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Alemania quiere aguar la fiesta griega

Rosa Paz

Es curioso que algunos gobernantes todavía se sorprendan del desafecto ciudadano hacia la política tradicional. Aquí y en toda Europa. Porque no sólo en Grecia, Syriza ha sustituido a la socialdemocracia y en España Podemos compite con el PSOE por la hegemonía de la izquierda, es que en Italia hace ya unos años apareció el Movimiento Cinco Estrellas, liderado por el cómico Beppe Grillo, mientras que en Francia crece -y mucho- la ultraderecha de Le Pen, en Alemania irrumpen con fuerza movimientos xenófobos como Patriotas Europeos contra la islamización de Occidente (Pegida) y en Gran Bretaña va ganando adeptos el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), antieuropeo e igualmente xenófobo.

Es la crisis y sus consecuencias, dicen. Sí, es la crisis y las injustas políticas que han aplicado para supuestamente atajarla, que han empobrecido a la mayor parte de la sociedad, agrandando hasta extremos insoportables las desigualdades entre los ricos y el resto. Pero también es la insensibilidad ante el sufrimiento ciudadano y la falta de respeto a las decisiones adoptadas democráticamente en las urnas mostrada por los señores de la troika -incluida la señora Lagarde, claro, que es la que manda en el FMI- y la -como mínimo- impotencia manifestada por la mayoría de los gobiernos ante las instrucciones que les llegan de Franckfurt, Bruselas y Berlín.

Ahora que en Grecia ha ganado un partido con un programa anti austericidio, a los señores de la troika se les han puesto los pelos de punta. Ya se decía en esta columna la pasada semana. Habían aplastado las pretensiones del presidente de la República Francesa, François Hollande, de cambiar las políticas económicas europeas, habían ignorado las peticiones, en el mismo sentido, del gobierno italiano de Matteo Renzi y, tras ese correctivo a los díscolos, se imaginaban un futuro libre de opositores a unas recetas que ellos han vendido como únicas e irremplazables y no como el producto de una determinada ideología política, que es lo que son.

Pero Syriza ha ganado en Grecia y a Hollande y Renzi se les ha alegrado la mirada. Llegan otros dispuestos a hacer los que ellos no pudieron. Y les han recibido con los brazos abiertos y ofrecido su apoyo. Al fin y al cabo lo que proponen Alexis Tsipras y su ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, se parece bastante a lo que ellos defendían no hace tanto tiempo, así que si los amigos griegos lo consiguen será bueno para todos. También para España, aunque aquí, aterrorizado porque el efecto Syriza aúpe a Podemos, el Gobierno se ha alineado directamente con Angela Merkel.

En esta primera semana de gira supersónica de Tsipras y Varufakis por las capitales europeas hubo un momento en que parecía también que la Comisión Europea y el Banco Central Europeo aflojarían la presión. Se hablaba de desmantelar la troika, que aunque siguiera funcionando con otro nombre ya era un gesto de distensión, se empezaba a plantear una cierta a renegociación de la deuda... Pero no, ha llegado Alemania y ha aguado la fiesta. El BCE corta el crédito a la banca griega y el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, viene a decir que le da igual que los ciudadanos griegos hayan votado a quien les haya venido en gana, porque no se pueden hacer promesas electorales “a costa de terceros”. Sí se puede, por lo visto, pretender cobrar la deuda contraída por empresas, bancos y estados a costa del sufrimiento de los ciudadanos más vulnerables. Eso sí. Pues ya les vale.

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