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Obama es un vampiro

El presidente de EE UU, Barack Obama. / Efe

Suso de Toro

Los zombis también son de Dios, solo buscan comida y compañía pero como no andan cubiertos de tierra y no se lavan nadie los quiere. A los pobrecillos se les conoce a la legua porque caminan torpemente, como con agujetas, y la gente les escapa. Obama, en cambio, está siempre en nuestras pantallas haciendo chistes, cantando o bailando cuando no haciendo declaraciones con elocuencia, prestancia y lleno de razón. Sin embargo, observen, siempre aparece de día porque al anochecer se muestra como realmente es: un vampiro que chupa la sangre y mata.

Era de noche y le habían crecido los colmillos sanguinarios cuando impulsó el golpe de Estado en Egipto, el ataque al régimen de Siria, la insurgencia contra Maduro en Venezuela, el golpe de Estado en Ucrania... Sí, Obama es de ellos.

Un día tendré que hacer un recuento de todas las cosas que creía hace 40 años, cosas en las que dejé de creer por querer ser razonable y que me permitieron vivir tranquilamente como un tonto feliz hasta que ya no pude permitírmelo. Una de ellas es la evidencia de que EE UU es una potencia imperialista que, de modo muy concreto, tiene sometido al Estado Español desde que pactó la protección al régimen de Franco a cambio de instalar aquí sus bases. Desde entonces, la historia de España entra dentro de la Historia de EE UU: esto es una colonia.

Esto lo sabíamos los antifranquistas, o sea los comunistas, que muchos otros no había. Pero vino la democracia, las flores y los globos de colorines, por todos lados empezamos a ver y oír de la democracia americana, todo quisque fue a comprar camisetas a New York, venga jazz y venga Los Ángeles, la NBA, Manhattan y todo eso del cosmopolitismo, el mestizaje y lo moderno. Lo moderno es ser una colonia yanqui.

Hasta el extremo de estupidez llegó la condición del colonizado español que aceptó que los EE UU eran el modelo y la garantía de la democracia y la libertad. Es decir: debemos de creer que la misma potencia que garantizó el cruel régimen de Franco nos garantiza la libertad. Da igual que, posteriormente, ante el golpe del 23-F nuestros amos considerasen que eso era un “asunto interno” de los españoles; aun así, debemos creer en lo increíble y absurdo para ser razonables, cosmopolitas y democráticos. Si uno no cree en los EE UU, en el Pentágono y su representante (en la actualidad, Obama) no es un demócrata.

Dicen que es lo que le pasa a Putin, que es un antiguo, no es cosmopolita ni moderno, no es un demócrata. Fíjense si será ridículo el hombre que es calvo y no es guapo. Además, en vez de contar chistes, cantar y bailar con su mujer para el público norteamericano, se dedica a posar con escopetas, en piragua o a caballo para el público ruso. Cá, Putin no es un demócrata, hay que desconfiar, nos dicen. Dicen que es como un zombi que viene del pasado.

Obama, con la complicidad de una Merkel embrutecida de poder, organizó un golpe de Estado en Ucrania, en la frontera con Rusia, pretendiendo además eliminar la flota rusa en Crimea quitándole así el acceso al Mediterráneo. Y resulta que Putin se enfadó y, como no es un demócrata que acepte bien los golpes de Estado del Pentágono, promovió un referéndum en Crimea. A quién se le ocurre: el golpe de Estado era democrático, los asaltantes de la extrema derecha ucraniana eran “de los nuestros”, o sea “prooccidentales”, pero el referéndum no lo era.

Los medios de comunicación que padecemos nos explican cada día a los que vivimos en las colonias lo que hay que saber, y si dudamos seremos aliados de Putin, gente sucia y fea como los zombis que vienen del pasado. Que Cuba instalase misiles soviéticos cerca del territorio norteamericano era inaceptable, pero cuando cayó la Unión Soviética y EE UU instaló bases y misiles en Kosovo, Polonia, República Checa, Rumanía, Bulgaria..., rodeando a la república rusa, eso sí es benéfico para la humanidad. ¿Por qué? Porque los EE UU garantizan democracia y libertad allí donde ponen sus misiles y nos protegen de Putin, que es malo.

Nos piden que seamos vampiros limpios y elegantes como Obama o cualquier representante del Pentágono, del color que sea, pero un resto de cordura me susurra que aceptar estar en la OTAN, ser una colonia yanqui, no es bueno. “¡Yanquis, no! ¡Bases fuera!”

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