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“Desgraciadamente, hemos fracasado”

El president de la Generalitat, Carles Puigdemont, tras la declaración de independencia.

Imma Aguilar Nàcher

“No en nombre de Catalunya”, la frase que pronunció el President José Montilla en el Senado resume mejor que nada el camino de la sensatez, porque ni el govern de Catalunya es Catalunya, ni el Gobierno de España es España. Cuántas veces se ha olvidado esta realidad tan sensata. Ni todos los españoles querían el cese del Gobierno catalán y el Parlament de Catalunya, ni todos los catalanes querían una república catalana sin discurso, sin épica y con incertidumbre. Y nos olvidamos.

He visto a senadores llorando en la Cámara Alta, diputats del Parlament llenos de euforia y a representantes del Partido Popular enardecidos, que aplaudían a rabiar a su líder, el presidente Rajoy. Es tiempo de radicales, de emociones extremas. Y en medio, algunos, muy pocos, intentando evitar no ya el choque de trenes, sino que los trenes se crucen, pasen de largo y nunca se encuentren. Sólo los extremos parece que se pueden tocar. Al margen de las exhibiciones de fuerza, había políticos actuando incluso contra sus propios intereses electorales, pero con la cabeza puesta en salvar a Catalunya de unos y de otros, como Miquel Iceta, primer secretari del Partit dels Socialistes, o José Montilla. Hablaron con todos, lo intentaron todo. Eso es lo que creo verdaderamente emocionante de esta aciaga jornada.

A los parlamentarios independentistas les pillaba la independencia con sus senadores segundones en la tribuna disparando tópicos. Nada de esa épica que prometía en su día el mesías Artur Mas, nada de altura, sin discursos históricos. Ha sido el día más triste de la política española y catalana. Pero, al mismo tiempo, ha sido un día emocionante para los que hemos vivido cerca de alguno de esos políticos sensatos, los del “seny català”, que algún día tendrán que volver a conducir el tren.

José Montilla ha dicho que “desgraciadamente, hemos fracasado”, pero no lo creo. Los que lo han intentado todo son los que podrán mirarse al espejo y reconocer el valor de su coherencia. Cuando contemplo algo así, recuerdo por qué me gusta este trabajo. No todo está perdido.

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