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La Carta VII y la fundación de Podemos

Víctor Alonso Rocafort

En la llamada Carta VII, atribuida a Platón, el filósofo nos narra las vicisitudes de su aventura como consejero del tirano de Siracusa, Dionisio. Piensa Michel Foucault que este episodio marca un antes y un después en el decir libre y veraz, la parresía, que era seña de identidad de la política en Atenas. En Sicilia no tenemos ya una ciudadanía capaz de tomar la palabra en la Asamblea, con responsabilidad, de cara a decidir sobre lo público.

Esta Carta VII simboliza así la amplia transformación de este decir veraz: de usarse democráticamente por cualquiera, pasa a ser utilizado por los consejeros más audaces de los príncipes. Decir la verdad a los líderes únicos de las poleis se convertiría en la única tarea posible allá donde no había democracia, y era peligrosa. El humor del príncipe, sus filias y fobias, importaban casi tanto o más que los argumentos esgrimidos para salir con éxito del envite. Su palabra era ley.

Platón piensa que puede cambiar a Dionisio. De tirano a monarca justo. En la Carta V —que ya se cree que no es suya, sino de seguidores posteriores— se dice bien claro que introducir el lenguaje de la democracia en la oligarquía no es recomendable. Lo mismo para la monarquía. Cada régimen tiene su lenguaje. Si no hablas en sus términos, no prosperas. Platón, desencantado de la democracia, atraído por valores aristocráticos y monárquicos, creía imposible ser comprendido en Atenas. Por eso emprendió sus viajes a Sicilia.

Allí intentó que Dionisio se percatase de que conjugando filosofía y autoridad, abrazando la virtud y la justicia, ofreciendo leyes a sus ciudadanos, su monarquía podía prosperar. Era la idea del filósofo rey. Sin embargo Platón cayó víctima de las redes intrigantes y envidiosas del lugar. Al ser calumniado por los enemigos de su protector Dión, caído previamente en desgracia, tuvo que huir para salvar la vida.

Visto lo sucedido con la fundación de Podemos, parece que a partir de ahora para influir en sus políticas habrá que escribir directamente a su Secretario General. A su alrededor ha configurado un equipo homogéneo al estilo de las viejas hermandades. Es el molde de los partidos clásicos, también de los grupos de poder universitarios. No hablamos de tiranos, pero sí estamos ante un punto de inflexión semejante al de la Carta VII.

Hasta hace nada se mantenía el discurso del “empoderamiento” de una ciudadanía capaz de organizarse y tomar la palabra para decidir. Durante estos últimos años, desde antes del surgimiento de Podemos, miles de personas estaban agrupándose colectivamente, uniendo sus fuerzas en diversos sectores golpeados por la oligarquía. Y en los inicios de Podemos había quien pensaba que la formación iba a poder ser dirigida por quienes se organizaban en círculos por todo el país. Nada más lejos.

La fundación del partido condena esta política cotidiana de base a la irrelevancia en las cuestiones fundamentales. Ni siquiera el sector mayoritario está siendo capaz de integrar a los disidentes. Esto ya lo hemos vivido antes demasiadas veces. Prohibición de la doble militancia contra Izquierda Anticapitalista, y lista completa de candidaturas para arrasar en las votaciones, son en esta ocasión los instrumentos.

En Podemos votan muchos, pero sigo convencido de que esto se parece cada vez más a la vieja Esparta. Para los grandes asuntos son cuatro o cinco líderes quienes deciden qué y cómo se vota, aunque sea a última hora y mal. El pueblo aclama o abuchea. La cosa solo cambia en que se hace mediante un clic telefónico. Por el momento, se aprueban por abrumadora mayoría las propuestas y equipos de Pablo Iglesias. Da igual el contenido, por lo que una vez más se hurta una auténtica deliberación ciudadana en la política española.

Pero el contenido importa. Podemos ya es un partido vertical, con casi todo el poder concentrado en el Secretario General, que sin duda será Pablo Iglesias. Los mecanismos revocatorios y de control siguen siendo débiles. Este contará con la potestad de escoger al equipo ejecutivo de coordinación. También ha escogido directamente a los 62 que irán en la lista para el Consejo Ciudadano. Sabemos que saldrá, y dará igual quién vaya en ella. Es su lista. Hasta al Comité de Garantías que habrá de controlarlo ha sido escogido por él. No hay palabras.

Moverse mejor, más cómodo, en el terreno de la adulación antes que en el de la crítica siempre es peligroso. Echen un vistazo a la decadencia de este régimen. Y no es nuevo. Ya Platón, “pasmado”, se quejaba de cómo Dionisio se afanaba porque le adulara a cada instante. En apenas unos meses se ha interiorizado en Podemos que quien se mueva no sale en la foto.

A mi entender el problema central que tiene que superar la cúpula de Podemos es ese, la aceptación de la crítica, tanto interna como externa. La de la derecha les viene bien, y en ella entran de manera inteligente. Pero se teme y rechaza al flanco izquierdo, cuando habría que aprender a dialogar con él.

Hace un año el escenario que dibujaba esta semana el CIS era inimaginable. Seguramente muchos lo hubiéramos firmado. Pero una vez instalados en el ahora, creo que hay que darlo todo para que salga bien. Tengo la triste sensación de que, con este modelo de partido, se ha cerrado una de las ventanas de oportunidad que teníamos. Espero que no estemos hablando en décadas. Los Ganemos, la esperada refundación de IU, o una nueva e inesperada Unidad Popular que pueda surgir, son ya las únicas esperanzas en este sentido que se me ocurren.

Los discípulos de Platón no tenían razón en su Carta V. En realidad esta se entiende mejor si la interpretamos como un escrito público para justificar al maestro frente a Atenas. Al contrario de lo que afirman, a la oligarquía se la vence con el lenguaje de la democracia. Esta es capaz de prosperar en terreno hostil, se crece en la resistencia. No es necesario adoptar su estructura de partido. Tampoco una “maquinaria de guerra” mediática y electoral. Menos aún renunciar a temas sensibles como el antimilitarismo, la derogación del Concordato, el republicanismo, el feminismo o la necesidad de otra política migratoria. A muchos, aunque reconozcamos que es muy preferible a lo que hay, no nos entusiasma demasiado que gane un PSOE 2.0. El momento es propicio para algo más audaz.

Algunos de quienes dirigen ya con paso firme Podemos proceden de los movimientos que gritaban que otro mundo era posible. Ahora Iglesias afirma que ha madurado, y que no ve factible lo que pensaba con 17 años sobre el Ejército. Flaco favor a los antimilitaristas de edad madura. Se agradecerían otros argumentos. ¿Qué será lo siguiente, decir que es inmaduro apostar por la supresión de los antidisturbios? Iglesias estuvo en Génova, y eso debería ser una garantía, no una vergüenza.

El sistema de listas montado esta semana en Podemos responde al mismo esquema que las plazas universitarias en España. De cara a la galería varias normas que disfrazan el proceso. Pero por dentro es el dedazo del cuaderno azul del one el que ordena y manda. Nada nuevo a lo que Rajoy, Aznar o Felipe, alias Dios en sus tiempos, introdujeron como marca de la casa del régimen del 78.

Creo que Podemos trae la esperanza de poner fin a los desahucios, de reconstruir lo público, de parchear importantes desigualdades que están hundiendo al país. Ha generado ilusión y, hasta que se le ha empezado a cortar las alas desde dentro, estaba escandalizando democráticamente a propios y extraños. Estamos en una situación de emergencia social, de acuerdo. Son mejores que PP y PSOE. Pero hemos de decirlo claro: sus dirigentes nacionales no están haciendo nueva política.

El desencanto que se está empezando a provocar entre los activistas de estos años, tan solo superado a día de hoy por el que está generando el inmovilismo de la parte dominante de IU, es paralelo al ascenso entre los encuestados del CIS. Hay riesgo de estar ante un gigante con pies de barro, un ídolo más. La historia es mucho más magnánima con los generosos. Y el país lo agradecería.

Estamos ante una oportunidad única de transformación que prácticamente se toca con la punta de los dedos. Un régimen se desmorona. A quien se anime a ser consejero de príncipes, única parresía posible en el escenario actual que rodea Podemos, le diría que no pida un monarca justo, menos aún un politólogo rey. Tan solo un demócrata más, con cierta relevancia desde su talento discursivo, pero del que no se dependa para casi todo. Se trata en realidad de encarar la oligarquía con las voces de la democracia, poniendo en marcha un reparto equitativo del poder por abajo. Revertir, ahora que hay tiempo, lo que se está haciendo.

Sé que esto que hago es arriesgado, aunque claro que no tanto como lo que hacía Platón en Sicilia. Es una pena entrar en el universo de la Carta VII y tener que escribir tratando de influir en los humores de un príncipe. Me gustaba mucho más cuando en este país soñábamos que íbamos a traer, alejados de la idolatría y desde el protagonismo ciudadano, una democracia digna de tal nombre. Cuando creíamos firmemente, sin complejos, que otro mundo y otros partidos eran posibles.

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