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La Justicia española, entre África y Sicilia

Ruth Toledano

Como considera la acusación particular, la pérdida del sumario sobre la destrucción de los discos duros de Bárcenas conlleva “demasiadas casualidades”. Dos cajas, tres tomos, 1.000 folios no son tan fácilmente despistables y, en todo caso, se habrían tenido que custodiar como oro en paño. El oro de la dignidad de un país protegido por el paño de la Justicia.

Pero aquí las cosas están llegando muy lejos. La abogada Isabel Elbal dice que parece que estamos en África. A mí me recuerda a Sicilia. La realidad es que estamos en el Juzgado 32, plaza de Castilla, Madrid. Un lugar en donde, simplemente, puede reinar el caos, pero al que también puede llegar el flujo apestoso de “las cloacas del Estado” (como acusa el periodista Inda, con el que no me queda más remedio que coincidir) para arrastrar con su mierda la posibilidad de desvelar unos delitos que comprometerían seriamente al Partido Popular y al Gobierno de la nación.

Ante la pérdida del sumario de Bárcenas, no se trata de que seamos un desastre, de que tengamos las dependencias de la Administración como la habitación de un adolescente, no se trata de que los despachos y archivos sean una leonera, no se trata de que el monstruo del aparato se haya quedado obsoleto, anclado en un pasado analógico, incapaz ante un presente y un futuro digital. Ni siquiera se trata de “que todo cambie para que no cambie nada”, como apunta el abogado Gonzalo Boye en un artículo imprescindible sobre la necesidad de “una transformación radical de entender y abordar lo que es impartir Justicia”.

Todo eso, más propio de África (es decir, sin evolucionar a causa de regímenes totalitarios, predemocráticos, feudales o, sencillamente, saqueados, destruidos, arrasados por las colonias, las guerras, la miseria y la indiferencia), podemos afrontarlo con un cambio de rumbo político, de organización, podemos transformarlo relevando a los responsables del poder y poniéndonos a trabajar. Siendo urgente, esa transformación radical será factible con voluntad de cambio.

Lo más importante, sin embargo, lo más grave, es lo que huele a Sicilia: la posibilidad de que una voluntad camorrana haya extendido por los Juzgados de la plaza de Castilla de Madrid una mano negra que haga desaparecer documentación esencial, beneficiando con tales métodos al PP. La sola posibilidad de que pueda suceder algo así (y, visto lo visto en Génova cuando estalló el caso Bárcenas, no sería de extrañar), es para que nos asustemos de verdad. La mano negra camorrana es capaz de cualquier cosa y su existencia demostraría que estamos más indefensos de lo que creemos y ante un grave peligro.

Por mucho que se pueda recomponer el sumario (y cuesta creer, dadas las condiciones en las que se trabaja en los Juzgados, que no vaya a faltar ni una sola de esas 1000 páginas), es imprescindible que la desaparición del sumario no sea noticia de un día y que se despejen todas las cuestiones que suscita tan turbia circunstancia: ¿quién tiene en los Juzgados responsabilidad real sobre la custodia, la manipulación y el traslado de una documentación de vital importancia? ¿El juez correspondiente? ¿La funcionaria de turno? ¿Por qué se enviaron (presuntamente) los originales y no una copia? ¿Por qué no se enviaron (presuntamente) por “oficio judicial” y se hizo por “providencia”, cuya validez jurídica podría haber sido recurrida? ¿Por qué se tarda más de un mes en enviarlo (presuntamente) desde que lo ordena el juez? ¿Por qué nos enteramos de la presunta pérdida casi un año después?

Son preguntas que requieren de respuestas urgentes y contundentes. De no disponer de ellas, seguiremos sospechando de esta pérdida. En todo caso, queda en evidencia que el ya de por sí kafkiano laberinto de la Justicia no nos ofrece un mínimo de confianza, que la indefensión a la que el sistema judicial aboca los ciudadanos (unido a la aplicación de unas tasas judiciales que favorecen a los ricos) se encuentra entre lo más grave que está sucediendo en el Estado español.

Debe dar estas explicaciones el propio ministro de Justicia, Rafael Catalá, y proceder a la depuración de todas las responsabilidades. De lo contrario, nos quedará claro que no solo tenemos un sistema judicial propio de África sino cercano a Sicilia. Y que la celebración este domingo del foro ‘Más justicia, Mejor Sociedad’, organizado en Madrid por el PP y al que han asistido Catalá, Aguirre, Arenas y Floriano, sería lo más cercano a una misa negra, antes que la gran burla que ya es.

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