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Desunidos, pero ¿por qué?

Ignacio Urquizu

El último clima social de Metroscopia confirmó dos tendencias para el Partido Socialista que ya venían presentando otros institutos de opinión. Por un lado, el PSOE sigue una tendencia descendente y, por otro, pasaría a ser la tercera fuerza política. Seguramente, este resultado es fruto de diversos factores y no todos imputables a la actual dirección. Por ejemplo, en ese mismo clima social se observaba que el pasado más reciente sigue pesando como una losa. El 30 por ciento de los españoles sigue pensando que el gobierno de Rodríguez Zapatero es el responsable de la situación actual y más del 33 por ciento cree que son PP y PSOE por igual. Es decir, ya sea de forma compartida o en solitario, los socialistas son vistos todavía como responsables de la actual crisis.

Otro factor que también puede ser relevante para entender el cambio de tendencia del PSOE desde noviembre es la imagen de desunión que ha dado en las últimas semanas. Los datos así lo avalan. En julio de 2014, tras celebrarse las primarias a secretario general, algo que generó una fuerte confrontación interna, un 31 por ciento de los españoles consideraba que el PSOE era un partido más unido. En el último clima social de Metroscopia esta cifra ha bajado 6 puntos, situándose en poco más del 25 por ciento. Esta opinión también está asentada entre los propios votantes socialistas. Además, entre las tres grandes formaciones políticas, el PSOE es el partido al que se le asigna más desunión, mientras que Podemos aparece como el más unido.

La literatura académica ha demostrado ampliamente que los votantes castigan a los partidos que se enredan en conflictos internos. Y esta penalización es mucho mayor entre los votantes moderados, un grupo clave para ganar las elecciones. No obstante, sabemos muy poco sobre si todos los tipos de desunión generan las mismas consecuencias electorales. Porque una cosa es dividirse por razones ideológicas y otra es luchar sólo por el poder.

En los años 80 y 90, el Partido Socialista se dividió entre renovadores y guerristas. Es cierto que gran parte de esta batalla orgánica tenía que ver con cuotas de poder. Pero no es menos cierto que cada una de las facciones representaba una forma distinta de entender el socialismo. Los guerristas se presentaban como más “obreristas” frente a unos renovadores más próximos a la socialdemocracia moderna. Pero desde entonces, gran parte de las disputas dentro del PSOE han perdido este carácter ideológico y se han reducido a meras peleas por posiciones orgánicas. La desunión mostrada por los socialistas en las últimas semanas tampoco ha dejado entrever algún debate ideológico sobre, por ejemplo, el modelo de estado del bienestar, el tipo de sociedad que defienden o el papel de España dentro de la Unión Europea. Todo se ha reducido a no compartir la estrategia.

Ahondar en este tipo de división, menos ideológica y más orgánica, transmite una visión negativa de la organización. Si la batalla fuese sobre ideas, la ciudadanía podría llegar a percibir que el partido se encuentra vivo ideológicamente e, incluso, sería un debate muy rico que daría mucha información a los votantes. Pero si la ciudadanía percibe que los políticos sólo se preocupan por sus intereses, algo que observamos en los datos de Metroscopia (ver tabla), esta percepción se convierte en un coste electoral. En medio de la crisis política que vivimos y dada la dura competencia existente en estos momentos en el centro-izquierda, una desunión orgánica es el camino más corto en el PSOE para ahondar en la tendencia descendente.

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