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Pablo ante Cayo y la imposible alianza de generaciones

Suso de Toro

La crisis económica precipitó una crisis del sistema político español, completamente agotado y que reventó en Catalunya, y en la izquierda una crisis que todavía está en marcha. Si era inevitable un cambio era lógico pensar que no lo podían dar los mismos que gobernaron, tenía que nacer una nueva generación política. Y, es lógico pensar también, que esa nueva generación política se fundaría sobre una nueva generación biológica con su consecuente cambio cultural.

Esa sacudida en la izquierda tuvo una dinámica propia en Euskadi, donde la izquierda soberanista digirió el fin de ETA e hizo una inflexión, y en Catalunya, donde la dialéctica con el Estado lo condiciona todo. En otros territorios del Estado también hubo una diferencia entre aquellas comunidades donde existían fuerzas políticas y dinámicas sociales propias y aquellas otras donde eso no existía, ahí todo se resumió en la irradiación de Madrid a través de los medios.

En la crisis de esa izquierda alternativa al PSOE es donde hay que situar la estampa de la entrevista entre Cayo Lara y Pablo Iglesias, en sillones o a ambos lados de una mesa frente a frente, cuando supuestamente Iglesias le propone a Lara ser candidato para renovar la lista de las europeas. En esa estampa no hubo acuerdo y cada personaje salió por una puerta distinta a correr su suerte.

Ese cara a cara se puede interpretar de varias formas, la más evidente es la de dos varones de distintas generaciones con distintas experiencias. También se podría decir que es el encuentro de una generación analógica y otra digital y las dificultades de comprenderse. Pero es más interesante conocer cuales fueron las diferencias políticas enfrentadas.

A continuación de esa escena el personaje Pablo Iglesias se desprende de su pasado como militante de IU y aparece como portavoz de una crítica radical al funcionamiento del sistema político español, un régimen. Las críticas que enuncia entonces con claridad y rotundidad expresan las reclamaciones del movimiento 15-M de Madrid y afectan directamente a los dos grandes partidos que sostienen el modelo político y económico del Reino.

Esos partidos y también los intelectuales que habían argumentado aquel tiempo o que se habían adaptado a él, respondieron entonces señalando su arrogancia, su demagógico esquematismo y su populismo, era natural pues quedaban absolutamente descalificados bajo la acusación de ser “la casta”. Sin embargo la indignación por las consecuencias de la crisis y las políticas antisociales sumada a la evidente justeza de aquellas críticas hinchó e hinchó las velas de la nave del grupo de Podemos.

Fue una etapa de verdadera embriaguez y si la política fuese meramente especulación habría que decir que Podemos fue un exitosísimo valor en bolsa durante un año, subía y subía su cotización según todas las encuestas.

Esa etapa en la que Podemos no era una organización sino un mensaje, un valor político virtual, un virus que se expandía por todas partes y asustaba a los dos grandes partidos, dio paso a otra etapa en la que el grupo fundador necesitaba transformar lo etéreo en tangible, en una estructura de partido. En paralelo se adaptó y se incorporó al sistema de partidos existente ocupando un lugar, habló con financieros y pidió vez en Zarzuela, y la cotización en la bolsa de las encuestas bajó claramente. Actualmente es un partido que se encuentra aún en el tránsito entre lo virtual -lo prometido por sus promotores y lo imaginado por sus seguidores-, y lo real, su práctica política, pero si hace un año eran aún un experimento confuso ahora ya tiene un perfil mucho más claro.

En lo que ya está a la vista hay elementos claramente positivos recogidos de las críticas del 15-M y que estaban en algunas asociaciones y experiencias sociales anteriores: otro modo de entender la función y la forma de lo que es un político, un lenguaje claro y directo que se dirige a la ciudadanía y la implica en la gestión política, una demanda de transparencia, poner sobre la mesa los problemas sociales en su inmediatez sin dejarlos de lado con el señuelo de los “grandes problemas” y “la política responsable”, abundar en la “micro política”...

Su irrupción cuestionó a todos los partidos y a su conciencia de impunidad, al final había que votar forzosamente a uno de ellos, “vota y calla”, y les obligó a revisar sus relaciones con la sociedad y dar explicaciones. Supuso una sorpresa y una sacudida necesaria a los que estaban dentro y le permitió a una generación de perfil universitario entrar, expresarse y poner su visión sobre la mesa. La irrupción de Podemos hace un par de años desencadenó una cierta regeneración de la política.

Hay otros elementos en cambio que son sorprendentemente negativos y quien haya militado en una organización leninista reconocerá inmediatamente, como la jerarquización y verticalidad en la toma de decisiones que hoy no practica ya, al menos formalmente, otros partidos.

Emparejada a esta jerarquización y control por parte de un pequeño grupo compacto va lógicamente una visión de España absolutamente centralista, curiosamente un partido que nació invocando la participación se configuró como el más jerarquizado y centralista en la práctica. Tanto es así que su inicial penetración, actualmente muy matizada ya, en País Vasco y Catalunya fue saludada por la caverna madrileña como una garantía de la “unidad” de España y la dirección madrileña chocó con la organización andaluza.

La interpretación que hizo el grupo fundador de Podemos de la cultura política del 15-M recuerda mucho al leninismo. No el viejo leninismo que permitía el control sobre la organización invocando la autoridad moral de detentar la “línea correcta”, que bien puede representar Cayo Lara, sino un leninismo carismático que se basa en la seducción de una figura mediática construida conscientemente para los medios y que consigue la aceptación de sus propuestas por parte de sus seguidores, Pablo Iglesias. Un leninismo mediático. Ese tipo de liderazgo es posible cuando el partido se basa precisamente en los medios audiovisuales y en la Red, no en la organización a través de la sociedad y del territorio como las organizacines tradicionales.

Pero ese tipo de relación entre un dirigente que se comunica a través de la seducción, como una “estrella” con sus fans, tiene mucho de autoritario y también tiene un límite, con el paso del tiempo se desgasta su brillo, cansa.(Un capítulo aparte merecería el coste de alienarse una persona en personaje. Las estrellas pop sufren angustia y ansiedad). Un síntoma de eso me parece que es el resultado de la última consulta a sus afiliados censados a través de la Red y que señala el retraimiento silencioso de internautas. Pero tampoco eso es definitivo, faltan meses para unas elecciones y puede que el entusiasmo o al menos el deseo de dar una oportunidad a otro partido vuelva a convocar a esas personas que ahora se han retraído tras sus pantallas. De hecho la insistencia de sus oponentes, sobre todo el PP, en señalarlos como enemigos y su existencia mediática mantiene la atención sobre Podemos.

Faltan meses y vemos como es un valor sometido a fuertes fluctuaciones. Puede que consigan retener la confianza de un sector entusiasta porque entiende que es su modo natural, generacional, de expresarse o puede que ensanchen su campo hacia sectores sociales más amplios. Pero no creo que pueda sobrepasar ya el espacio de una parte de la izquierda.

En el fondo, de lo que se trata es de las dificultades para convivir dos generaciones políticas de la izquierda, de la necesidad de encontrar su sitio los que llegan y de la defensa desesperada por parte de quienes ya estaban ahí y no quieren perecer. ¿Sobrevivirá IU a esa lucha agónica?

La crisis de IU en Madrid, una organización acomodada, obsoleta y, a lo que parece, afectada de corrupción, ayudó al triunfo de una candidatura municipal alternativa. Esa organización rutinaria, burocrática y atada a su pasado, que se legitimaba por la referencia a un sindicato “de clase” evidentemente ya no tiene futuro, solo pasado. Poner por delante a un dirigente joven solo sirve para salir del paso, lo que parece inevitable es que, tras las próximas elecciones, cuando Podemos ya no tema el abrazo del ahogado, confluyan ambas organizaciones en algo que no podrá ser ni lo uno ni lo otro. Así suelen darse las cosas, con idas, vueltas y sufrimiento.

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