirve de portada verde al Congreso Nacional de Chile y, también, de improvisada ventana dónde igual caben animadas charlas de café que estimulantes números de cabaré callejero a la vista de los que juegan al ajedrez. Todo cabe. ¿Pero que ciudad no presume de una Plaza similar a esta?

La nota discordante a tanta globalización nos llega laderas arriba. En los cerros, como se dicen por estos lares: 42 en total que se fueron llenando de casas a lo largo de los siglos, primero por puro esnobismo y luego por las estrecheces de un ‘Plan’ rodeado por montañas por todas partes menos por una que se llama Océano Pacífico. Casi nada. Por esnobismo, decíamos, porque los primeros cerros, más allá de los ocupados por las antiguas defensas de la época de la Colonia, fueron asiento de comerciantes ingleses, alemanes y españoles que construyeron pequeños palacetes de madera con amplios jardines para alejarse un poco del trajín de la ciudad. Casonas que aún pueden verse en lugares como el Cerro Alegre, patria chica de los ingleses que se instalaron en la ciudad o el vecino Cerro Concepción, con impresionantes miradores sobre un mar que, paradójicamente, es más cercano desde las alturas que a ras de agua, allá en ‘El Plan’.

Otros fueron ocupándose en las sucesivas oleadas de gentes de toda condición y procedencia que fueron llegando y haciendo suya la ciudad. Y las casas se instalaron aprovechando, muchas veces, el techo del vecino: como si una mano gigantesca las hubiera lanzado al aire para caer amontonadas según el capricho de la gravedad. Y el resultado es un mosaico multicolor que escala desde ‘El Plan’ hasta las alturas creando uno de los ´paisajes urbanos más insólitos del mundo. Trama urbana que obligó a agudizar el ingenio y a crear, por ejemplo, los impresionantes Ascensores de Valparaíso, que son como vagones de tranvía pero en vertical: un alarde de ingenio que mezcla madera, acero y electricidad a partes iguales y que sirven para salvar los enormes escalones que median entre la zona baja y los cerros.

De los más de 30 ascensores que había en la ciudad no hace mucho tiempo, hoy quedan en activo apenas la mitad: una verdadera lástima. Vagones y funiculares que servían para subir al Cerro Panteón, dónde se instaló el cementerio de la ciudad o al Cerro Cárcel, antigua prisión hoy reconvertida en activo Parque Cultural. Cerros, cerros y más cerros: y abajo ‘El Plan’. Un conjunto urbano singular que recibió el reconocimiento de la UNESCO, que incluyó a la ciudad en el selecto listado del Patrimonio Mundial.

Perdidos en los cerros

El Ascensor Concepción da el salto desde la Calle Esmeralda (uno de los ejes de ‘El Plan’) hasta el arranque de la Calle Templeman, espina dorsal de los cerros Concepción y Alegre. Es una buena manera de tomar contacto con estos barrios altos que cubren el anfiteatro que forma la bahía de Valparaíso. A dos pasos de la parada superior del ascensor el cerro se asoma a la parte baja de la ciudad a través del Paseo Atkinson, un excelente mirador adornado por casonas señoriales pintadas de vivos colores. Estamos en los dos cerros burgueses de la ciudad, donde abundan las casas de aspecto señorial. Pasado glorioso que se pone de manifiesto con edificios como la Iglesia Luterana de la Santa Cruz (Dirección: C/ Abato, 689; Tel: (+56) 32 297 54 76; Horarios: LD 11.00 – 14.00) o la Casa Lukas (Dirección: Paseo Gervasoni, 448; Tel: (+56) 32 222 13 44), precioso palacete dedicado a difundir la obra del dibujante y humorista gráfico Renzo Pechenino Raggi situado en el fotogénico Paseo Gernasoni. También en primera línea del cerro se encuentra el espectacular Palacio Barburizza (Dirección: Paseo Yugoslavo sn; Horario: MD 10.30 – 17.30; E-mail: museobaburizza@gmail.com), actual sede del Museo de Bellas Artes de la ciudad.

Después resta caminar. Templeman es una buena manera de ir ganando altura con escapadas a derecha e izquierda para ir descubriendo rincones escondidos. Basta con dejarse llevar por la intuición. Allí, en plena cuesta, se encuentra la Iglesia Luterana de San Paul y las viejas casonas se han ido convirtiendo en galerías artísticas, animados restaurantes, alojamientos para todos los gustos y preciosos cafés literarios como el Sabor y Color (Dirección: Templeman, 561; Tel: (+56) 32 259 8472) donde lo mismo cenas de maravilla que ves la exposición de un artista emergente a la par que hojeas algún libro. Nos encantó. Volveremos. Arte. Las calles de la ciudad se han convertido, en los últimos tiempos, en un auténtico museo al aire libre hasta el punto de ser considerada la capital chilena del grafitti. Valpo street Art ofrece un curioso tour por los más de 200 murales que adornan las paredes de la ciudad.

Al Cerro Florida se llega subiendo muy arriba. La forma más barata para escalar hasta las alturas es a través de la línea 517 de autobuses urbanos que tiene parada en la Avenida de Francia. Allá arriba, colgada del cerro y con vistas impresionantes sobre la ciudad se encuentra La Sebastiana (Dirección: C/ Ferrari, 692; Tel: (+56) 32 225 6606 y (+56) 32 223 37 59; Ver Horarios; E-mail: info@fundacionneruda.org), una de las tres casas que poeta chileno Pablo Neruda usaba como residencias habituales y que, al igual que Isla Negra (a 84 kilómetros al sur de Valparaíso) y La Chascona (en Santiago) guarda objetos personales y recuerdos vinculados con la vida y obra del genial y universal literato. Sólo por ver las vistas sobre la ciudad, merece la pena subir hasta La Sebastiana.

El Barrio Histórico

Puerto. Esa palabra explica mucho de lo que es hoy Valparaíso. Principal puerto de Chile, sede de la Armada y, por ejemplo, nexo marítimo con la lejana Isla de Pascua . En torno al puerto creció la ciudad primigenia y acá se encuentran, aún los restos de esa ciudad antigua y edificios notables como la Iglesia de la Matriz (Dirección: C/ Santo Domingo, 71; Tel: (+56) 32 221 4876) o el viejo Mercado (Dirección: C/ Cochrane, 180) en torno al cual hay una buena colección de buenos restaurantes especializados en pescados y mariscos frescos y riquísimos.

La vocación marítima está íntimamente ligado a la historia de la armada chilena, que tiene aquí su comandancia general (Dirección: C/ Sotomayor, 594), edificio espectacular que preside una plaza en la que también destaca el monumento que recuerda elCombate Naval de Iquique entre Chile y Perú. Para los amantes del mar queda el Museo del Mar Lord Cochrane (Dirección: C/ Merlet, 195 –Acceso por Ascensor Cordillera-; Tel: (+56) 32 221 31 24), instalado en la casa más antigua de la ciudad y que hace un recorrido por la historia naval de la ciudad y del país. Hay muy buenos modelos de barcos.

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