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Cuando Rajoy buscó un hat trick en el Congreso

Mariano Rajoy, en los pasillos del Congreso

Gonzalo Cortizo

Los periodistas que cubren la actualidad del Congreso habitan los tiempos muertos a la espera de ministros y otros líderes políticos con los que llenar los huecos de sus informativos o sus páginas. La espera se produce en un pasillo que rodea el hemiciclo y que todos llaman M30 (en referencia a la autovía que rodea Madrid). Sus libretas están llenas de preguntas para satisfacer a todos los jefes de sección de sus redacciones: Una de sanidad para inmigrantes por si aparece Alfonso Alonso, otra sobre Rato por si es Fernández Díaz quien se deja caer y cualquier cosa para la vicepresidenta, aunque se para poco. 

Con Rajoy, este juego de persecución y pregunta conduce habitualmente a la melancolía. El presidente es experto en solventar con un “buenas tardes” cualquier cuestión incómoda. A veces con eso es suficiente para que las teles hagan de la no respuesta una no noticia, siempre y cuando el día no haya traído algo mejor. 

Hay redactores expertos en buscar que no les respondan porque siempre hay hueco para eso en una escaleta. Sobre todo si el político en cuestión comete el error de darse la vuelta tras ser interpelado y se escapa por el garaje. Rajoy lo hizo y fue un escádalo. Nadie recuerda ya la pregunta, solo que huyó. Así es la historia del periodismo. 

El presidente ha vuelto de vacaciones decidido a ser otro y en su metamorfosis nos ha pillado a todos por sorpresa. Ocurrió el pasado martes, mientras Montoro insultaba a Pedro Sánchez desde la tribuna de oradores y Pedro Sánchez hacía como si Montoro no estuviese allí. Se debatían los presupuestos y los redactores hacían guardia con sus libretas y sus preguntas.

Poco después de la una del mediodía, Rajoy abandonó el escaño y salió al pasillo. Habló de Txiki Benegas, cuya muerte se acababa de conocer, y dijo que la crisis económica en China no tendría nunca efectos sobre España. “¿Algo más?”, preguntó a los periodistas. Su nueva actitud nos bloqueó. Nadie preguntó nada más. ¡Gol para Mariano!

Al cabo de un rato la situación se volvió a repetir. El jefe del ejecutivo quería otro ratito rodeado de micrófonos. En su segundo canutazo anunció que el Gobierno indultaría a Josefa Hernández y explicó cómo es posible que su partido quiera cambiar la Constitución pero prefiera no llevar esa reforma al programa electoral.

No hay dos sin tres. Por la tarde volvió a ocurrir y de nuevo se plantó ante la prensa. En esa última ocasión, habló de Pedro Sánchez y criticó su discurso en el debate de presupuestos.

Es imposible vaticinar cuánto durará la verborrea y transparencia presidencial. Quizás hasta que reabran los juzgados ordinarios o hasta que acabe la campaña. Quién sabe.

Mientras tanto, en la memoria nos quedará ese 25 de agosto en el que Mariano Rajoy buscó la remontada para hacernos olvidar el plasma o el garaje del Senado marcándose un hat trick en plena M30. 

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