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Afórame suavemente con tu ley orgánica

Antón Losada

Hay un plan para acabar definitivamente con la monarquía borbónica en España y lo dirige la derecha. No cabe otra explicación. Solo queriendo y adrede pueden hacerse las cosas tan mal. Es un hecho sabido que la derecha de verdad no siente un gran aprecio por Juan Carlos. Le considera un traidor por no haber impedido que aquella bonita España de Franco degenerase en este país sin principios donde los gais se pueden casar y los niños aprueban sin estudiar.

A muchos os parecerá imposible, otros incluso lo negarán, pero en España existió una dictadura que duró cuarenta años y muchos estaban convencidos y les convenía que continuase otros cuarenta. No había democracia, como dicen que sucede ahora, pero yo me crié allí y puedo asegurar que no se parecían en casi nada. Entonces había una mayoría que pasaba mucho miedo y una minoría que se paseaba por la piel de toro como si fuera su finca. Hoy la mayoría no tiene que pasar tanto miedo salvo si se deja asustar. La deslegitimación es un juego peligroso. Se sabe cómo empieza, pero no dónde acaba.

Mientras el nuevo rey sigue coleccionando una sucesión de fotografías tan políticamente correctas como inocuas y el Gobierno de Rajoy se dedica a hacer lo que mejor sabe: bajar los impuestos a los dueños de la finca y subirnos el arrendamiento a quienes trabajamos las tierras, al viejo rey le van a aforar con tanta urgencia como ausencia de la transparencia y ejemplaridad invocadas Felipe VI en su discurso de proclamación.

Dicen que hacerlo como se debe llevaría meses. Un argumento algo flojo cuando acabamos de tramitar una ley de abdicación a la velocidad de la luz, o la reforma constitucional del equilibrio presupuestario a la velocidad del sonido. Oportunamente, ya hemos conocido de varias demandas esperando su oportunidad para saltar sobre el libertino Juan Carlos. Una circunstancia que el aforamiento no va a impedir ni resolver pero sirve para agrandar la confusión interesada entre aforamiento e inviolabilidad.

Para acabar de arreglarlo, el aforamiento se va a colar como enmienda en una ley que lleva el irónico nombre de “medidas para la racionalización de la administración”. Ni siquiera el PSOE se va a atrever a votar un procedimiento que lejos de proteger parece exponer más a su principal beneficiario.

Esta manera de aforar al monarca saliente solo es buena para el Gobierno. A la casa real solo debería valerle un aforamiento ejecutado con pulcritud y transparencia, exclusivamente circunscrito a hechos relacionados con sus funciones públicas. Todo lo demás implica dejarse matar suavemente, como en la canción. Cada día que pasa, la monarquía es más débil y aparece más rehén de la derecha. El nuevo rey sabrá si ese es el escenario que le conviene y le gusta.

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