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No es para tanto...

Francisco Correa, en un momento de su declaración en el juicio sobre la trama Gürtel.

Elisa Beni

Lo de Correa no es para tanto. Desgraciadamente. Siento si les aguo la fiesta pero es lo que hay. No lo es ni judicial ni políticamente, extremos que hay que separar, aunque en todo juicio mediático ambas perspectivas se suelen batir hasta obtener una masa espesa que es difícil de clasificar.

Correa está confesando cosas. Más bien aceptando los hechos que se le imputan en el procedimiento (autoinculpación) y acusando a otros de haber participado con él en ellos (heteroinculpación). Él daba sobres y coches y los demás los cogían. Verbaliza lo que todos sabemos y lo que aparece en el procedimiento.

Lo cierto es que en nuestro Derecho no basta la confesión del acusado para condenarle. Si lo único que hubiera contra Correa fuera lo que está desgranando ahora mismo en la sala de vistas, el tribunal no le podría condenar. Les podrá chocar pero existe una norma que desde la aplicación del valor justicia obliga a comprobar, más allá de la duda razonable, la hipótesis acusatoria. Esto evita, entre otras cosas, que algunas personas asuman responsabilidades que no les corresponden por diversos motivos.

Tiene además otra lógica. En el supuesto de que una confesión sola sirviera para condenar, los grandes delincuentes ya condenados a penas con límite máximo de cumplimiento podrían autoinculparse de otros crímenes de su organización y dejar así impunes tales delitos. Además el acusado que confiesa podría mentir sobre otros compañeros de banquillo o sobre él mismo.

La confesión sólo no sirve. La confesión dejó de ser la prueba reina del proceso en los países democráticos hace muchos años. Ya saben algo de cómo se “conseguían” confesiones en tiempos oscuros.

Así que lo que está diciendo Correa no sirve judicialmente sino para cerrar el círculo de la convicción, que para el tribunal se soportará en toda la prueba documental y testifical que se verá en la vista oral. Resumiendo: la confesión de Correa sirve porque existe en el procedimiento el suficiente material probatorio contra él y contra el resto de los acusados a los que se está refiriendo. A él, personalmente, le viene bien y está bien asesorado por su abogado puesto que ante la evidencia de la condena siempre es mejor obtener la más baja y favorable.

Lo que no tengo tan claro es que vaya a colaborar con la Justicia, es decir, que vaya a aportar datos o nombres o hilos de investigación que sean aún desconocidos para la Justicia. Esto creo yo que no vamos a oírlo en la sala de vistas.

Cosa distinta es la vertiente periodística de lo que está sucediendo ante el tribunal de la Audiencia Nacional. Correa nos está permitiendo tener los “cortes” y los “totales” que ponen acento en directo a hechos que llevamos denunciando años y sobre los que se ha ido recogiendo todo el material probatorio que se iba incorporando a la causa. Hasta el momento de escribir estas líneas no he oído a Correa nada que no esté ya en las hemerotecas, lo mismo que está en el sumario.

El resonar atronante de la corrupción sistémica debiera servir, cierto es, para revolver las tripas de esta sociedad y de todos los que han adormecido y atrofiado sus conciencias para evitar convencerse de que es repugnante e inadmisible e irrefrendable. Les digo que oírlo por boca de Correa tampoco les va a servir de nada. Así que como periodistas nos hace estremecer de placer poder servirles calentito y en directo el vómito de una época y de una formación que va a seguir gobernando nuestro país. Poco más, por desgracia.

Desde la perspectiva política oigo a luchadores que afirman que esta diarrea del jefe de la trama de corrupción que toca de lleno al núcleo del PP –“Génova era mi casa”– complica la manipulación que el PSOE intenta llevar a cabo para justificar entregar el poder a Mariano Rajoy. Esa mierda, toda esa mierda, estaba ahí antes de que se diera el golpe palaciego contra Sánchez y no lo impidió. El golpe se dio precisamente para virar hacia ella, “la corrupción no debe ser una barricada”, nos ha dicho el presidente de la gestora. Y no, Fernández, no debe ser una barricada debe ser una muralla que un partido decente no debería traspasar.

Siento pues chafarles diciendo que lo de Correa no es para tanto. No va a cambiar nada. No nos va a salvar de nada. No va a redimir nada.

Lo de Correa es la última imagen, casi pornográfica, de un lodazal por el que los máximos responsables siguen sin recibir castigo alguno. Aún es más. Correa se ha ocupado de exculpar a quién le importa y de ponerle la puntillita sólo a los que ya no pintan nada. Será un corrupto confeso pero tonto no parece.

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