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Limpiar la gusanera

Elisa Beni

Son dos conceptos que oímos manejar de forma aislada y por diversos motivos por parte de los partidos mayoritarios. Regenerar. Reformar la Constitución. Lo hacen en unos casos con más convicción que en otros y, en todos, porque a la fuerza ahorcan y porque el tirón de orejas en las urnas les ha convencido de que algo práctico tienen que hacer para aplacar el clamor popular. Aún no se han dado cuenta de que hacer el gatopardo, cambiar para que todo siga siendo igual, no va a dar resultado.

Rajoy deja claro que ellos en todo caso pactarían un reforma que pusiera un parche a lo de Cataluña, el PSOE, sin embargo, propone cambiar el modelo de Estado hacia uno de corte federal y alguna cosa más. No será eso lo que convenza de que ha habido una regeneración verdadera.

La Constitución no ha sido reformada -excepto para imponernos el neoliberalismo- desde su promulgación pero ha sido toquiteada, sobeteada y emputecida durante todos esos años y a manos de casi todos los Gobiernos para conseguir que dijera lo que en cada caso interesaba. Aspectos sustanciales, no han sido cambiados siguiendo el rígido protocolo legal establecido, sino de rondón y a favor del poder casi siempre.

Una reforma de la Constitución sólo puede tener por objeto aplicar el lema de la RAE a la democracia. Una reforma tendría que limpiar, fijar y dar esplendor a un régimen democrático que ahora mismo es percibido como una baratija de latón por muchos ciudadanos. Y no es la parte menos importante la que atañe a los resquicios de impunidad que los políticos se han ido labrando, legislatura a legislatura, hasta lograr que los desmanes, los robos, la sinvergonzonería y el delito les fuera saliendo más o menos por la cara.

Una reforma de la Constitución tiene pues que resolver en serio no solamente todas las manipulaciones posteriores que han permitido al poder político inmiscuirse en el judicial sino, además, contener conceptos por los cuales estas sibilinas maniobras no puedan volver a producirse. No se trata ya de si volvemos al primitivo diseño del CGPJ o al engendro resultante de las manipulaciones políticas que tenemos ahora. No. Se trata ya de diseñar un gobierno del Poder Judicial adecuado no sólo a sus verdaderas funciones sino que tenga en cuenta cuáles son las aviesas costumbres de los políticos para no permitirles poner sus sucias manos de nuevo encima. Los políticos han ido poniendo las larvas en diferentes lugares para ver si las larvas terminaban infectando todo el sistema. Y no les ha ido mal.

¿Y cómo harían esto si los dos partidos mayoritarios no solamente han sido responsables de este dislate democrático sino que además siempre piensan en lo conveniente que será cuando gobiernen ellos? Regeneración, dicen, pero cuando hace unos meses Gallardón le dio un machetazo a la independencia judicial con su nuevo modelo de CGPJ -que nada tenía que ver con sus promesas electorales- el PSOE se lo protesto pero enseguida pacto su cuota de poder en el organismo. Regeneración, dicen, y cuando quieren aplacar la protesta contra el abuso del aforamiento, saltan y dicen en el PP que reducirán el número de aforados pero, claro, sin tocar el de los políticos que es el problemático sino acudiendo al de jueces y fiscales que no le ofrece ningún problema ni al sistema ni al ciudadano. Regeneración, dicen, y nos acaban de colar en el decretazo omnibus la forma de nombrar jueces a dedo cuando les interese.

Luego tiemblan cuando oyen hablar de cortes constituyentes o de ruptura democrática pero de esta no se salvan, no nos salvamos, con un lavado de cara como los gatos. Ha llegado la hora de la historia y serán responsables ante ella.

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