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Elecciones en Grecia: todos tienen miedo

Iñigo Sáenz de Ugarte / Iñigo Sáenz de Ugarte

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Un profesor enumera los países que forman parte de la eurozona ante sus alumnos (tranquilos, España sí aparece). Un silencio incómodo cuando una encantadora niñita pregunta por Grecia. Música algo tenebrosa. Rostros en primer plano de los niños que esperan una respuesta. “No juegues con el futuro de nuestros hijos”, dice el anuncio de Nueva Democracia. El segundo anuncio, del Pasok, es menos dramático. Afirma que hay que renegociar las condiciones impuestas por la UE, pero “sin poner en peligro el lugar de Grecia en Europa”.

Son los dos partidos cuyos gobiernos colocaron a Grecia en la actual posición de no tener garantizado el pago de salarios de funcionarios y pensiones a partir del próximo mes. El Pasok promete “soluciones y estabilidad”, dos de las cosas de las que careció por completo el Gobierno de Papandreu.

El voto del miedo es el principal argumento en la campaña de las elecciones griegas, que se celebran el 17 de junio. El miedo funciona a todos los niveles. La derecha y el Pasok --condenado a ser el socio menor en cualquier Gobierno de coalición-- advierten al país de que la victoria de Syriza supondrá la salida de la eurozona, si no de la propia Unión Europea. Esa experiencia traumática, pronosticó el líder de ND, Antonis Samaras, supondría nada menos que un descenso de los salarios del 70%. Otros dirigentes del partido cifraron la caída en un 60%. En realidad, nadie sabe cuál puede ser el porcentaje. Se trata de dejar claro que si los griegos vuelven a votar 'mal', las consecuencias serán terribles. more

Syriza también juega esa carta desde otra perspectiva. Para la izquierda radical, aceptar las condiciones o limitarse a sugerir una renegociación de final incierto y ante interlocutores de la troika poco predispuestos sólo servirá para profundizar una recesión que ya está teniendo consecuencias penosas en el nivel de renta, la atención sanitaria y las pensiones. Al presentar su programa, el partido liderado por Alexis Tsipras no regateó en las ofertas. Prometió devolver el salario mínimo a su posición anterior a la crisis --751 euros mensuales-- y lo mismo en el caso del seguro de desempleo (461,5 euros). Cómo un país arruinado puede permitirse este aumento es un misterio difícil de desentrañar.

Los últimos sondeos permitidos por ley se publicaron el 1 de junio. Llegar a una conclusión sobre lo que indican para las elecciones resulta harto complicado. Algunas encuestas han dado una ventaja escasa a ND; otras han concedido la ventaja a Syriza. El sondeo final publicado por el diario conservador Ekathimerini concedió un 31,5% a Syriza, un 25,5% a ND y un 13,5% al Pasok.

Como en una carrera de atletismo, la clave es llegar el primero, aunque sea por unas milésimas. El primer partido obtiene una prima de 50 escaños. Esta bonificación y la presencia en el Parlamento de cerca de diez partidos hacen que sea prácticamente imposible cualquier Gobierno de coalición que no cuente con el partido más votado.

Los conservadores y el Pasok se quedaron en la cita del 6 de mayo a dos escaños de la mayoría absoluta. Samaras sólo necesitaba un empujón final y creyó tenerlo amarrado con el apoyo de antiguos disidentes de ND al frente de pequeños partidos liberales que se habían quedado fuera del Parlamento con menos del 3% de los votos. La ex ministra Dora Bakoyannis es una de esas figuras políticas que se tragaron el orgullo y aceptaron ponerse a las órdenes del no muy carismático Samaras. De creer a Bakoyannis, no hay duda de que la ocasión lo requería: si gana Syriza, “convertirá el país en otra Bolivia”.

El apoyo que los sondeos dan a Syriza revela que esa estrategia no ha terminado de funcionar o al menos no garantiza a ND el primer puesto. Los izquierdistas también han recogido apoyos que en los comicios de mayo no se tradujeron en escaños. En esa reserva, hay mucho que pescar. El 19% de los votos fueron a partidos que no alcanzaron el 3% mínimo.

Syriza no ha cesado de crecer. En mayo tuvo un 16,78% de los votos, un incremento espectacular sobre el 4,6% de 2009. Los sondeos de mayo le han dado entre un 22% y un 26%, y precisamente el último de Ekathimerini elevó esa cifra al 31%.

La letra pequeña también le beneficia. En mayo ya fue el primer partido en las zonas urbanas de Atenas y El Pireo. Los pronósticos actuales le dan ventaja entre los jóvenes, pero también entre los votantes con formación universitaria de entre 45 y 55 años. Votantes con hijos, hipotecas y empleos que pueden perder no suelen ser un terreno propicio para un partido cuyas propuestas son descritas como “radicales” por los medios de comunicación internacionales (tradúzcase radical en este caso como irrealizables o peligrosas).

En los comicios de mayo, Syriza cimentó su ascenso electoral en las últimas semanas de campaña, lo que ayudaría a explicar por qué los institutos de sondeos no supieron detectar esa tendencia. Ahora es posible que para corregir ese error hayan exagerado sus posibilidades. Sin embargo, Nick Malkoutzis, director adjunto de la edición de Ekathimerini en inglés, destaca que se ha producido un giro hacia la izquierda de los griegos, más allá del mayor o menor prestigio de sus líderes: “Según el último sondeo, la mitad de los encuestados se identifica con la izquierda, por encima del 39% que decía eso hace sólo un mes. Los que se identifican con la derecha son el 28%, un dato que casi no se ha movido en las últimas seis semanas”.

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