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La rata plateada

Fotografía: Mrfoxtalbot

Begoña Huertas

Exhibición 1.

Cuando la revista Vogue se trasladó hace unos meses a sus nuevas oficinas del One World Trade Center de Nueva York, todo el glamour de su lujoso ropero fue saqueado sin piedad por un batallón de ratas. La plaga afectaba a los pisos 25 y 26 del edificio, precisamente los que ocupaba la redacción capitaneada por la famosa Anna Wintour, quien entró en cólera y se negó a aparecer por allí hasta que el asunto se resolviera por completo.

Nueva York es la ciudad con más ratas del mundo y hay quien hace de ello una marca de identidad, como lo fuera el entrecejo de Frida Kahlo o la joroba de Kierkeegard. Después de que un estudio alertara de la presencia de estos animales en establecimientos de hostelería de lujo, me entero de que en uno de esos exclusivos restaurantes de la 5ª Avenida se alza una escultura plateada de una rata gigante.

Exhibición 2.

Hace unas semanas surgía la polémica porque un museo sueco “exhibía” una pareja de mendigos en una de sus salas. Ambos permanecían sentados en las esquinas opuestas de un recinto donde podía verse un collage con recortes de periódicos sobre los problemas sociales.

En el camino de mi casa al metro hace unos meses me encontraba tres personas –una por esquina- pidiendo dinero. Ahora ya hay seis compartiendo el mismo espacio. Puede suceder que continúen aumentando y llegue a formarse una fila de personas pegada a la pared observando a los que caminen todavía hacia algún sitio. Igual que la gente sin recursos va aumentando en la calle, en los museos podrían pasar de exhibir una pareja a exhibir a los miles de refugiados que desembarcan en el sur de Europa huyendo de la guerra o la pobreza. En la antigüedad romana los museos eran también lugares donde se iba a meditar. Pues entrar en una galería de arte y observar a 900 personas expuestas parece un buen motivo de reflexión.

Exhibición 3.

Rodrigo RataRata, así llamó por error un periódico irlandés al exvicepresidente del Gobierno y exdirector del FMI en un reportaje del año pasado. El error por desgracia es más que un chiste fácil. Estamos viendo que los políticos corruptos no han sido ejemplares aislados en nuestro país sino una plaga. Y qué hacemos con ellos, ¿los asimilamos como los ciudadanos de Nueva York asimilan sus ratas?

El esperpento de la comisión anticorrupción en el Parlament catalán que relata Javier Pérez Andujar (aquí) no es más que otro intento de convertir la rata real en escultura plateada; ponerla en el centro, gigante, para que a fuerza de que se haga cotidiana no se vea. O que uno se aburra de mirarla. El Gobierno de Rajoy parece un trilero que muestra y no muestra la bolita bajo el vaso. Ahora lo ves ahora no lo ves. Se tira de la manta y se vuelve a hacer la cama, se levanta la alfombra y vuelve a su sitio. Hay que encender los focos para verles bien claro.

Yo propondría exhibirles en un museo a ellos, sí, a los Bárcenas, Fabra, Blesa, Matas, etc para que el visitante pudiera experimentar el desagrado ante la avaricia extrema y la falta de ética. Por ejemplo poner a Jordi Pujol en una esquina y Rodrigo Rato en la otra, en una sala vacía ocupada tan solo por un panel con los datos de la gente desahuciada, empobrecida y sin empleo junto a las cifras de los fraudes fiscales y sus cuentas bancarias. Antes que los romanos, para los griegos los museos eran los templos donde habitaban las musas, las diosas de la memoria. Esto es perfecto, porque lo peor de todo este carrusel de detenciones e investigaciones por corrupción política es que se nos olvide de aquí a las elecciones.

Y el último show, de momento, es el que protagonizaron en su último mitin de campaña Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes cediendo el micrófono al público que las abucheaba. En una representación digna del teatro del absurdo, Cifuentes concluyó, arrebatada: “Nadie nos va a amordazar”. “Ayer quisieron silenciarnos” escribió después Aguirre en su cuenta de Twitter. Los que controlan los medios, los de la ley mordaza. La exhibición de su impostura roza ya lo inverosímil.

Igual que simulan perseguir la corrupción, simulan dar la palabra pero exigen silencio. Pues ese silencio puede volverse en su contra si es el silencio del museo donde se guarda la memoria y se va a meditar. Ojalá en las próximas elecciones, mientras recordamos la exhibición de las sucesivas ratas plateadas, todo este desvarío tenga su respuesta.

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