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Razones para no bajar los impuestos

Rivera ha exigido a Rajoy una rebaja del IRPF en 2018.

Daniel Fuentes Castro

El prejuicio ideológico suele dictar que subir impuestos es de izquierdas y bajarlos es de derechas, algo bastante absurdo tanto a la luz de la experiencia histórica como (sobre todo) desde el punto de vista de la racionalidad económica. Defender que, al margen del ciclo económico e independientemente de los equilibrios macroeconómicos fundamentales, siempre es deseable subir o bajar impuestos suele responder a intereses sectoriales, personales o electorales ante los que el buen legislador debería mantenerse firme, arbitrando entre los compromisos electorales que definen su mandato y lo que, en cada momento, necesita la economía en su conjunto.

La rebaja de impuestos de 2015, que no respondió a la necesidad de ajuste fiscal de nuestras administraciones públicas sino al calendario electoral, es paradigmática en este sentido. Podría abrirse, sin embargo, un debate entre lo positivo de aquel estímulo fiscal al inicio de la recuperación económica y su impacto negativo posterior en las cuentas públicas. Lo que resulta a todas luces discutible es que, en el contexto actual, la economía española necesite una nueva reducción de impuestos.

En primer lugar, porque el ciclo económico se muestra robusto, con el PIB creciendo por encima del 3% por tercer año consecutivo. No estamos ante una situación que requiera de estímulos fiscales al consumo para apoyar o relanzar un ciclo que se esté desacelerando. En todo caso, de cara a los próximos años, lo que se espera es una normalización hacia tasas de crecimiento más acordes con el PIB potencial de la economía española que las observadas en la actualidad.

Un error secular de la política económica española consiste en su marcado carácter procíclico. En lugar de evitar el recalentamiento en las fases expansivas, tenemos tendencia a sobrealimentar los desequilibrios macroeconómicos cuando las cosas van bien, lo que acentúa la factura de salida cuando las cosas van mal. Una rebaja de impuestos instrumentada a través del IRPF en las circunstancias actuales no contribuirá a corregir esta tendencia pro-cíclica, sino todo lo contrario, y mucho menos será positiva para el necesario ajuste fiscal de las administraciones públicas.

En segundo lugar, porque el tipo de estímulo fiscal que sí necesitaría la economía española desde un punto de vista estructural es la recuperación de la inversión pública, algo que no requiere menos sino más recursos. Las necesidades no son tanto en infraestructuras básicas como en innovación, educación y medio ambiente, tres de los pilares sobre los que se sustenta el crecimiento del futuro. Recordemos que la inversión pública representa actualmente unos dos puntos de PIB menos que el promedio anterior a los excesos del boom inmobiliario, lo que equivale a unos –22.000 millones de euros anuales aproximadamente–.

En tercer lugar porque, a pesar del ajuste fiscal realizado, España sigue bajo el bajo correctivo del Procedimiento de Déficit Excesivo, con el mayor déficit público de toda Europa. No se repetirá suficientes veces que nuestro déficit no proviene de un volumen de gasto más elevado que en las economías de nuestro entorno, sino de unos recursos significativamente más reducidos. España ingresa 8,3 puntos de PIB menos que el promedio del área euro, mientras gasta 5,3 puntos de PIB menos (datos de 2016), que vienen a ser unos -90.000 millones y -60.000 millones respectivamente. El nuestro es un problema de ineficiencia del gasto público y de escasez de recursos en relación al gasto social que deseamos atender.

Con un crecimiento del PIB más elevado de lo esperado hace unos años, con un ajuste fiscal nada despreciable (pese a que pueda ser insatisfactorio) y con unos tipos de interés artificialmente bajos, gracias a la intervención del Banco Central Europeo, todo lo que la economía española ha conseguido es estabilizar la deuda pública en el 100% del PIB. Congratulémonos, porque no era fácil, pero no caigamos en la autocomplacencia. Reducir la recaudación de las administraciones públicas en este contexto no parece responder a ninguna lógica de sostenibilidad de las cuentas públicas, especialmente en un horizonte de normalización de los tipos de interés como el que se prevé para los próximos años.

La cuantificación de estos tres argumentos (momento cíclico, naturaleza del estímulo, ajuste fiscal) es discutible y no escapa a cierto grado de arbitrariedad, pero ahondar en el debate de las rebajas fiscales en este momento significa no haber comprendido cuáles son las necesidades actuales de la economía española. España necesita una reforma integral que corrija las deficiencias de nuestro sistema impositivo (insuficientemente recaudatorio, insuficientemente distributivo e insuficientemente eficiente), que lo haga generando la menor distorsión de precios posible y que introduzca mayores incentivos a la competencia. No una nueva rebaja fiscal de luces cortas.

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