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Felipe VI y la casta

Elisa Beni

Será un Rey, representará a una institución anacrónica y dificilmente explicable desde una racionalidad democrática, pero ha demostrado en su primer discurso que él o los que le rodean tienen más sensibilidad, más oído y más percepción de la realidad que la mayor parte de los políticos que le escuchaban desde los escaños.

Sí, Felipe VI le ha mandado unas andanadas a los miembros de la casta, a los que instalados en las poltronas le estaban escuchando, a los que niegan lo que sucede en la calle y piensan que con un poco más de bienestar todo el mundo se olvidará de todo lo que falla en el sistema. De acuerdo, un Borbón no es un antisistema, pero es que tampoco los que clamamos por la regeneración lo somos por mucho que el PP se empeñe en llamarnos extrema izquierda. Al menos no todos. Muchos queremos preservar el sistema democrático que es el único marco en el que nos vemos viviendo en libertad. Y para ello apostamos por iniciar la transformación “con la energía, la ilusión y el espíritu que inspira a los hombres y mujeres de mi generación”. Yo soy de su generación. Yo le creo. Yo veo cómo los que hicieron la Transición no comprenden que aquel periodo se culminó y que ahora toca enraizarnos en la realidad del siglo XXI y crear nuevos consensos sociales capaces de ilusionar y de implicar a la mayor parte de ciudadanos. Sólo así tendremos futuro. Y sólo así la monarquía tendrá alguna posibilidad. No creo que él no lo tenga claro.

Y Felipe VI ha incidido en alguna de estas cosas. En la necesidad de limpieza y transparencia. En la renovación y limpieza institucional. “Revitalizar las instituciones”, “primacía de los intereses generales”, “fortalecer la cultura democrática”. No son palabras. Son conceptos, máxime si los integras en un discurso de proclamación.

Claro que ha hecho referencia a cuestiones que no quedaba más remedio que atender, pero también que lo ha hecho con una intención de concepto que nunca tuvo su padre y que no tienen muchos gobernantes. Cuando se ha referido a los que “la crisis económica ha golpeado duramente hasta verse heridos en su dignidad como personas”, está acogiendo una idea que los neoliberales no han asimilado jamás. Que la economía no lo es todo y que hay una dignidad innegociable del ser humano que ningún sistema justo puede expropiar. Por eso cuando reconoce “el deber de ofrecer protección a las personas y a las familias más vulnerables”, también está yendo más allá que muchos. De manera que el sistema social de protección es un deber y no es negociable.

Cuando Felipe VI en su proclamación no ha dudado en afirmar que apuesta por “acrecentar el patrimonio colectivo de derechos y libertades” justo en la etapa en la que más estamos viendo disminuidos y atacados, unos y otros, tampoco podemos entender que está haciendo un discurso banal y vacío sino, muy por el contrario, cargado de mensaje.

En líneas generales no me ha quedado la impresión de que el nuevo rey, por ejemplo, estuviera dispuesto a sumarse a la bandería que trata de desprestigiar y aniquilar a Pablo Iglesias y a Podemos porque no van a pacer en los mismos pastos en que otros vegetan. Lo veo más sentándose a hablar con él para ver de entender qué proponen y qué sucede. Y malo sería si Pablo no se sentara a explicárselo aunque ello incluyera decirle :no te queremos.

Soy intelectualmente republicana y me parece bien que los partidos lleven en sus programas un cambio de estructura del Estado pero mientras, en la legalidad constitucional, no puedo negar que Felipe VI me ha sorprendido y me ha convencido de que tiene orejas, suyas o prestadas. Las calles vacías también le habrán hablado. Sabe que tiene que ganárselo todo. Lo sabemos todos. Por eso creo que lo va a intentar. A fin de cuentas le va en ello el empleo.

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