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Mariano Rajoy y los idus de mayo

Miguel Roig

El lunes 9 de mayo, al tiempo que se anunciaba la confluencia de la izquierda en la sala Mirador de Madrid, Rajoy pedía concordia. Lo hacía desde un video que a simple vista deja mucho que desear por su factura y que ha sido criticado sin piedad. Sin embargo no es una pieza menor ni descuidada.

Con iluminación cálida y el fondo desenfocado, en el que se aprecia una claridad diurna a través de una ventana, Rajoy aparece con chaqueta y camisa, sin corbata, como el presidente argentino Mauricio Macri, al igual que –cada vez más con más frecuencia– David Cameron y todos siguiendo a José Mugica, quien simplemente vestía como lo hizo toda su vida. Sereno, bajo una melodía casi imperceptible, Rajoy fue terminante: “Nosotros apostamos por la concordia, por la esperanza de la España moderada, mientras lo cierto es que una alternativa extremista se asoma como un disolvente de todo lo bueno que tenemos: nuestra unidad, nuestra democracia constitucional y nuestro progreso económico”.

Solo le traicionó, como es habitual, el telepromter, el mecanismo que permite leer mientras se mira a la cámara, pero el resto cumplió efectivamente con lo propuesto. Incluso los únicos dos planos del vídeo, de frente y de perfil, que llevan a pensar en una ficha policial han sido elegidos por su fuerte expresión. Sí, es verdad que responden al recurso adoptado desde principios del siglo veinte en el ámbitos policiales, pero su origen es el renacimiento y se utilizó en la práctica de las bellas artes por su capacidad didáctica. En el video no cumple otra cosa: estabilidad, claridad y expresión pura.

No es la primera vez que Mariano Rajoy lo hace: el 13 de marzo de 2014, dos días después de los atentados terroristas de Atocha, en la jornada de reflexión y a solo tres horas del día de las elecciones generales, también hizo uso de la pantalla. Esa vez era para rechazar una manifestación “ilegal e ilegítima”. Por entonces, el candidato Rajoy negaba algo que nunca asumió, ni siquiera en el último acto de recuerdo de las víctimas en la Puerta del Sol, en el que por primera vez se reunieron todas las asociaciones de víctimas: la autoría de los hechos por parte del terrorismo islámico.

En el mensaje actual, exento del dramatismo de entonces, nos advierte ante un nuevo peligro extremo: “Una alternativa extremista se asoma como un disolvente de todo lo bueno que tenemos: nuestra unidad, nuestra democracia constitucional y nuestro progreso económico”.

Lo cierto es que la estrategia de Rajoy en los 127 días pasados, los que van desde el 20-D al 26 de abril, fecha en la que el que el Jefe del Estado anuncia la necesidad de unas nuevas elecciones, han confirmado su hoja de ruta que no se cansó de expresar: “Seguir es absurdo. No tengo votos y Sánchez no quiere, es imposible”, dijo casi al final, el 21 de abril. Pero antes, a mediados de febrero le aseguró a David Cameron en tono deportivo: “Habrá que repetir las elecciones”. Todas las presiones de los poderes fácticos fueron minuciosamente desbaratadas por su equipo, incluso cuando más alta era la presión para que diera un paso atrás y permitiera, al fin, una gran coalición con un candidato de su partido apto para el abrazo de Albert Rivera y Pedro Sánchez. No fue posible. Todos fueron advertidos por María Dolores de Cospedal: “Ni Rivera, ni el Ibex 35, ni los medios apartarán a Rajoy”. La frase no es inocente, sobretodo porque fue dicha el 11 de marzo. Y José Manuel García-Margallo, fiel escudero del presidente, lo remató en clave interna pero también a un amplio auditorio social: “La renuncia de Rajoy abriría una guerra sucesoria en el PP”.

Rajoy, por lo tanto, da por terminada la primera fase de su operación para permanecer y esta misma semana inició la siguiente etapa con un nuevo video y una declaración de intenciones: nosotros o la disolución final (“una alternativa extremista y disolvente”). Al margen quedan Ciudadanos y PSOE, apartados del juego y aparentemente metabolizados para su causa en estos meses. Ahora la batalla es contra la izquierda.

En la sala Mirador, donde se presentó la confluencia de Podemos e Izquierda Unida-Unidad Popular, en una de las paredes del patio se puede leer: “Cuando el parlamento se convierte en un teatro, los teatros deben ser parlamentos”. Hoy es 15 de mayo y se celebra el aniversario del movimiento que convirtió a las plazas en parlamentos. Hace tres años, Cospedal, Esperanza Aguirre y otros dirigentes del Partido Popular pedían a los movimientos sociales que se presentaran a elecciones en lugar de ocupar las calles. Hoy las confluencias no solo gobiernan en muchos sitios del país, amenazan con romper el hilo narrativo de la representación de Rajoy. Hace bien en comenzar la campaña con este video desde primera hora. El camino al 26-J puede resultarle más largo y costoso que el anterior.

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