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Opinión - El pueblo es quien más ordena todavía. Por Rosa María Artal

España no es el extranjero

Manuel Saco / Manolo Saco

En el Irak de Sadam, el mostacho llegó a convertirse entre los allegados del dictador en un signo evidente de afección a él y a su régimen. Sus generales se mimetizaban así con el líder y su espeso bigote, como prueba de adoración total. En la Alemania nazi, se multiplicaban los admiradores que se dejaban crecer aquel bigotillo ridículo, como expresión suprema de admiración a Hitler y, quizá, como salvoconducto para que no les hurgaran en un ADN sospechoso. En la España de mi infancia y juventud, los grises, los delatores y los agentes infiltrados en el sindicato vertical lucían el famoso bigote pitillo, una finísima pestañita que daba escasa sombra al labio superior, y que con el tiempo llegó a ser el emblema de los afectos al régimen.'

Más tarde, cuando el líder Aznar de las Españas llegó al poder, pudimos ver en los medios de comunicación a un sosias suyo, un tan José Manuel Soria, a la sazón presidente del PP canario, quien, quizá para disculparse de que era más alto que su jefe, se dejó un bigote y un peinado idénticos al suyo como signo de sumisión, de tal manera que en la distancia resultaba difícil distinguir la copia del original.

Clavó con tanto atino el bigote y el porte del hombrecillo insufrible que con el tiempo llegaría a ser lo que es... además de ministro de Industria, Energía y Turismo. Ahora, para demostrar que ya es mayor y vuela solo, en un acto de suprema rebeldía acaba de “matar al padre” afeitándose el bigote. Ya es adulto, ya puede, pues, hacer y decir tonterías sin que se las susurre al oído su mentor Josemari Aznar. Ahora las necedades ministeriales son de su propia cosecha. more

Una de ellas la conocimos no hace muchos días: el ministro de Turismo (adviértase el pequeño detalle: de Turismo, no de Sanidad ni de Fomento) pasaba las vacaciones con su familia en un hotel de su Lanzarote querido declarado ilegal por el Tribunal Superior de Justicia de Canarias. Allí, en tan bello establecimiento fuera de la ley, tomó fuerzas e impulso para asombrarnos con un ideario ministerial que promete ser una fiesta continua en ese club de la comedia en que se ha convertido el Consejo de Ministros. Claro que se trata de un Consejo de Ministros presidido por Mariano Rajoy, el mismo que, en su búsqueda de apoyos, alterna las visitas a los líderes europeos con las plegarias a la Virgen del Rocío, en Almonte, como hizo este fin de semana. Después de oír a Rajoy que “al final, los seres humanos somos, sobre todo, personas, con alma y con sentimientos, y esto es muy bonito”, comprenderéis que el nivel no está muy alto.

Para empezar, el ministro Soria, para no ser menos en estas olimpíadas del disparate, ha recomendado a los españoles que “siempre” pasen sus vacaciones en España. Porque los españoles somos gente rara, inconsecuente, que le hemos tomado gusto a viajar al extranjero... y no como hacen los inteligentes 57 millones de turistas que nos visitan cada año, que viajan a un país como España que, como todo el mundo debería saber, no es el extranjero. Decía el sabio Soria: “En vez de, muchas veces, quedarnos a hacer turismo dentro de España nos vamos a lugares recónditos del mundo... con mosquitos y temperaturas que sobrepasan los 35 y 40 grados”.

Vapordiós. Justo estas declaraciones me pillaron en una escapada a Marruecos, en un lugar recóndito, durmiendo en incómodas y calurosas jaimas como hornos, plantadas al borde del desierto, en las que zumbaban insectos de todo pelaje que no supe reconocer. Debería medir más sus palabras el ministro, porque si yo fuera votante del PP (dios no lo consienta), y sus palabras cabalgando por las ondas de la radio hubieran llegado hasta mis oídos hasta aquellos confines, del susto de muerte habría dejado allí mismo el alma y todos sus sentimientos, que decía Mariano, enterrados para siempre en las arenas del desierto en eterna compañía de las cagadas de dromedario. Porque un patriota debe quedarse siempre en España a oír cómodamente por el NODO/TVE del PP las necedades de sus ministros, y no escucharlas a 2.000 kilómetros de la patria donde pierden toda la gracia.

Muchos de esos 57 millones de turistas que nos visitan son británicos desobedientes que desoyeron una campaña similar de su Gobierno en la que recomendaba a sus paisanos hacer turismo interior, en lugar de irse a lugares como España a dejarse las libras esterlinas en los chiringuitos, al abrigo de un sol de justicia. Lo que me hace pensar que esta industria está viva, que funciona, tanto allí como aquí, a pesar de la penosa calidad sus ministros del ramo.

Y allá, al borde del desierto marroquí, me enteré de que el país que me acogía durante unos días había enviado gratis un hidroavión de apoyo para apagar el incendio de La Gomera, a pesar de que un ministro español estaba dándole patadas bajo la mesa a su industria turística también mermada por la crisis. Otra ocasión fantástica para el lucimiento del ministro Soria, que poco menos que acusó al Gobierno canario del desastre ecológico: “Es muchísimo más importante gestionar recursos y alquilar hidroaviones durante los meses de verano que tener una televisión autonómica”.

Lo dice el ministro de Industria del Gobierno de un partido que ha despilfarrado a manos llenas los recursos de las autonomías que gobierna con televisiones autonómicas faraónicas al servicio de la exclusiva propaganda del PP. Con televisiones como Madrid o Valencia, símbolos de pésima gestión y, sobre todo, de falta de calidad y ética periodística, ejemplos de un periodismo prostituido.

De continuar así, José Manuel Soria debería retomar el bigote para hacer de su Ministerio un gabinete más profesional. Una versión extendida del de su añorado Aznar (que a su vez era un bigote hitleriano sobredimensionado), como el de Groucho Marx. Como sabéis, el de Groucho era un trampantojo de bigote, estaba pintado para que su efecto fuese más grotesco. De esta manera, cada vez que viéramos salir a Soria por la televisión con semejante bigote, contándonos que la parte contratante de la primera parte del turismo español será considerada como la parte contratante de la primera parte del turismo marroquí... en vez de parecernos un payaso, lo tomaríamos por un genio.

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