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Senecesitismo

Antonio Orejudo

Hay que ver el lío que han armado los sobres de Don Bárcenas en el país del ¿con IVA o sin IVA? En ningún lugar duele y escandaliza más la corrupción que en el paraíso del trabajo negro y de la economía sumergida: cada nuevo caso de corrupción provoca una cascada de senecesitismo, que se va calmando hasta que aparece el siguiente. (Senecesitismo: reacción de comentaristas políticos y particulares ante un caso de corrupción, consistente en enumerar las medidas políticas que se necesitan para regenerar el país).

A mí me da igual si lo que se ha montado en el PP es porque el extesorero está dando un toque a lo Diego Torres para que le allanen el camino judicial, o porque la dirección del partido está curándose en salud y trazando un cordón sanitario alrededor de su líder carismático, o porque PJ Ramírez y Esperanza Aguirre están conspirando otra vez contra Mariano Rajoy.

Lo incuestionable —esta es mi modesta contribución al senecesitismo— es que en España hay que volver a pensarlo todo, desde la enseñanza primaria hasta la vigencia de la Monarquía. Y también estamos todos de acuerdo en que los políticos actuales son incapaces de regenerar el sistema, porque eso pasa necesariamente por la renuncia a buena parte de sus privilegios.

Los llamados poderes fácticos —la Iglesia, la banca, las grandes empresas— tampoco están interesados en cambiar un sistema que los beneficia. Han encontrado en los políticos actuales una casta fiel de cipayos que velan por sus intereses a un precio razonable, y no ven ninguna necesidad de cambiar nada.

El peligro de que empiecen a aparecer salvadores de la patria es evidente, aunque todavía improbable. Y subrayo lo de todavía, porque Esperanza Aguirre está lista para saltar a escena en cualquier momento. Los golpes de estado y las apariciones de líderes populistas y totalitarios van precedidas siempre de la sensación de que son improbables, de que son inofensivos o de que son ridículos.

Pero no es necesario que aparezca ningún salvador; podemos salvarnos solos. Aunque muy deteriorados, seguimos teniendo instrumentos democráticos para limpiar la casa. El primer paso —no el único, pero sí el primero— es no meter en la urna papeletas que contengan las listas cerradas del PP o del PSOE.

Pero me temo que dentro de dos años, cuando haya que volver a votar, los Bárcenas y demás Gürteles, los Ratos, los EREs, los Pujoles, los Duranes i los Lleidas estarán completamente olvidados. Cuando las perspectivas económicas mejoren, bastará un poco de maquillaje, una bajada del IVA y otra del IRPF para que volvamos a recuperar la sonrisa y seamos el país corrupto y satisfecho de siempre.

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