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Cucarachas

Gumersindo Lafuente

Hace unos meses a todos nos parecía increíble ir a unas segundas elecciones. Pensábamos que en el último momento se llegaría a un acuerdo que nos evitase asomarnos a ese anunciado precipicio de inestabilidad política y calamidades económicas. Ya hemos visto que la provisionalidad en la que hemos vivido durante seis meses, camino de las segundas generales, no ha traído apenas ninguno de los horrores fatales que se anunciaban. Muy al contrario, da la sensación de que cuanto más tardamos en tener un nuevo gobierno, más historias tremebundas conocemos de cómo se han comportado nuestros gobernantes. Lo que no deja de tener su utilidad.

 

Si los resultados anunciados por las encuestas se confirman, tras el 26J nos encontraremos en una situación muy similar a la actual. El PP ganará perdiendo. El PSOE seguirá su caída, superado ya por Unidos Podemos. Y Ciudadanos se asentará en su cuarta posición, cada vez más lejos de los de arriba y más cerca de lo que un día pesó electoralmente UPyD. Habrá dos bloques de nuevo, pero aunque el de izquierdas o progresista o socialdemócrata o como le queramos llamar, roce o incluso alcance una mayoría suficiente para gobernar en coalición, ya sabemos que es muy difícil que eso suceda.

 

Por eso antes incluso de conocer el resultado de las urnas, empiezan a sonar los tambores de unas terceras elecciones. Rajoy enrocado en su liderazgo y Sánchez maniatado en el suyo, a ello nos pueden conducir. Y lo que antes nos angustiaba tanto, en realidad se puede convertir en una bendición. La falta de cintura para llegar a pactos y la reiteración de los discursos vacíos acabará por hartar al electorado. ¿Qué nos van a vender los candidatos en una tercera campaña electoral? ¿Qué programa de televisión les quedará para cantar o bailar? ¿Cuántas manipulaciones más tendremos que soportar en los medios públicos y en los editoriales privados? ¿Cómo se aguantará Rajoy por más tiempo a sí mismo y a sus ministros abrasados en el gobierno, aunque sea en funciones?

Insomne por el calor y abrumado por tanta pregunta sin respuesta paseaba en solitario por los alrededores del Museo del Prado el pasado miércoles cuando me percaté de que estaba literalmente rodeado de cucarachas. Parecían huir aterradas de las entrañas del museo, uno de los edificios mejor protegidos y supuestamente más saneados de la ciudad. Mucho estamos oyendo hablar estos días de las cloacas del Estado, pero imaginen cómo deben estar otras dependencias cuando el corazón de la la pinacoteca aloja a semejantes habitantes. Es incluso posible (de hecho corre el rumor) de que en el despacho del ministro del Interior se hayan atrincherado ejemplares de las cerca de 4500 especies de cucarachas que al parecer existen en el planeta, convirtiendo la estancia en una especie de Arca de Noé de estos insectos a los que les encanta vivir cerca de la basura y que, además, tienen una demostrada capacidad de resistencia, incluso muy superior a la humana en caso de conflicto nuclear. Tremendo, ¿no?, que tras una guerra atómica apenas quedasen en el planeta seres como los que habitan los despachos de Castellana, 5.

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